Una tarde
—¿Por qué nos escondemos?, pregunta Isabel.
—Puede ser peligroso, —dice Lucas en tono misterioso.
—¿Peligroso?, repite Isabel con temor.
—Muchos obstáculos se pueden presentar en el camino.
—¿Piratas?
—Trolls
—¡Trolls!
—¡Shhh! Silencio, nos pueden escuchar.
Caminan un poco, escondiéndose detrás de los troncos de los árboles, de pronto, Isabel se apega a la espalda de Lucas y este se encoleriza de la cabeza a los pies.
—¿Viste un troll?
Lucas tragando saliva. —Sí...
—¿Dónde?, pregunta la niña pegándose más a la espalda de su amigo.
—Ya se fue, seguro se esconden en esa casa (indica) es la mansión encantada.
Isabel pestañea. —Es un castillo encantado.
Más bien, es una casa abandonada, pero cada quien forma su propia fantasía.
Mira, dice Lucas, (indicando) muchos trolls por ahí (se refiere a los niños que juegan en la plaza, que se ven como insectos desde donde están) Es mejor que no nos vean.
—¿Me protegerás?
—Claro, soy un caballero de capa y espada.
Isabel confía plenamente en su joven caballero, entonces tomó la mano de Lucas, este la mira con curiosidad, Isabel hace que ata sus dedos meñiques, con un hilo invisible, tan rojo como sus mejillas.
Lucas mira su dedo, Isabel se acerca... tanto que casi sus narices chocan, le advierte.
—No te atrevas a romper el hechizo.
Lucas pestañea, ¿hechizo?, para qué quiere más hechizos... Ya está hechizado desde el comienzo de esta historia.
Cuando caminan de regreso, Lucas no deja de mirar su dedo meñique... Tanto que no se fijó y cayó a un charco de lodo. El ángel no pudo evitar reír, por lo cual fue perseguida por el monstruo del barro.
Ambos ríen.
Los niños van repasando las aventuras de ese día, pequeños momentos que se convertirán en recuerdos.
Que serán nostalgia en el futuro.
La mañana pasó tan de prisa, piensa Lucas, mientras va al mercado... En el camino se topa con una mujer, de aquellas que se cubren con velos negros... apuro el paso.
Un rato después, está ayudando a su padre a descargar las cestas con flores que no se vendieron, su madre hará unos lindos arreglos florales con ellas. No sabe como lo hace, pero puede mantenerlas frescas por mucho tiempo. Pero tiene una pequeña preocupación, su chaqueta de los domingos, le ha desgarrado uno de los bolsillos, debe hacer algo, remendarla antes que sus padres se den cuenta, pero...no sabe usar una aguja. Hace una mueca, como sea, tendrá que hacer algo. Cuando regresaron a la casa, se quedó paralizado. Una persona extraña hablaba con su madre. Su padre sonríe y saluda a la visita con emoción, Lucas pestañea, — ¿qué ocurre?, no entiende qué está pasando. Por qué esa mujer está en su casa, y ¿por qué sus padres la saludan como si la conocieran?
El señor García lo llamó, tuvo que darle un pequeño empujón para que pudiera dar un paso, se puso tenso cuando la mujer extiende sus manos y toca su rostro, para luego revolver su cabello, —eres un niño muy guapo—, dice.
Lucas pestañea...de alguna manera dejó de temer. Resultó ser la hermana mayor de su padre, por ende, su tía.
Ella le ha remendado su chaqueta y contó fantásticas historias.
Aquella noche, Lucas, se durmió, pensando en Isabel... Seguro a ella también le gustarán esas historias.
A la mañana siguiente
El niño despierta por el delicioso aroma de un pastel recién horneado.
Mira a su tía, ¿en serio estuvo en un claustro?, no parece una monja, no es enojona... Sonríe mucho y no huele a incienso.
Además, le gusta que la llamen por su nombre, Anne, ella dice que la hace sentir más joven.
Isabel espera en la ribera del río. Hace una mueca, Lucas se ha tardado en llegar. Se tumba en el pasto, las nubes no tienen formas, solo son nubes.
De pronto sonrió, conoce esos pasos que vienen quebrando hojas secas y saltando obstáculos. Las nubes volvieron a tener formas.
Luego escucha con atención la historia que Lucas le cuenta, a ratos se sorprende, en otras se asusta, también sonríe... Al final del relato aplaude y su amigo hace una reverencia.
—¡Fantástico! Me gustó mucho esa parte, en que el valiente capitán derrota al malvado conde, montado en un dragón.
—Pues yo soy más valiente que cualquier capitán, dijo Lucas con una mueca en la cara.
Isabel pestañea, —¿derrotarías dragones?
—A miles, contesta Lucas.
—Entonces tendrás que salvar a la princesa y casarte con ella.
Lucas prefiere salvar a cierto ángel caprichoso, se sonroja.
El atardecer tiñe de colores cálidos el cielo, y una suave brisa desordena el cabello del ángel, Lucas piensa que ninguna princesa puede ser más encantadora.
Al otro día y al día siguiente, Lucas cuenta historias mejor que la anterior, Isabel se sienta a su lado, algunas veces apoyaba su quijada en las rodillas de Lucas, haciendo que este olvidara la historia que estaba contando.
—El señor García o tu mamá, ¿te enseñaron esas historias?, pregunta la niña.
Lucas responde que es Anne.
Isabel dejó de sonreír, pestañea... ¿Quién es Anne?
—Es mi amiga, responde Lucas.
—¿Tu amiga?
Lucas con entusiasmo. —Ella sabe muchas historias y la mayoría las inventa ella misma. Es muy inteligente.
Isabel hizo un puchero y luego arrugó el ceño e infla las mejillas... se pone de pie, está molesta.
—¡Me voy!
—Es temprano aún.
—Estoy aburrida, tus historias aburren.
—¡No es cierto!
—¡Son aburridas!
—¡Mentirosa!
—¡Tonto!
—¡Boba!
—Le diré a Anne que me cuente más historias y no te las contaré a ti...
—No me importa y no vuelvas.
—Es mi colina, puedo volver cuantas veces quiera.
—También es mía.
Lucas indicado. —Pues, ese lado será tuyo y todo este lado es mío.