En las cortas vacaciones de mediados de año, los niños siguen construyendo recuerdos.
Continuamente Lucas y Manolo compiten por todo. Se pelean para luego continuar tan amigos como siempre. A Nino no le gustan esos juegos tan bruscos, prefiere sentarse al lado de Isabel y tejer sueños en el cielo.
El otoño llegó rápido.
El señor García barre las hojas secas del jardín, a veces lleva a Lucas y por supuesto el niño acepta sin reclamar, jamás despreciaría una oportunidad para ver a su amiga.
El señor Johnson permitió que su hija, Isabel, invitara a sus amigos a jugar. Frecuentes se hicieron las visitas de Manolo y Nino a la mansión. Lucas juega con ellos.
El señor García hace una mueca cuando los ve correr por el jardín, piensa que tal vez su hijo anhele los lujos de la mansión. Pero él no sabe que el único brillo que anhela Lucas está en los ojos de Isabel.
Tres años han pasado desde aquella amistad. Lucas, ya cumplió quince años, se ha convertido en un caballerito muy apuesto e Isabel, de catorce años, es una bella damita. Ambos mantienen su inocencia infantil y su mundo de colores.
Por aquellos días, las campañas políticas se hacen más agresivas, el señor Johnson viaja y se ausenta de la mansión por semanas. Su meta es ser gobernador de toda la provincia. Por eso permite que su hija, tenga más libertad y juegue con los hijos de sus empleados. Es una buena táctica para captar votos a su candidatura.
Sin embargo, muchos empleados y gente del pueblo, han hablado con el señor García, le instan a que se “candidatee”, tiene lo necesario, carácter e inteligencia. De seguro todo el pueblo y alrededores votarían por él.
Después de pensarlo detenidamente y negarse en varias oportunidades, sucedió algo que al señor García le molestó. El Johnson no apreció su trabajo en el jardín, ordenó construir un quincho con tarima, para poder dirigirse a sus votantes. Varios rosales fueron aplastados, el trabajo de varias temporadas.
Isabel está muy triste, el panorama es desolador... tantas bellas rosas aplastadas, tiradas a la basura.
Finalmente, el señor García aceptó ser candidato.
Por otra parte, el señor Johnson se mofa, —qué oportunidad puede tener un jardinero, sin educación, sin recursos y en tan poco tiempo de campaña.
Mientras el sol los acompaña por algunos días más, los niños siguen construyendo recuerdos. Ajenos a las disputas políticas de los mayores.
Por las noches el señor García recibe a sus amigos quienes lo apoyan en su campaña política.
La señora Amanda entusiasta.—Si mi esposo llega a ser elegido gobernador, será un sueño hecho realidad, ya imagino al prepotente del señor Johnson y su orgullo pisoteado.
El invierno llegó antes de tiempo, las lluvias caen torrenciales y los caminos están intransitables, por lo cual Lucas no puede ver a Isabel.
Las clases fueron suspendidas y cualquier actividad al aire libre.
Tampoco han podido ir a la colina, sería peligroso, la lluvia ha removido algo de terreno provocando deslizamientos.
El muchacho debe conformarse con mirar por la ventana, la lluvia que cae copiosa. Mientras Isabel, con la ilusión de ver a su caballero, dejó la ventana abierta y se durmió.
Despertó con fiebre. Todos en la mansión saben que la señorita no posee buena salud.
El señor García llegó a su casa, se quita la chaqueta mojada y se arrima frente a la chimenea. Su esposa le sirve un tazón de café.
—La lluvia amenaza con empeorar, dijo, el señor García.
—¿Llevaste el encargo a la cocinera de la mansión?
—Se lo entregué, pero no pudo hablar con ella... Todos están de arriba para abajo porque la señorita se enfermó, —contestó.
Lucas está pálido.
—Por lo que supe, el médico ya la vio, (hace una mueca) son los privilegios de ser ricos.
El señor Johnson por primera vez se nota preocupado, ha permanecido al lado de Isabel, coloca paños húmedos en su frente.
El señor García hace una mueca. —Niños ricos, son tan frágiles... Por supuesto, no saben lo que es trabajar desde niños.
—No es momento para esos comentarios. Recuerdo que cuando Lucas era más pequeño, unas plantas fueron vitales en su recuperación, dijo Anne.
—Esas plantas crecen en lo más alto de la colina, contestó la madre de Lucas.
—¿Y si alguien va por ellas?, propone Anne.
El señor García arruga el ceño. —Con este aguacero, imposible. Además, quizás solo sean berrinches de niña rica.
—No debes hablar así, es una niña y no tiene culpa de haber nacido en cuna de oro.
Nadie se dio cuenta, nadie se percató, cuando el joven caballero salió de la casa.
Conoce la colina como la palma de su mano, y conoce las dichosas plantas.
Ninguna tormenta es tan fuerte como su amor por Isabel.
—Por favor, dice, espera un poco más, no te vayas al cielo.