Recordando mi Primer Amor

Capítulo 22

En la mansión Johnson

Isabel se vistió con su vestido de primera comunión. Colocó alrededor de su cuello un collar de perlas. Se cubrió con una capa de terciopelo y salió sin ser vista.

Lleva una mochila con algunas mudas de ropa y un retrato de su madre, que sacó del cuarto de su padre. Le dejó una carta. ”No te preocupes, papá, seré tan feliz como lo fuiste con mamá... te amo. Tu hija Isabel.”

Al llegar a los pies de la colina, los niños la están esperando con el carrito adornado con cintas blancas, Nino sonríe, coloca una tiara de flores sobre su cabello.

El caballero se quedó mudo por un breve instante, luego, alza las manos como suelen hacerlo los niños en la escuela y recita palabras dulces para un tierno ángel. Le entregó un ramo de lirios blancos.

Manolo rueda los ojos. —Dense prisa, antes que alguien pase por aquí.

Isabel subió al carruaje, Lucas y Manolo tiraron del carrito, mientras Nino, va dejando un camino con pétalos de rosa, un ramo que sacó del jarrón de su casa.

En la casa abandonada, están los candelabros y las velas sobre el mantel. Todo está listo, sobre una mesa construida por un tablón sobre dos troncos. Los musgos de las paredes adornados por hiedras y flores silvestres se cuelan por las ventanas, dan un ambiente mágico.

Luego de algunos minutos...

El ministro de fe, Manolo, viste la túnica, espera en el altar. Nino es el padrino y canta mientras Lucas e Isabel caminan tomados de las manos, por la alfombra de trébol que ha crecido entre las tablas del piso.

Manolo carraspea, imitando al párroco.

—Hermanos, pausa, estamos aquí, para unir en matrimonio a este niño y a esta niña en sagrado matrimonio.

Manolo toma su papel de párroco muy en serio, —¡hay alguien que se oponga a esta boda!?, hable ahora o calle para siempre.

...

—¡Miau!

...

—¡Gatito, gatito!, gritaba Isabel, entusiasmada, lo persigue por toda la casa, hasta que lo atrapó, lo acaricia... el gatito ronronea.

Lucas tiene una mueca pintada en la cara, —ignorado por un gato.

—¿Podemos quedarnos con el gatito?, preguntó la niña con un incesante pestañeo.

—Este...

—Por favor, (pestañeo irresistible)...

—Yo lo cuidaré, dijo Nino, además pronto tendrán que emprender el viaje a nuevos mundos y será peligroso tal travesía para tan pequeño gatito.

Manolo rueda los ojos.

El ángel hace un puchero.

El honorable ministro carraspea, —prosigamos.

—Tú, niño, Lucas García, aceptas a Isabel Johnson como tu esposita, para amarla, respetarla y bla bla...?

—¡Acepto!

Antes que el honorable ministro Manolo haga nuevamente la pregunta, Isabel ya respondió —¡si quiero!

Todos ríen

Entonces intercambiaron anillos, de fantasía, que habían comprado en la feria hace semanas atrás.

—Entonces los declaro, este... casados.

Nino se limpia una lágrima.

Manolo carraspea. —oye tonto, ya puedes besarla.

Lucas sintió que sus mejillas arden como fuego, Isabel cierra los ojos.

El caballero está paralizado.

Ella abre los ojos, hace una mueca, entonces, se empinó, lo agarra del cuello y lo besó en la mejilla.

Manolo ríe, —ya sabemos quién mandará en casa.

Nino aplaude, mientras el gatito juega con un diente de león.

Las mejillas de los recién casados, están coloreadas de un profundo rojo perlado.

Después de la ceremonia, bailaron el vals de rigor, tarareada por Manolo y Nino.

Manolo y Nino tomaron “prestado” un pastel de la de la tienda, también jugos, chocolates y galletas.

Cuando comienza a atardecer...

—Ahora no podrán separarlos nunca jamás.

Se despidieron de sus amigos, quienes prometieron cuidar bien del gatito y llevarles víveres al día siguiente.

Cuando se quedaron solos hubo otro pequeño y fugaz beso, en la mejilla. Empezaba a hacer frío, ya es principios de invierno. Se cobijaron con una manta, hablaron de sus sueños, de como convertirán esa casa abandonada en un castillo rodeado de puentes de arco iris y balcones colgantes de flores...—Quiero un piano, dijo Isabel, para esperar a su esposito, con una hermosa melodía, luego de un largo día de trabajo. Ser caballero no es fácil, atrapar dragones, enfrentarse a gigantes, rescatar princesas y ángeles. También habrá una mesa infinita con toda clase de delicias, lo que queramos... Y cuando seamos viejitos, dice Lucas... Isabel hace un puchero. —Yo nunca envejeceré.

El caballero sonríe. —Será como tú quieras.

Miran el techo, la noche está más oscura que otras noches. No hay luna ni estrellas.

—No debes sentir miedo.

—No tengo miedo, mientras estés siempre a mi lado.

El caballero la abraza, esa tibieza no la quiere dejar de sentir jamás. Es tan cálida y pura que una estrella solitaria los quiso acompañar.

—Algún día subiré a un globo rojo y volaré hacia el cielo, dijo Isabel.

—¿Me llevarás contigo?, preguntó Lucas.

—Por supuesto, cada vez que estemos tristes subiremos y lo llenaremos de hermosos recuerdos.



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En el texto hay: primer amor

Editado: 08.01.2024

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