Las suaves gotas de lluvia comenzaron a golpear el cristal.
- Ha comenzado a llover - dijo la pequeña.
Su padre la mira por el retrovisor.
- Ya me he dado cuenta - responde, indiferente. Luego vuelve la mirada a la vía.
La niña apoyó la cabeza en el vidrio; sus ojos cansados; sus labios temblorosos; su tez pálida. Miraba hacia la carretera. Pasaban varios autos. Ahí va uno gris, luego uno azul, más tarde uno blanco… La lluvia se intensificó.
- Parece que hace frio afuera.
Su padre la vuelve a mirar. Tiene grandes ojeras y el cabello desordenado.
- Ya me había dado cuenta - dice.
Pro esta vez no vuelve la vista al camino, sino que mantiene la mirada fija en su hija a través del espejo retrovisor. ¿Por qué no pueden romper el contacto visual?
- Vamos a chocar - exclama la pequeña.
Rápidamente vuelve la vista a la carretera, pero es demasiado tarde, porque el auto choca violentamente contra una casa en medio de una curva.
La niña se golpea fuertemente contra en asiento delantero. Su rostro se salpica con sangre.
- Chocamos - dice.
Pero el hombre no dice palabra alguna. Su rostro está destrozado y con trozos de vidrio incrustados por todo su cuerpo.
- Chocamos - repite.
A lo lejos se oyen las sirenas de las ambulancias y la gente curiosa que murmura alrededor. El padre, con sus últimas fuerzas, mira a su hija
- No me había dado cuenta de eso - exclama suavemente, exhala su último aliento y muere.