Recidisset in Lucem

Capítulo 3

Dos días más tarde, la casa del maestro se había vuelto un gran desastre. Aunque antes tampoco es que estuviera muy ordenada.

Delia entró en la habitación del maestro, donde se estaba quedando Azrael ahora. Era la única habitación de la casa con una cama por lo que el maestro había decidido poner unas sabanas en el suelo, que usaba como cama, mientras Azrael se recuperaba de la herida. Recogió la ropa que había tirada en el suelo y cuando observó más de cerca una de las camisas le empezó a hervir la sangre.

Salió de la habitación echando humo y se dirigió a la parte trasera de la casa, donde había un pequeño jardín.

-¡Azrael! -exclamó ella antes incluso de llegar fuera, pero aún así se le escuchó por toda la casa. En cuanto puso un pie fuera se volvió furiosa a los dos hombre que allí estaban.-¿Cuántas veces tengo que decirte que no abras tu alas cuando tengas la camisa puesta? ¡Mira como la dejaste! ¡Sólo llevas aquí dos días y he tenido que tirar al menos cinco camisas!

La abrió y dejó que él viera los enormes agujeros que recorrían la camisa.

-Oh, por favor. Solo es una camisa -protestó él.

-¿Sólo una camisa? -inquirió ella.- ¿Sabes cuanto cuesta una camisa como ésta?

Bajo los brazos molesta y cuando su mirada se encontró por primera vez con la del ángel se le cortó el habla por completo.

En medio del jardín se hallaba Azrael, sin nada puesto, desnudo por completo. El maestro se hallaba delante de él dibujando algo. Delia abrió los ojos y se empezó a poner colorada por momentos.

-¡¿Qué demonios haces?! -gritó tapándose la cara con la camisa.

-¿No puedes verlo? -sonrió Azrael con picardía.

-¡Lo único que veo es que estás desnudo!

-Las mujeres se escandalizan por nada -comentó el maestro mientras seguía dibujando.

A Delia le entraron ganas de partir la camisa en dos. Si ya era difícil estar en compañía del maestro, ahora que se había sumado Azrael aquello era peor que el infierno. Por alguna gracia divina, los dos se habían empezado a llevar bien, los dos eran igual de sarcásticos y malhumorados y sobre toda la sacaban de sus casillas.

-¿Acaso no has visto el cuerpo de un hombre antes? -preguntó Azrael riendo.

-Por supuesto que no -respondió el maestro por ella.- aquí se debe llegar virgen al matrimonio.

-Tonterías.

Delia muy enfurecida tiró la camisa al suelo y la pisoteo.

-¡Vai a farti fottere! -exclamó señalando a Azrael, cuidando que sus ojos se fijaban en su casa y volvió a entrar en casa  echa un basilisco.

-Eso no he acabado de entenderlo -respudo Azrael aún mirando por donde la chica se había ido.- creo que tengo el italiano un poco oxidado. Aunque no creo que haya sido nada bueno.

-No ha sido bueno -dijo el maestro sin levantar la vista de su dibujo.- te ha mandado a marcharte de una manera bastante poco delicada para haber salido de la boca de una chica.

Azrael sonrió. Esa chica tenía un gran carácter.

-Aún no sé porque está aquí, ¿es algún pariente tuyo? -preguntó el ángel.

-Algo así -repondió el maestro ahora mirando el cuerpo de Azrael a la vez que arreglaba cosas en su dibujo.- hija de un primo lejano. Se empeñaron en que se quedara aquí ayudando en la limpieza de la casa mientras yo trabajaba.

-Ya veo -murmuró el chico.

-¿Acaso te interea?

-Por supuesto que no -respondió Azrael.- ¿Un ángel con una humana? Está prohibido.

-No pareces que seas de los que siguen las reglas.

Azrael miró hacia el cielo. Sabía que en cualquier momento vendrían a buscarlo, a pedirle explicaciones de porque no había llegado ningún reporte. Es cierto que había veces que rompia las reglas, pero sabía lo que significaba enamorarse de un humano en el mundo de los ángeles. Era una catástrofe, te creían corrompido y no dudaban en eliminarte si era necesario.

-Cuando no tienes más opción -explicó Azrael con algo de dureza en la voz.- tienes que seguir las reglas. Los humanos tenéis una idea equivocada de como somos nosotros, podemos ser incluso más crueles que cualquier criatura existente. Nos entrenan para ello. Para borrar cualquier signo de sentimiento que nos haría caer.

-¿Acaso no fuisteis ustedes quienes crearon la indulgencia? -preguntó el maestro mirando al chico a los ojos.

Azrael sonrió de una forma siniestra.

-¿Qué es en realidad la indulgencia? Si no hacéis las coasa como ÉL quiere os envía al infierno, os tortura mientras vivís, ¿Qué clase de indulgencia es esa?

Los dos hombres se quedaron callados. Azrael pensó que había dicho de más pero no podía ocultar un hecho que era verdad. Había visto durante siglos a los humanos, como se comportaban, como se mataban entre ellos, como aclamabana un dios que ni siquiera los escuchaba.

Delia reapareció de nuevo en el jardín, aún enfadada y cuando volvió a ver a Azrael desnudo se dio la vuelta inmediatamente.



#47898 en Novela romántica
#22794 en Fantasía

En el texto hay: amor prohibido, amor, angeles caidos

Editado: 14.09.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.