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La Llama de la Verdad
Con el resplandor de las llamas aún iluminando el claro del bosque, rodeados por el murmullo del viento y el canto lejano de los nocturnos, María, Aaron y Ulrik se encontraban en un rincón apartado, buscando la tranquilidad que necesitaban para procesar todo lo que había ocurrido. La energía compartida durante el círculo de historias reverberaba en sus corazones, pulsando con una fuerza que solo podía describirse como mágica. Cada uno de ellos sabía que esta noche había sido solo el comienzo de algo más grande.
—No puedo creer cuántas historias compartimos hoy —dijo Ulrik, sus ojos brillando con sorpresa—. Nunca había visto a tantos hombres y mujeres abrirse así, como si hubieran estado esperando esta oportunidad para dejar fluir sus palabras. El dolor, la risa, la esperanza; todo en un mismo espacio.
Aaron asintió, su mirada fija en el fuego que chisporroteaba y crepitaba, como si también estuviera escuchando las vibraciones de las almas que se habían atrevido a compartir su fragilidad.
—La gente tiene un profundo deseo de ser escuchada —reflexionó con voz suave—. A menudo, lo que temen no es ser escuchados, sino el juicio que podría venir después. Pero hoy, en esta fogata, han roto un muro en sus corazones, y eso es algo sagrado.
María, sintiendo una oleada de emoción brotar desde lo más profundo de su ser, dejó que sus palabras fluyeran libremente.
—¿Y si este es el momento para hacer algo más? Sé que la noche ha sido poderosa, pero creo que podría haber más. Tal vez deberíamos proponer una reunión regular. Un espacio donde la gente pueda seguir compartiendo, sin presión, solo... sanando, como una comunidad unida.
Ulrik frunció el ceño, considerando sus palabras. Era un pensamiento emocionante, pero también tenía sus dudas.
—Podríamos llamarlo "El Círculo de la Luz", donde cada voz no solo tiene su momento, sino que se convierte en parte del tejido vibrante de nuestra comunidad. Pero, ¿cómo garantizamos que todos se sientan cómodos al venir? La vulnerabilidad puede ser intimidante.
Aaron, ágil en su pensamiento, intervino.
—Podemos sugerir que cada persona traiga un 'guardián de la verdad', alguien de su confianza que les apoye. De esta manera, se sentirán más seguros al compartir sus historias, y así la llama se expande con más voces, con más luces.
María sonrió, sintiendo que estaban en el camino correcto, iluminados por el deseo de construir algo significativo.
—Me encanta la idea. Además, creo que deberíamos dedicar momentos específicos para escuchar las historias más difíciles de la gente. A veces, lo que más se necesita es una escucha atenta, sin miedo a interrumpir o juzgar, solo abrir el corazón.
—Podríamos formar grupos más pequeños si la multitud resulta ser abrumadora. A veces, es más fácil compartir en un entorno más íntimo —sugirió Ulrik, sintiendo que las posibilidades comenzaron a cobrar vida en su imaginación.
De repente, un crujido proveniente de la fogata capturó su atención. Se trataba del anciano de la manada de Aaron, quien había compartido su doloroso relato esa noche. Su figura, iluminada por las llamas y las sombras danzantes, se acercó con una expresión de gratitud profunda y resonante.
—Lo que he escuchado esta noche ha sido revelador. Mis sentimientos de pérdida no eran solo míos; los demás también los han sufrido. Pero, ¿cómo podemos continuar? Quiero que estas historias sigan vivas, que no se pierdan en esta noche, que se conviertan en parte de algo más grande.
María se sintió tocada al escuchar sus palabras, un sentimiento de esperanza brillando vívidamente en su corazón.
—Justamente estábamos discutiendo eso. Estamos pensando en un círculo que se reúna regularmente, donde podamos traer nuestras historias y escuchar las de los demás, un lugar de refugio para el alma.
—Eso suena hermoso —respondió el anciano, con su voz llena de emoción, y sus ojos centelleando con la luz de nuevos comienzos—. La verdad es que muchos de nosotros hemos vivido en la soledad de nuestras penas, atravesando caminos oscuros. Arañando la superficie por miedo a ser heridos nuevamente.
Aaron, sintiendo la energía del momento, agregó: —Hoy hemos abierto algo que no deberíamos cerrar. La sanación no es un camino recto; puede ser retador. Necesitamos un espacio donde nuestras verdades puedan existir en comunidad, donde cada historia cuente y cada voz importe.
María sintió cómo el peso de su responsabilidad aligeraba un poco, una suave brisa de esperanza envolviéndola. Tal vez, solo tal vez, podrían realmente sanar.
—Entonces, es un hecho. Comenzaremos el Círculo de la Luz la próxima semana. Seremos nosotros quienes lo lideremos. Cada uno traerá sus historias y experiencias. Pero prometamos también que seremos sus guardianes. Que cuidaremos esas verdades compartidas, dándoles el tiempo y espacio que merecen.
Ulrik sonrió, mirando al anciano con respeto y reconocimiento. —Usted es uno de nuestros primeros guardianes. Su historia ha mostrado a otros que no están solos. Forma parte de esta llama que hemos encendido en nuestros corazones.
El anciano devolvió la sonrisa, su mirada llena de aceptación y un brillo de promesa. —Haré todo lo que pueda para que los demás también se sientan seguros para compartir. La única forma de sanar es tocando las heridas de cada uno, como ustedes bien han dicho: la verdadera fortaleza es ser vulnerables.
Con esa promesa resonando en el aire, el grupo se sintió unido, no solo entre ellos, sino también con cada miembro de las manadas que se unirían en el futuro.
A medida que la noche se disolvía lentamente en el horizonte, y la primera luz del amanecer comenzaba a asomarse entre los árboles, la llama seguía ardiendo, no solo en el fuego, sino también profundamente encendida en sus corazones. Un vínculo se había formado, un compromiso a enfrentarse a sus verdades y a construir juntos un camino hacia la sanación, la comunidad y la paz.
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Editado: 03.08.2024