Recuérdame

Soledad

Dos días habían pasado ya de la fiesta en el palacio y Armony estaba esperando en el vestíbulo del hotel a sus dos admiradores, dispuesta a disfrutar de una jornada que hacía tiempo anhelaba. A pesar del entusiasmo que la invadía también se sentía muy relajada.
El sillón en el que estaba era muy cómodo y el vestíbulo, a su vez, moderno, lujoso y bien iluminado; además, y como un detalle especial, una exposición de pinturas de un artista actual decoraba las paredes durante esa semana, dándole a todo el ambiente un toque de distinción.
Aunque era de mañana y los turistas solían llegar en esas horas no había mucha actividad aún, todo estaba inusualmente muy tranquilo y apacible.
A través de los grandes ventanales que daban a la calle se podía ver a la perfección la gran plaza que estaba frente al hotel: el pavimento aún estaba mojado por la escarcha de la mañana, los peatones iban muy abrigados y el viento gélido que soplaba en el exterior había convertido en estalactitas de hielo a las gotas de agua que se atrevían a caer fuera de las fuentes y los bebederos, donde aún no daba el sol.
Resguardada del frío exterior, Armony estaba tomando un café caliente que se había servido de una de las máquinas expendedoras que estaban ahí, en el vestíbulo y a pocos metros cerca suyo.
«Una de las cosas que más me gustan del invierno es el poder tomar algo caliente, bien abrigada y a reparo del frío», pensó mientras contemplaba la ciudad, aún cubierta en algunos sectores con la fina capa de nieve que se había precipitado fugazmente la noche anterior.
Entonces dio un largo suspiró mientras veía el hermoso y enorme árbol navideño, de más de veinte metros de altura, que se encontraba en medio de la plaza y que le traía recuerdos de sus navidades pasadas.
El carácter solitario de Armony la había vuelto una experta en disfrutar de los detalles que por lo general pasan desapercibidos para las demás personas, así como en la interacción introspectiva con sus sensaciones y recuerdos.
A pesar de que la mañana había empezado con pocas nubes, en una pantalla de televisión que colgaba en una de las paredes del vestíbulo se podía ver el pronóstico del tiempo, que anticipaba un día frío, con un cielo mayormente despejado, pero desmejorando hacia la noche.
Armony estaba llena de energía y preparada para las actividades del día, sin embargo en el fondo de su corazón sentía tristeza por su soledad..., la cual sabía que volvería indefectiblemente cuando este día finalizase. Ya se había acostumbrado a ser melancólica y a estar triste en ciertos instantes de su vida que se mezclaban con su felicidad.
En lo referente a la soledad, y principalmente por ser hija única, su carácter la había vuelto más impermeable a sus embates y hasta había aprendido a disfrutarla por momentos, sacándole buen partido en ocasiones. Usualmente la aprovechaba para concentrarse en sus interminables prácticas de violín y para aprender cosas nuevas; «el crecimiento interno es amigo de la soledad» era una frase que solía repetirse a sí misma.
Mientras esperaba la llegada de sus admiradores y simplemente para pasar el rato, Armony tomó una revista de variedades que se encontraba sobre una pequeña mesa cercana y comenzó a hojear someramente los diversos artículos que estaban escritos, sin darles mucha importancia; hasta que uno en particular le llamó la atención. En él se abordaba un tema que siempre la había inquietado desde pequeña: el artículo trataba sobre la diferencia entre los niños que eran hijos únicos con respecto a los que tenían hermanos.
«¿Cómo sería tener una hermana, me pregunto?; ¿sería como tener una amiga incondicional con quién compartir todo desde la infancia? Creo que me hubiera gustado tener a alguien así en mi vida... Me sentiría más acompañada, de eso no me cabe ninguna duda; tendría a alguien con quien charlar de mis sentimientos más íntimos, a alguien en quien buscar apoyo en los momentos más difíciles... No tendría que afrontarlo todo sola. Seguramente la estaría llamando por teléfono en este mismo instante, para conversar de cualquier cosa mientras espero. En fin, creo que eso nunca lo sabré», pensaba Armony en silencio mientras leía y su mente divagaba.
En lo más recóndito de su alma, esos deseos insatisfechos la acompañaron desde que era pequeña, pero siempre esa tristeza que sentía era combatida por pensamientos que la consolaban:
«¿Mi vida sería más feliz ahora? Me imagino que sí, pero solo si nuestra relación fuera buena, no todos los hermanos se llevan bien entre ellos, también podría tener una relación muy mala y conflictiva. Podría haber envidia y celos sin sentido... Esos sentimientos siempre llevan a cometer los peores actos imaginables y terminan arruinando la convivencia y cualquier clase de relación, por más fraternal que sea.
También debería de considerar cómo habría sido mi vida sin la atención exclusiva de mis padres. Todos los recursos que ellos tenían estuvieron siempre, y de manera exclusiva, a mi entera disposición: todo su amor, sus cuidados y su preocupación en mi educación... La vida de ambos comenzó a girar en torno mío desde el día en que nací. Tanto su tiempo como sus expectativas se enfocaron absolutamente en mí; claro que también fue siempre mucha la presión que soporté, pero me acostumbré y la pude manejar sin problemas... He reído más veces de las que he llorado y todos mis esfuerzos han valido la pena, me siento tan orgullosa de mí misma ahora y de lo que he logrado. ¿Cómo habría sido mi personalidad actual de no haber vivido así?»
Al leer la revista se sintió respaldada en sus convicciones:
«Siempre los hijos únicos sienten una separación de los hijos que tienen hermanos. El ser hijo único forja el carácter de un modo especial y diferente sin duda. La crianza es muy distinta también: la atención de los padres es completa, no existe la rivalidad ni la competencia con un hermano, pero como contrapartida hay siempre presente una exigencia total y en todo aspecto, tanto externa como internamente. Se siente soledad en muchos momentos, pero también un orgullo muy grande por afrontar el rol de hijo sin ayuda, en solitario y lograr salir airoso.
La carga y la presión que ejerce la soledad sobre la persona es grande “la presión convierte el carbón en diamante, aunque también en polvo” y esa metáfora es cierta, todo depende del peso de la carga y de la persona que la sobrelleva.
La soledad también implica libertad. Cuando se está solo no se rinden cuentas a nadie ni se ocupa uno más que de uno mismo, suena egoísta y lo es, pero “el egoísmo es una de las facetas de la libertad”, no se puede ser completamente libre si no se es absolutamente egoísta... y el egoísmo conduce finalmente a la soledad.
Estar solo también es peligroso, es mejor tener un gran crecimiento interno, con buenas y sólidas bases de conducta, para evitar desviaciones hacia rumbos negativos y autodestructivos.»
El artículo le resultó sumamente interesante, ya que iba en sintonía con esos pensamientos recurrentes y que volvían cada tanto a su mente cuando divagaba en soledad. El tema realmente la obsesionaba y pensaba muy seguido en ello...
—¡Armony!, ya estamos aquí, ¿estas lista? Steven nos espera en el auto; se detuvo momentáneamente aquí cerca, enfrente; ¿nos vamos? —le preguntó Valery, haciéndola reaccionar, ya que Armony estaba absorta en sus pensamientos y ni siquiera había notado su presencia en el vestíbulo del hotel.
—¡Hola, Valery! Me sorprendiste, estaba distraída —dijo Armony mientras se ponía de pie—. Veo que acerté con mi vestimenta —agregó al notar el abrigado atuendo de ella que llevaba puesto: un tapado pesado, guantes y unas botas cortas— ¿Hace mucho frío afuera?
—Sí, pero va a mejorar para cuando lleguemos a Kiel, según lo que vi en internet... No te preocupes, así estás bien abrigada —Armony vestía igual que ella salvo por los guantes, que no llevaba, y la capucha que su abrigo tenía incorporada—; Kiel es una ciudad costera, el mar regula su temperatura de manera diferente a una ciudad como esta, hace al clima más estable y benigno.
Cuando salieron del hotel sopló una ráfaga de viento y Armony sintió el brusco cambio de ambiente, el frío era realmente intenso.
—¡Que frío hace! —dijo Armony escondiéndose más aún dentro de su abrigo.
—¡Sí, vamos rápido, Armony, sígueme, es ese auto gris! —le gritó Valery y fueron corriendo mientras se reían de la situación.
Armony se sentó en la parte trasera del auto mientras que Valery lo hizo en el asiento del acompañante, con Steven al volante.
—Buenos días, Armony.
—Buenos días, Steven. Que hermoso auto tienes, es tan espacioso y bien equipado... y nuevo también, por lo que veo.
—No es mío, Armony, es de la compañía. Siempre nos dan vehículos de última generación —le respondió él mientras emprendían el viaje.
La mañana soleada hizo que el viaje de cuatro horas desde Copenhague hasta Kiel pasara muy rápido para Armony. Durante el panorámico recorrido cruzaron grandes puentes y ciudades muy pintorescas, las anécdotas que compartieron fueron divertidas y originales, rieron mucho y se entretuvieron, hasta que finalmente llegaron a la ciudad de Kiel en Alemania.
Cuando bajaron del auto, Armony pudo ver lo bien vestido que estaba Steven; a pesar de estar abrigado con un sobretodo y guantes, su impecable ropa continuaba siendo a medida y le quedaba perfecta. Indudablemente la elegancia era el sello distintivo de él.
—Bien, Melody, ya estamos aquí —dijo Steven sin percatarse de su desliz al pronunciar el nombre con el que la había llamado.
—«¿Steven me acaba de llamar Melody? Que extraño, se confundió con mi nombre», pensó Armony sin darle mayor importancia al hecho, «¿Será por la semblanza que hay entre Melody y Armony? Supongo».
Steven continuó diciendo:
—Déjame hacerte una pequeña reseña de la historia más reciente de esta bella cuidad: a través de todo su sector noreste Kiel tiene una gran salida al mar Báltico; esto le ha dado, ya desde su fundación, las características propias de una ciudad marítima. Fue desde 1860, y continúa siendo hasta la actualidad, uno de los principales puertos de Alemania. Eso provocó que durante la segunda guerra mundial, en diciembre de 1943, fuera prácticamente arrasada y reducida a escombros por los bombardeos de las fuerzas aliadas... Sin embargo, una vez finalizada la guerra, la ciudad fue completamente reconstruida; es por eso que en la actualidad tiene un carácter moderno al tiempo que se encuentra llena de diversas industrias.
—Veo que te gusta la historia, Steven.
—Me fascina, Armony; de hecho, toda la historia me apasiona, y no solo la de las grandes naciones, sino también las pequeñas historias, las que pertenecen a personajes no tan conocidos y a objetos que históricamente no aparentan tener gran importancia. Es increíble pero muchas veces, a lo largo de la historia, cosas que en apariencia han sido intrascendentes han cobrado una importancia superlativa y que ha pasado desapercibida hasta para los principales protagonistas...
Steven parecía hablar de algo más de lo que expresaba con sus palabras, parecía estar haciendo referencia algo en concreto y que no quería mencionar específicamente. Se lo veía en su mirada, que había cambiado de manera sutil... y continuó diciendo:
—El tema es profundo y viene de la más remota antigüedad. No sé si lo conoces, Armony, pero hay un proverbio chino que dice: «El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo».
—Sí, conozco ese proverbio y lo he escuchado muchas veces; hace referencia a como se enlazan los hechos unos con otros generando a veces acontecimientos de mayor magnitud.
—Todos estamos en este mundo por algún motivo, Armony, y nuestra estancia en esta vida es siempre por alguna razón valedera que habitualmente ignoramos. Todo lo que sucede tiene implicancias y consecuencias, tanto en nuestras vidas como en la de los demás; a veces de manera inmediata y en otras ocasiones a muy largo plazo. Hay muchos pequeños eventos que pasan inadvertidos en nuestro día a día, pero que provocan reacciones en cadena, que pueden crecer en intensidad y terminar desencadenando eventos mucho más grandes; son auténticos nexos en los que la historia puede cambiar de rumbo, para bien o para mal...
—Se también una antigua leyenda inglesa que dice algo por el estilo y que seguramente tú conoces —agregó Armony—. Si mal no recuerdo dice algo así como:
«Por culpa de un clavo, se perdió la herradura;
por culpa de la herradura, se perdió el caballo;
por culpa del caballo, se perdió el jinete;
por culpa del jinete, se perdió el mensaje;
por culpa del mensaje, se perdió la batalla;
y por culpa de la batalla, se perdió el reino».
Steven asintió con su cabeza sonriendo y agregó:
—Como verás, Armony, muy diversas culturas conocen ancestralmente como los pequeños hechos llevan implícita una sinergia tal que finalmente desencadenan grandes acontecimientos. Siempre hay que ser muy cuidadosos con los detalles, nunca sabemos hasta donde se pueden extender las consecuencias.
En ese instante se hizo un impasse que generó una extraña tensión casi imperceptible.
—Muero de hambre, ¡Vamos a almorzar algo! —dijo Valery rompiendo completamente el momento, y los tres se dirigieron a un restaurante de la zona, que Steven conocía de antemano.
—En este lugar sirven los más tradicionales platos alemanes que te puedas imaginar, te van a encantar, Melody —dijo Steven sin pensarlo y equivocándose otra vez.
—¿Melody? Es la segunda vez que me llamas Melody —dijo Armony confundida y un poco molesta ahora, como toda mujer cuando un hombre se equivoca con su nombre.
—Perdón por el acto fallido; es que se trata de una amiga mía a quien tú me recuerdas mucho... Ella también ama la música y es encantadora y hermosa, como tú —replicó él tratando de justificarse y disculparse al mismo tiempo con solapados halagos.
—No comamos nada muy pesado porque, cuando terminemos, quiero recorrer la ciudad y visitar el faro —interrumpió enfáticamente Valery cambiando de tema con rapidez.
El almuerzo fue breve, pero satisfactorio, y los tres partieron a recorrer la ciudad.
El sol brillaba y aunque se sentía cálido y agradable, Armony llevaba puesta la capucha y sus manos en los bolsillos porque era muy friolenta.
Por todos lados se veían embarcaciones de diversos tamaños y formas, algunas a motor y otras a vela; inclusive había grandes barcos antiguos que estaban tan bien conservados que parecían nuevos y recién construidos.
Armony estaba tan encantada con todo lo que veía en Kiel que ni se acordó de su fobia por el agua helada, estaba disfrutando de la espectacular ciudad a pleno.
Al verla tan absorta con las embarcaciones, Steven aprovechó para hacer uno de sus comentarios pintorescos:
—El evento más importante para esta región es la Semana de Kiel, que se celebra en la última semana completa de junio. Es, junto con la Semana de Cowe, una de las competiciones de barcos a vela más importantes del mundo y la fiesta popular más grande del norte de Europa.
Steven parecía todo un guía de turistas, sabía mucho de la ciudad y no paraba de hablar:
—Por allí están los astilleros Howaldtswerke-Deutsche Werft, son algo realmente impresionante, se encuentran comprendidos entre los más grandes del país; para que te hagas una idea, Armony, en ellos se fabrican los más modernos submarinos del mundo.
Armony, mientras tanto, disfrutaba la ciudad a su particular modo. Lejos de los nombres y hechos históricos, el espectáculo para ella pasaba por otro lado muy diferente: los distintos tipos de embarcaciones a vela, una más impresionante que la otra; los paseos públicos, que eran hermosos y bien cuidados; los edificios antiguos y modernos, que coexistían llenos de un encanto marítimo especial; la suave brisa marina, que soplaba apacible; y los tibios rayos del sol que daban el calor justo... Estaba relajada y muy feliz contemplando todo esto, sin advertir lo que a pocos metros de ella y en voz baja Steven le decía a Valery:
—No es la reacción que se supone debería tener, está alegre y lo está disfrutando. Esto confirma que no se trata de ella.
—Sí, es cierto, algo no encaja... No me importa si ella llena el perfil en un 90 por ciento, no parece ser nuestro objetivo. Debería sentirse sumamente incómoda después de lo que le pasó aquí —reafirmó Valery—. Vamos a hacer la prueba definitiva y a terminar con esto de una buena vez por todas, llevémosla al faro y acabemos con esto, es lo más cerca que podemos llegar.
Steven asintió con la cabeza una vez discretamente y desviando la mirada hacia Armony le gritó:
—¡Armony, vamos a visitar un faro especial que les va a encantar a las dos!
Armony sonrió inocentemente y apuró el paso hacia ellos.
—¡Sí, vamos! Quiero verlo, todo es tan hermoso hoy. Adoro los barcos, el ambiente marítimo y todo esto; tengo muchas ganas de ver un faro...
En ese momento Armony se detuvo de súbito.
—¿Qué te pasa, Armony? —le preguntó Valery.
—No lo sé... Me sentí espiada por un instante, creí que alguien me estaba observando —respondió dándose la vuelta y mirando en todas direcciones.
—Yo no noto a nadie que nos esté espiando —le dijo Steven.
—Fue solo algo que te pareció, Armony; no le des importancia, mejor vamos al faro —sentenció Valery tomándola de la mano y apurando el paso.
Y fue así que se dirigieron a ver un faro en particular, que era un lugar muy especial, al cual Steven y Valery habían decidido llevar a Armony con un oculto propósito.
El faro era bastante antiguo, muy alto y grande, de aspecto sólido y pesado, seguramente pensado para resistir los embates de las más furiosas olas por años. Se encontraba ubicado en un peñasco alto, una saliente de roca que estaba unida con el continente por un sinuoso estrecho rocoso de varios metros de ancho, se llegaba a él por un prolijo camino de cemento construido sobre la roca sólida y que copiaba su caprichoso diseño natural; todo el recorrido estaba cercado a ambos lados por una valla que protegía a las personas de caer al mar, lo que significaría una muerte segura contra las filosas rocas de la orilla.
Rodeando la base del faro había un gran patio, era un sector muy amplio que servía de mirador a los visitantes y contaba con la misma valla protectora que el camino de acceso, tenía dispuestos varios bancos para que la gente se sentara y telescopios para mirar a la distancia. En ese momento había unos pocos turistas por allí.
Una vez dentro del faro se podía ver que estaba muy bien restaurado y pensado principalmente para ser una atracción turística además de preservar su funcionalidad original; se apreciaba también que alguna vez había sido la vivienda de un solitario guardián, que se encargó de cuidarlo y mantenerlo durante largos años, seguramente.
Subieron entonces por una interminable escalera caracol que conducía hacia la parte superior, cada ventana por la que pasaban daba una vista más imponente que la anterior; durante todo el ascenso en las paredes se podían apreciar fotos antiguas y modernas del faro durante tempestades colosales, con olas altísimas que rompían en los riscos de roca sólida con una fuerza impresionante, algunas fotos eran de día y otras, las más aterradoras, de noche... Armony sintió escalofríos solo de verlas.
—Que tormentas impresionantes ¿Verdad, Armony? —le dijo Valery al verla pálida—. Por cierto, y hablando de impresionarse, no mires hacia abajo... si tienes vértigo. —De inmediato Armony, como pasa habitualmente ante esa clase de advertencias, miró hacia abajo:
—¡Oh, por Dios! —dijo agarrándose fuerte de la baranda y poniéndose más blanca aún del susto, al ver el recorrido de la escalera en espiral desde arriba.
—Te advertí que no miraras —le recalcó Valery tarareando sus palabras y ambas terminaron riéndose.
El sonido de los pasos sobre los escalones de metal resonaban por toda la estructura. Cuando llegaron a la parte superior salieron al balcón circular que rodeaba al faro y que ofrecía una vista sin igual, el aire olía a mar y la brisa soplaba permanentemente, acompañando el sonido de las olas que no dejaban de llegar en ningún momento.
—Estoy impresionada, nunca lo imaginé así ¡Es tan hermoso! ¡Gracias por haberme traído a ver todo esto! —dijo Armony extasiada y sin advertir las miradas que Steven y Valery cruzaban en silencio por detrás de ella, moviendo sus cabezas con sutiles señales de negación.
Recorrieron la parte superior del faro completamente, tanto por dentro como por fuera, hasta que al final bajaron nuevamente por la larga escalera caracol, y se detuvieron a descansar por un momento en el gran mirador al pie del faro.
Armony disfrutaba a pleno cada etapa del recorrido, no dejaba de sonreír y eso incomodaba mucho a Steven, que disimulaba muy bien su frustración. En un último intento de averiguar lo que él y Valery tan secretamente pretendían, miró a Armony a los ojos y le dijo:
—A veces el visitar algunos lugares que no conocía previamente avivan en mí imágenes, que son como memorias olvidadas; dime, Armony, todo esto ¿No te recuerda nada acaso? ¿No evoca algo especial en ti?
Armony lo pensó un momento y aunque la pregunta le resultó bastante extraña, le respondió con sinceridad:
—No, salvo algunos recuerdos de mi niñez, que son muy placenteros, el día de hoy es algo único que disfruto en tiempo presente y sin recuerdos alegóricos a nada en particular. Este será un día que atesoraré entre los mejores, por el resto de mi vida. —Las palabras de Armony acompañadas por una alegre sonrisa, calmada y feliz, terminaron de convencer a Steven de que ella no era la persona a quien ellos buscaban con tanto afán.
—Bien, entonces... —dijo él asintiendo con la cabeza y la miró fijo durante un instante más, buscando una reacción que no iba a encontrar.
—¡Steven! —le dijo Valery al notar lo extraña que parecía ser su actitud y temiendo que Armony sospechara algo.
—Señoritas, voy a comprar un café para los tres; así tomaremos algo caliente antes de irnos ¿Qué les parece?
Ambas asintieron.
—Ve, Steven; yo me quedaré aquí junto con Armony mirando a los barcos pasar.
Steven se retiró dejándolas a solas por unos momentos más.
—Cuan caballeroso es Steven, es además muy bien parecido, y luce siempre tan elegante vestido con sus trajes a medida; no pude evitar observar que inclusive su abrigo es a medida también. Dime, Valery, ¿Ustedes son solamente amigos o hay algo más? —preguntó Armony curiosa y con un tono picaresco.
—Somos estrictamente amigos y colegas de trabajo también —respondió Valery riéndose con picardía—. Steven siempre ha sido así desde que lo conozco, le encanta vestirse bien, es muy cuidadoso cuando elije su ropa y tiene muy buen gusto.
—Por cierto, Valery, no les pregunté aún y es hasta ahora que lo mencionas que recién lo noto, dime ¿De que trabajan ustedes dos? Steven mencionó algo de una compañía, que era las que les proveía de los autos...
Valery quedó en silencio por un instante, no había pensado que decir en una situación así y no podía decirle la verdadera naturaleza de su trabajo a Armony.
Nerviosa, tuvo que improvisar algo con rapidez:
—Trabajamos en una compañía internacional que está relacionada con inversiones por todo el mundo. Steven y yo nos encargamos del procesamiento de datos... Es una tarea de oficina bastante aburrida, por eso no hay mucho que contar realmente. —La tensión en el rostro y la voz de Valery eran difíciles de disimular.
Se hizo un silencio incómodo para ambas.
En ese momento Valery se dio cuenta de que debía decirle a Steven acerca de esta nueva mentira que acababa de improvisar para así evitar caer en alguna contradicción delante de Armony.
—¡Cuánto tarda Steven! Y solo fue a buscarnos un café —se quejó Valery y agregó—. Espérame un momento aquí, Armony, voy a buscarlo y a ver que lo demora tanto... No te vayas —le dijo con una falsa sonrisa y se retiró con paso presuroso, dejando a Armony sola y apoyada en una baranda al pie del imponente faro.
Pasaron unos instantes solamente...
—¡Qué hermosos que son los barcos! ¿No le parece así, señorita? —Un hombre desconocido le hizo esta pregunta a Armony queriendo establecer una conversación con un aire de familiaridad que era un tanto inusual.
Armony desvío su mirada hacia aquel desconocido, que estaba apoyado en la misma baranda que ella a solo un par de metros hacia su derecha y lo recorrió de pies a cabeza.
Era un hombre que vestía zapatos náuticos color beige, un pantalón vaquero azul, un pesado abrigo negro y guantes de cuero haciendo juego; parecía casi de su edad, apenas unos tres años mayor que ella, así como también un poco más alto, de contextura física fuerte y rostro agradable; sus facciones, regulares y masculinas, eran resaltadas por una bien delineada y muy corta barba negra; su cabello asimismo era de color negro y corto, levemente ondulado, prolijo y bien peinado... Todo su aspecto era muy atractivo, sin embargo fue su voz la que le resultó particularmente seductora a Armony.
—Los barcos para mí representan la libertad de recorrer el mundo, de atracar en cualquier puerto, de conocer paisajes paradisíacos y destinos exóticos, de ver puestas de sol inolvidables y cielos nocturnos con más estrellas de las que jamás se podrían ver desde las grandes ciudades —agregó él.
A pesar de ser más bien tímida, sobre todo con extraños, a Armony este hombre le transmitía algo distinto, algo especial, algo que la atraía irresistiblemente a conocerlo más y las palabras brotaron de sus labios sin dificultad:
—Estoy de acuerdo a mí también me parecen fascinantes; aunque nunca antes los había podido contemplar como hoy... Es la primera vez que visito una ciudad costera de este modo, como turista me refiero —dijo con una sonrisa encantadora.
De una manera muy seductora, ella volvió a mirar hacia el mar invitándolo a continuar con la conversación.
—Me imagino que con la dedicación que le exige su talento poco tiempo le debe de quedar para estos recorridos recreativos —le respondió el extraño.
Armony se sintió halagada al saberse reconocida por este hombre y de inmediato se sonrojó, como le ocurría habitualmente.
—¿Conoce algo de mí acaso? —preguntó ella suponiendo de antemano su respuesta y flirteando un poco con este extraño que le resultaba tan atractivo.
—Por supuesto, señorita Heart, me encanta la música clásica y es usted toda una estrella en ese ámbito. La he escuchado y tiene un don único para tocar el violín.
Armony, avergonzada y orgullosa al mismo tiempo, en silencio solo atinó a mantener la sonrisa que tenía desde que vio a este hombre, el cual prosiguió diciendo:
—Cuando estoy en presencia de talentos como el suyo no puedo evitar preguntarme... —Hizo una pausa— ¿Cree usted que su don pueda venir de algún otro lado? Digamos ¿Una vida anterior por ejemplo?
Ella entonces rio disimuladamente.
—¿Le parece graciosa mi pregunta acaso? No me diga que no cree en la existencia del alma.
—Es simplemente que usted es la segunda persona que me ha sugerido en estos días que pueda haber tenido una vida anterior y la verdad es que no lo creo, hay gente que cree en eso y gente que no —le dijo Armony mirándolo a los ojos y luego, desviando su mirada al horizonte, continuó—. Creo firmemente en la existencia del alma, ella es nuestra esencia, es eterna y no se extingue con morir; tiene que ser así, hacemos cosas tan bellas, sentimos con tanta pasión, disfrutamos tanto de la vida que...
Armony entonces volvió a mirarlo:
—He sido educada en la fe católica y en mi religión la reencarnación no tiene cabida —sentenció finalmente al tiempo que sacaba de entre sus ropas una pequeña cruz de plata, que llevaba colgada del cuello con una delicada cadena y se la mostraba—. Creo en el alma, pero no creo en que volvamos del otro lado una vez que nos vamos de esta vida.
El extraño la miró son una leve sonrisa ante sus palabras y le dijo:
—Le voy a contar algo que seguramente le va a resultar muy interesante; conozco muy bien esta ciudad. Kiel es uno de los puertos más importantes de Alemania. Cada día salen ferris y cruceros internacionales hacia Gotemburgo y Oslo, hay servicios regulares a Lituania y San Petersburgo. Durante el verano, el puerto de Kiel es el punto de salida para cruceros por todo el mar Báltico. Hay mucho tráfico marítimo por estas aguas y es por eso que toda la zona está llena de faros como este, para proteger a las embarcaciones.
A veces, desde el momento de su propia construcción y en otras ocasiones, como consecuencia de acontecimientos importantes o asiduos, algunos de estos faros adquieren nombres o apodos especiales... A este faro en particular se lo conoce como: el Faro de las Almas Perdidas.
Al escuchar ese nombre tan inquietante Armony sintió un escalofrío que le recorrió todo su cuerpo de pies a cabeza...
Y el extraño siguió diciendo:
—En este hermoso lugar hubo un terrible doble naufragio. Sucedió hace veinticinco años, en una trágica noche.
Una traicionera tormenta se desató con furia inusitada y casi sin aviso al noreste de este punto, cerca de Suecia —dijo señalando con un movimiento de su cabeza.
De inmediato se envió una alerta a todos los barcos que navegaban por la zona para que buscaran refugio urgente en el puerto más cercano o lejos de las costas.
Lamentablemente el aviso llegó demasiado tarde para dos barcos de pasajeros; se trataban de un crucero grande y, a veinte millas náuticas de él, un ferri más pequeño que se dirigían hacia aquí llenos de pasajeros, y que ya estaban navegando por la entrada al golfo... Dada su posición, no podían retroceder ni buscar refugio alguno.
La tormenta se desplazó muy rápido y con rumbo sudoeste, justo hacia aquí; era como si fuera una terrible bestia cazando a dos indefensas presas, que sabía que estaban huyendo atemorizadas.
Las olas comenzaron a ser cada vez más altas y empezaron a sacudir a los barcos a su antojo, los radares se volvieron inútiles para ambos navíos en medio de la tempestad, la visibilidad se redujo drásticamente, los capitanes no tenían opciones ni instrumentos de navegación que los ayudaran... La luz de este faro era lo único que los guiaba en un oscuro mar embravecido y con olas de varios metros de altura, que rompían en los enormes riscos con una furia pocas veces vista.
Cuando el enorme crucero llego a una corta distancia del faro y se disponía a ingresar en la zona más peligrosa del estrecho, de manera inesperada sufrió una avería en su sistema eléctrico. El navío quedó prácticamente a oscuras, además el fallo afectó a sus motores, deteniéndolos por completo; el barco quedó al garete y a merced de las aguas. El capitán ordenó entonces tirar el ancla para quedar varado justo en ese punto y evitar que las olas arrojaran a la nave contra las mortales rocas que rodeaban la costa.
El faro se convirtió en ese momento en su único protector, con cada giro que daban sus luces lo iluminaban advirtiendo de su presencia a cualquier otro barco que se acercara.
La situación ya de por sí era critica, pero empeoraría aún más... Repentinamente la luz del faro se apagó, dejando todo sumido en la más negra oscuridad.
Enfrentando un mar furioso, con olas de decenas de metros y sin ninguna guía ni advertencia el capitán del pequeño ferri, que se aproximaba al mismo punto, solo atinó a mantener el rumbo como pudo... Siguió navegando y a la espera de que el farero encargado del faro consiguiera reparar la luz que lo había guiado hasta entonces, ignorando completamente que se dirigía en una trayectoria de colisión directa con el enorme crucero, anclado en el medio de su misma ruta.
El tiempo pasaba, la luz del faro no volvía y la tormenta no amainaba; la costa se acercaba peligrosamente. El capitán del ferri sabía bien que sin la luz de este faro sería necesario un milagro para poder sortear los riscos sin estrellarse en ellos, pero aún confiaba en que la luz del faro fuera reparada a tiempo.
Mientras tanto, los ingenieros del gran crucero, aún varado y con sus motores detenidos, buscaban desesperadamente la avería para repararla lo antes posible y poder volver a navegar.
Al cabo de un buen rato de estar prácticamente a ciegas, los ingenieros del crucero lograron restablecer la iluminación del barco. El júbilo invadió a la tripulación pero su alegría duró solo unos instantes, el tiempo justo en que tardaron en advertir lo cerca que estaban de la otra nave... El capitán del ferri, siguiendo la misma ruta que el capitán del crucero, había conducido a su barco a una confluencia en el mismo punto del mar.
La tripulación del crucero no había podido reparar completamente la falla de los motores y, cuando llego el momento crucial, el enorme barco permaneció como un escollo, inerte y sin poder navegar. El ferri trató de reaccionar en cuanto lo vio, pero a pesar de ser un barco más maniobrable y rápido, todo fue inútil...
Segundos después, sucedió lo inevitable y lo embistió de lleno, fatalmente.
El ferry, al ser más chico, fue despedazado en el acto; su fin llego rápido y se hundió en pocos minutos... En cambio el crucero, siendo mucho más grande y pesado, tuvo una muerte lenta y dolorosa.
En el impacto la cadena de su ancla se rompió y el barco quedó a la deriva, severamente dañado y con un gran agujero en su casco, por donde entraba el agua con furia, arrasando todo a su paso.
Los miembros de la tripulación comenzaron a evacuarlo lo más rápido que pudieron; en un último esfuerzo desesperado, lograron botar algunas de las balsas de escape, donde comenzaron a salvar a los pasajeros que podían... Así fue hasta que la enorme embarcación empezó a escorarse de lado, inclinándose y dificultando el rescate de las personas. Entonces las brutales e implacables olas la arrojaron contra los riscos, que la terminaron de destrozar; para hundirla finalmente en las negras y heladas aguas.
Fue solo cuando el enorme crucero ya se hundía sin remedio que el faro volvió a encender su luz y la tormenta amainó. Los que sobrevivieron contaron que fue casi como si el destino dijese de ese modo que la tragedia era inevitable.
Y todo eso sucedió justo aquí, delante nuestro, al pie de este faro...
—Que historia tan terrible —dijo Armony compungida.
—Casi todos los tripulantes de aquellos barcos murieron, muy pocos se salvaron. Fueron tantas las vidas perdidas aquel día, familias truncadas, proyectos extintos, talentos desaparecidos —agregó el extraño y finalizó diciendo:
—Cuando pienso en todo eso, en lo que esas personas podrían haber hecho en sus vidas, por ellos y por los demás..., en sus esfuerzos y sacrificios; creo que la vida no puede ser una fuerza tan frágil como para desaparecer o alejarse, así como así. La vida tiene que tener alguna manera de volver a ser, una manera que no sabemos aún a ciencia cierta, pero que intuimos de un modo ancestral, una forma de subsistir, de continuar, de perpetuarse tanto en el más allá como en este plano terrenal.
El alma tiene que tener el poder de hacer que los sentimientos sigan interactuando, fluyendo entre las personas; permitiendo que los sueños se cumplan, que las metas se alcancen, si no es en una vida, en la siguiente...
En ese momento una sirena de un barco lejano sonó y ambos quedaron callados, pensando y sintiendo el momento mientras la brisa marina soplaba suavemente.
—¡Armony, Armony! Ya lo encontré —gritó Valery desde lejos y por detrás de ella, mientras volvía con Steven y tres vasos de café caliente—. Perdón por la demora, lamento haberte dejado sola —le dijo Valery un tanto agitada por haber apurado el paso.
—No te disculpes, Valery; de hecho, estaba charlando con...
En ese momento Armony se dio vuelta y el extraño que estaba a su lado había desaparecido.
—No importa, parece que ya se fue —agregó sintiendo algo de desconcierto y tristeza por la fugaz aparición de ese hombre, que le había hecho sentir algo especial.
Pasaron las horas y con ellas la tarde entera, y el paseo por la ciudad de Kiel llegó a su fin.
—Sí no queremos llegar muy de noche, es mejor que emprendamos el viaje de retorno a Copenhague —dijo en un momento Steven y así fue que, junto con Valery, llevaron a Armony hasta su hotel nuevamente.
Durante todo el viaje de retorno Armony estuvo distraída y callada; no pudo quitarse de su mente el encuentro con ese anónimo hombre, que de algún extraño modo la había impactado de una manera especial... Realmente habría deseado conocerlo más en profundidad. El por qué desapareció tan de improviso fue un misterio para ella, hasta llegó a considerar que todo fue solo un producto de su imaginación.
Finalmente llegaron al hotel donde se hospedaba Armony y los tres se despidieron:
—Gracias por este hermoso día que pasamos juntos. Espero que alguna vez podamos repetirlo —les dijo Armony al bajar.
—Fue un honor para nosotros dos y nos volveremos a ver en el futuro, con seguridad, Armony —respondió Steven por cortesía.
—¡Hasta la próxima, Armony! —gritó Valery saludándola con su mano mientras el auto se iba con ambos a bordo.
Armony se quedó mirándolos a medida que el auto se alejaba y se perdía de su vista.
Pasó un instante... Todo quedó en calma y silencio.
—Nuevamente sola —susurró Armony mientras suspiraba y sintió otra vez como la soledad regresaba para hacerle compañía.
En el auto, mientras tanto, se vivía una situación muy diferente. Sin nada que disimular ya, Steven le decía a Valery:
—Al final solo perdimos el tiempo. Tenía la esperanza de que ella pudiera ser Melody.
—Yo también, pero en ningún momento vi ni la más mínima reacción de su parte, ni siquiera en el faro. Evidentemente volvimos a fallar —concluyó Valery tan seria como Steven.
—Quiero que te encargues de hacer el reporte final, Valery; y también que lo mandes a la Central esta misma noche.
—Lo haré.
—Quiero que quede bien claro que recomiendo que quiten a Armony Heart de la lista de objetivos potenciales... Definitivamente ella no es la persona a la que buscamos. También recomiendo que se enfoque la investigación en los objetivos menos probables y además que se intensifique la vigilancia sobre Daphne Reef. Tal vez en algún momento tengamos suerte... Debemos continuar con la búsqueda, hasta encontrarla.



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En el texto hay: vidas pasadas, aventura, reencarnación

Editado: 02.07.2022

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