Los niños juegan cerca del arroyo que pasa por detrás de la casa abandonada. El agua es tan clara que se pueden ver las piedrecitas de colores al fondo.
—¿Crees que las sirenas habiten al fondo del riachuelo?.
Lucas ríe. —No boba, las sirenas viven en el fondo del mar.
Isabel hizo una mueca. Pero luego sonrió cuando su valiente caballero promete llevarla en su barco a surcar los océanos y mirar desde la proa a las danzantes sirenas.
Isabel se quedó pensando un momento, y dejó de sonreír. Las sirenas hechizan con su canto a los marineros.
—¿Y si las sirenas te hechizan?
—Imposible...
—De todos modos, yo, cantaré más fuerte, dijo Isabel.
Lucas pestañea, luego sonríe, nadie posee más linda voz que un ángel.
—¿Qué hay más allá?, preguntó la niña, indicando un camino cubierto de hojas y rosas secas, que dan un aspecto nostálgico.
Más allá, —contesta el joven caballero—, están las líneas del tren.
—¡Un tren!?, me gustan los trenes, ¡quiero verlo!
El joven caballero suspira-—Ya no se usa, antiguamente se utilizaba para transportar madera.
Isabel se decepciona... Pero su caballero no permitirá que tan bellos ojos se entristezcan...
Te diré un secreto, dice con voz misteriosa.
—¿Un secreto? ¡Me gustan los secretos!
—Es un sendero mágico.
¿Un sendero mágico?, repite con emoción. —¡me gustan los senderos mágicos!.
El joven caballero mira las mejillas sonrojadas de la niña, que ganas de pellizcarlas. Lucas contesta que efectivamente se trata de un camino mágico, de todos modos el bosque está cerca y posiblemente las hadas sacarán agua del estero que pasa por debajo del puente.
—En las noches de luna llena, millones de lucecitas salen y danzan sobre la cristalina agua.
—¿Lucecitas?... ¡Hadas!?, quiero verlas, por favor Lucas llévame a ver las hadas., ¡me gustan las hadas!
Lucas respira hondo, como podría negarse a una petición de Isabel. Entonces esperarán a la próxima luna llena, y caminarán por el sendero mágico que los llevará al reino de las hadas.
Es una promesa, dice la niña, luego toma la mano de su caballero y caminan de regreso, Lucas sonríe, todo a su alrededor le parece bonito.
A la mañana siguiente
Lucas se levantó al alba, bebió leche de una jarra, remojó una galleta y salió corriendo al pueblo, es una hermosa mañana de sábado, se dice, saluda a todo lo que se mueve a su paso, ¡hola señor conejo!, ¡hola pajaritos!.
De tanto apuro, olvidó el cuadernillo de catecismo... Lo cual fue muy bueno, porque Isabel compartió la lectura con él... a ratos trataban de no reír... El relato de Adán y Eva desnudos en el paraíso los hace sonrojar.
Cuando acabó la clase corrieron a su amada colina... se tumbaron sobre el pasto que ya había crecido mucho, se quedan mirando como la brisa mueve los pétalos de las flores silvestres... Lucas se rasca el hombro, creo que algo me picó, dice, quitándose la camisa... ¿Crees que tengo músculos?, la niña ríe... Lucas hace una mueca y vuelve a tumbarse en el suelo.
—¿Crees que todos los ángeles estén desnudos en el paraíso como Adán y Eva?, preguntó Isabel. Lucas pestañea, ella, lo debería saber mejor, es un ángel.
Al rato...
—¡Lucas deja de dormir, juguemos!... exige la niña.
—Estoy cansado, dice el caballero, tuve muchas batallas en el camino.
¡Cuéntame Lucas!...
El muchacho bosteza.—Eran muchos bandidos en una tierra inhóspita, hombres con mal carácter.
—¿Y mal aliento?
—Oh si, asqueroso.
Ríen.
Lucas vuelve a bostezar.
Isabel hace una mueca, su amigo está demasiado perezoso. La niña respira hondo, seguro la pereza se pega, piensa, ya que sintió mucho sueño, se acostó al lado de su caballero, es más, apoyó su cabeza en el pecho de Lucas.
De seguro comparten el mismo sueño, porque ambos están sonriendo.
La tibia mañana pasó demasiado pronto. Pequeños momentos, que se volverán recuerdos.
De regreso
La niña va dando saltitos, Lucas camina un poco más atrás, el ángel es tan pequeño aún, suspira.
—Estoy ansiosa, ya quiero ver a las hadas, dice Isabel, con entusiasmo.
Quizás no podamos ver a las hadas, contesta Lucas.
Isabel guardó silencio un momento, para luego comenzar a sollozar.
Un caballero debe mantener su promesa, piensa Lucas, entonces la toma de los hombros. —Te prometí que verías a las hadas, yo, las traeré para ti.
Isabel sonríe... Lucas no sabe como hará para cumplir su promesa, pero verla sonreír es la cosa más bonita del mundo.
Isabel suspira, le gustaría vivir más cerca de la colina.
—Construiré un castillo en el lugar de la casa abandonada, será mi hogar, dijo Lucas.
Isabel pestañea. —¿También será mi hogar?
—Si quieres puedes vivir también en el castillo.
—¡Sí! Tendrá muchos balcones de donde colgarán muchas flores de todos los colores y enredaderas en las murallas. También tendrá un invernadero y una gran biblioteca, —dijo, Isabel, con entusiasmo.
—Como caballero que soy, prometo que construiré el castillo más fabuloso para ti, —contestó Lucas.