Gael.
Sonríe, se sonroja, lo mira con ese brillo en los ojos, lo mira como solía verme a mí. Jeremías le gusta, le gusta como solía hacerlo. Y por supuesto que sí, si en su mente el tiempo no pasó, en su mente ella está enamorada de él, y el sujeto lo sabe, vi su cara de satisfacción cuando ella lo miraba. No pude con mí enojo, con mis celos.
Me había olvidado por completo de ese idiota, que trabaja con ella, de hecho deje de hacerlo hace mucho tiempo, al principio me preocupaba, pero cuando ella se enamoró de mí dejé de hacerlo.
Y ahora hay un retroceso, en vez de aprovechar mí tiempo con ella, en vez de volverla a enamorar me ocupé de mí trabajo, por supuesto que era necesario, pero lo que importaba más era pasar tiempo con ella, volver a hacer se que enamoré de mí, fue fácil al principio, no tardamos mucho en saberlo y creí que volvería a suceder. Tardó cinco semanas para decirme que me amaba, y ahora ni siquiera me mira, y con sus palabras e indiferencia sé que no siente nada por mí, sí le atraigo, lo sé por cómo me recorre con la mirada como lo hacen muchas, como cualquier mujer lo haría.
Jimena me lo advirtió al igual que Carlota y yo no hice caso, creí que sería como la primera vez. Creí que se enamoraría rápido de mí, pero no lo estoy logrando.
Llegamos a casa y deja su bolsa en el perchero, camina por la sala dirigiéndose a la habitación.
—Estas hermosa —ni siquiera se lo había mencionado, lo noté cuando el idiota se lo dijo, pero no quería que pensará que lo noté cuando él se lo refiero.
—Gracias —responde y sigue su camino, se detiene y gira para mirarme —. Fuiste un poco grosero en echar a Jeremías —está molesta.
—Lo siento si sonó así —ofrezco falsas disculpas, me importa un reverendo rábano si fui grosero o no, el sujeto no me agrada, nunca me agradó, siempre estuvo detrás de ella.
—Claro —rueda los ojos, por supuesto no me creé.
—Solo cuido lo que es mío —reprocho, acercándome a ella.
—Lamento decirte que no pertenezco a nadie —articula desafiante, con firmeza, sin siquiera pensarlo.
—Solías decir lo contrario —le recuerdo, aunque por supuesto que no lo hace, veo en su mirada indiferencia.
—Las cosas cambian —quiero replicar pero no me deja porque se apresura a subir las escaleras, las cosas están más complicadas de lo que pensé, debo empezar a trabajar en reconquistar a mí esposa o la perderé para siempre, debo empezar a luchar ella.
Exhalo frustrado y subo las escaleras arrastrando los pies, pensé que la cena sería diferente, pensé que terminaríamos más unidos.
.
Al día siguiente me levanto como todos los días, me coloco un traje gris y bajo a desayunar, debo cambiar esa cama, no logro descansar correctamente, y estoy seguro a que se debe porque ella no duerme conmigo, estos dos años de casados desde la muerte de mis padres fueron los únicos que pude dormir plácidamente, y sé que si no lo hago con ella seguirá igual, pero igualmente cambiaré la cama y el colchón. Extraño a mí esposa, extraño su fragancia, sus atenciones, sus besos y hacerle el amor.
Al llegar a la cocina ella se encuentra despierta desayunando.
—En la cafetera hice café si te apetece —explica como si nada, confundiendome, le da un sorbo a su café —, y tostadas, están en la tostadora —señala el artefacto, esa es mí vieja esposa, pareciera como si hubiese despertado de la pesadilla que viví este último tiempo, ella siempre solía tener todo listo, me acerco y le doy un beso en los labios, ella queda dura mirándome.
—Gracias —sirvo café en una taza —. ¿Qué? —cuestiono cuando veo que me mira con ojos bien grandes.
—Nada —responde agitando la cabeza sonrojada y es cuando me percato que le di un beso en los labios, no me disculpo, era algo que si bien no me di cuenta, querías hacer hace tiempo —. Ya es tarde debo irme —se levanta apresurada tomando su bolso que colgaba del respaldo de la silla.
—No, yo te llevo —me ofrezco, ella frena sus pasos.
—No quiero que te desvíes —pone el celular en el bolso y cuelga el bolso en su hombro.
—Yo te llevo, quizás te agarre una crisis y no queremos eso —asiente, vuelve a colgar el bolso en el respaldo y vuelve a sentarse, espera que termine de desayunar, buscó mí bolso y salimos de la casa.
—Gracias por alcanzarme —sonríe agradecida, una vez dentro abrocha el cinturón de seguridad.
—Es un placer llevarte —quizas así el idiota de Jeremías sepa guardar su lugar y no se atreva a acercársele. Ella es mía aunque no quiera reconocerlo. La noto nerviosa, pareciera que es su primer día de trabajo —. Todo saldrá bien —sonrío y le tomo de la mano para darle apoyo.
—Gracias —asiente y quita la mano, hablamos en el camino de lo que solía ser su trabajo así hasta llegar a la empresa.
—Pasaré a buscarte —articulo antes que abra la puerta.
—No sé a qué hora saldré —dice confundida encogiéndose de hombros.
—Solo avísame y yo vendré por ti —repito, no me gusta que regrese sola, algo puede pasarle, quizás se descompense o pierda.
—Puedo tomar un taxi, no te molestes además, quizás tenga trabajo atrasado o quizás deba quedarme para que me expliquen cosas nuevas para mí —se excusa.
—No importa, solo avísame —ordeno.
—Está bien —rueda los ojos y sonríe divertida —. Mandón —bromea descendiendo del auto.
Extraño cuando lo hacíamos, cuando reíamos juntos, ella es tan graciosa.
Decido ir a mí empresa cuando desaparece.
.
Leyla.
.
Estoy nerviosa y ansiosa como si fuese mí primer día aquí, la diferencia es que conozco a todos.
Saludo a la recepcionista, a quién es la única que no conozco porque solía estar Jimena, me parece raro no verla allí, dijo que seguía trabajando en la empresa, aunque olvidé preguntar en qué puesto, por supuesto que pensaba escalar, ese puesto era provisorio, le pregunto a la chica por su nombre y me despido.
Llego al piso correspondiente, lleno de oxígeno mis pulmones antes de entrar, lo repito tres veces, y entro, cuando lo hago todos aplauden, a algunos los había visto en esa fiesta, pero no los conozco, y a otros jamás los había visto en mí vida, no puedo escapar, tengo que enfrentarlos, además está es mí rutina, y si quiero recuperarme debo poner de mí parte.