Espero sigan esforzándose para seguir ganando más campeonatos, sé que pueden. Cuídense, los quiero.
Fernando en su habitación, no podía dormir. Sentado en su cama recordaba las palabras con las cuales se había despedido de su entrenador, en verdad hubiese querido despedirse de sus amigos, de su equipo, del Papá de Iván, que en ese tiempo había sido de gran ayuda para él, de su amigo Iván, pero no podía.
Recordaba cuando llego a la ciudad de Madrid, al igual que todas las veces que viajaba, había decidido no hacer amigos, pero al igual que en la mayoría de veces, no pudo evitarlo.
Desde que conoció a Iván se hicieron grandes amigos, al igual que a él, a Iván también le encantaba el futbol, el día que se conocieron, Iván lo convenció de inscribirse en el equipo de la escuela, a él le tomó tiempo decidir hacerlo, pero al final Iván logró convencerlo.
Fernando lloraba en su habitación, observaba las fotos que tenía con el equipo, la medalla que había ganado ese día, tantos recuerdos que había acumulado ese año.
- Al final solo esto me queda – dijo Fernando – solo recuerdos, solo eso.
Miraba cada una de las fotografías. Empezó a recordar cómo había conocido a sus amigos y como se sintió el primer día que piso un estadio de futbol.
Empezó a recordar.
- Y bueno, ¿te apuntarás al equipo o solo te quedarás viendo el afiche? – escuchó que una voz le dijo. Fernando giró, se encontró con un muchacho aproximadamente de su misma edad, ojos verdes, cabello castaño, igual de alto que él.
- Este, solo estaba leyendo lo que decía, es todo – mencionó Fernando.
- ¿Solo mirabas he? – añadió el muchacho con sarcasmo. Y ¿Por qué no lo intentas?
- ¿Qué cosa? – preguntó Fernando. Meterte al equipo tío, deberías intentarlo.
- No creo que pueda – respondió Fernando.
- ¿Tienes miedo? – preguntó el chico. Es natural, todos tenemos miedo a intentar hacer lo que nos gusta. Pero debemos intentarlo ¿no crees?, incluso si no funciona, a menos así estaríamos libres de culpa, bueno a menos es lo que dice mi padre.
Yo si voy a inscribirme, me encanta el futbol, algún día, quiero convertirme en el mejor jugador de España y jugar en el Real Madrid.
- Qué bueno – comentó Fernando. A mí también me gusta el futbol, pero no creo que sea mi sueño.
- ¿Por qué no? – pregunto el muchacho.
- Porque yo no puedo tener sueños. No es algo que se me esté permitido, no es una decisión que deba tomar yo.
- Todos tenemos derecho a soñar – le dijo. Todos sin excepción. Vamos, acompáñame.
Fernando no quiso hacerlo, pero el muchacho logró convencerlo.
Caminaron por la escuela hasta que llegaron hasta la dirección.
Por cierto, me llamo Iván Hernández, tengo 11 años.
- Y yo Fernando Rossi, también tengo 11 años. ¿Qué hacemos aquí? – pregunto Fernando. Pues vamos a anotarnos al equipo de futbol – dijo Iván muy alegre.
- No, no puedo hacerlo, debo irme – comento Fernando.
- Claro que puedes, ya estamos aquí, no hay marcha atrás.
Llamaron a la puerta, la directora les permitió pasar.
- ¿Qué se les ofrece muchachos? – preguntó.
- Vera señora directora. Queremos inscribirnos al equipo de futbol - dijo Iván.
Fernando no estaba muy seguro de hacerlo, pero ya no puso objeción.
- Bueno, tienen que llenar este formulario, una vez hecho esto, los horarios les serán alcanzados en el transcurrir de la semana.
Los dos llenaron los formularios, salieron de la dirección y se despidieron.
- Espero podamos llegar hacer amigos – gritó Iván mientras se alejaba.
Fernando no creía lo que había hecho, era su primer día de clases y ya había hecho un amigo, hasta se había inscrito en el equipo de futbol, aún no estaba convencido de lo que hizo, pero quizás eso le ayudaría a ya no estar tan solo.
Ahora hasta tenía un sueño.
Desde que su madre los abandono a él y a su padre. Su vida se tornó solitaria, su padre empezó solo a preocuparse por el trabajo, al parecer su hijo ya no existía en sus horarios.
Empezaron a viajar a otras ciudades, a otros países, se quedaban algunos meses, a veces como máximo 1 año, y luego cambiaban de ciudad nuevamente.
Aunque Fernando no hablaba de la partida de su madre, en verdad le dolía mucho. Quizás no lo demostraba, porque trataba de ser fuerte, pero aun así le dolía.
Había creado un escudo, una coraza, en donde trato de suprimir sus emociones, para que no le doliera tanto, aunque eso era inevitable.
El abandono de su madre le creó inseguridades, miedos, los primeros meses se preguntaba ¿Por qué se fue? ¿Por qué no lo llevo? ¿Por qué lo abandono?
A veces se le cruzaba la idea de que quizás él tenía algo malo, por eso las personas que lo conocían se alejaban de él, aquellos a quienes empezaba a querer, lo abandonaban o la vida hacia que los abandone.
Tenía muchas dudas también sobre su padre, se había alejado prácticamente de su vida, solo lo veía de vez en cuando a la hora de cenar, pues sino estaba trabajando, estaba ocupado con alguna mujer que conocía.
- Mi padre también se alejó de mí - se decía. Y eso era algo que no entendía, ¿por qué las personas que más amaba en la vida se habían alejado de él, por qué lo habían abandonado?
Su padre si bien es cierto estaba ahí en cuerpo, pero parecía como si no estuviera, eso le dolía aún más.
Si quiera su madre no estaba, pero era triste saber que, aunque su padre estaba cerca de él, al mismo tiempo estaba tan lejos. Se sentía huérfano aun teniendo vivo a su padre.
Nando regreso al presente, seguía observando las fotos que tenía de su equipo, de las aventuras que pasaron juntos, aquellas ciudades que pudo visitar en compañía de sus amigos cuando viajaban a los partidos que tenían.
Recordó que después de aquel día que se inscribió con Iván en el equipo de futbol ellos se hicieron muy amigos. Iván no sabemos cómo, pero logró convencer a la directora de que lo cambiaran de salón, así pudo estar con su amigo, en el mismo equipo y salón.
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Editado: 27.05.2020