Eva es una adolescente de no mas de diecisiete años que conocí en la editorial donde trabajo, un par de palabras bastaron para que la rubia me agradara. Su madre no es mas ni menos que la dueña de la editorial, por lo tanto mi jefa; una razón mas para que vaya a salvar el trasero de la mocosa. Somos amigas, a pesar de la diferencia de edad, y es por eso que cuando me llama pidiendo ayuda no dudo en preguntarle donde se encuentra, aunque, siendo sincera conmigo, aquello no lo hacia por su lazo con mi jefa sino por la linda amistad que creamos. La conocí en la editorial cuando por accidente choque contra un compañero y vertí café caliente en su camisa, otra historia larga que tal vez un día sea contada. Me coloco los primeros vaqueros que encuentro, lo mismo con la camiseta, tomo una sudadera que encontré debajo del sofá y salgo de mi apartamento con las llaves de mi auto y mi billetera en mano. Cuando Eva me envía su ubicación por mensaje un sabor amargo se instala en mi boca. No voy ni mas ni menos a una discoteca, quizá no cualquiera, a Venus, la que ocasionalmente frecuentan los niños de papi adinerados. De solo pensar las clases de personas que encontrare allí me hace querer dar marcha atrás y fingir haberme perdido en el trayecto.
Pero para qué mentir; me preocupa la mocosa. La incomodidad y miedo que pude distinguir en su voz solo hace que la preocupación crezca cada vez más a medida que los segundos pasan, tanto así que termino dando golpecitos con el pulgar en el volante. Mierda, la ansiedad esta acabando conmigo.
Las mujeres no la tenemos fácil en esta nefasta sociedad; vi demasiadas series que trataban sobre femicidios, leí suficientes libros y threads en twitter como para ya ir armando una idea, que rogaba que fuera errónea, de lo que tal vez le estuviera sucedieron a la rubia. Solo deseaba que no fuera así, un escalofrío recorre mi cuerpo de solo pensarlo.
Estoy segura que si siguiera siendo la misma malcriada de diecisiete lo primero que me hubiera preguntado al recibir su llamada hubiera sido: "¿Acaso no tiene otros amigos a quien llamar?".
Comencé a relajarme un poco cuando a lo lejos vi las dos enormes luces que iluminaban un cartel con el nombre de la discoteca, de nada sirvio el alivio que sentí porque tarde casi media hora en aparcar el maldito auto, no encontraba un espacio para estacionar y eso me ponía aun más histérica de lo que los nervios lo estaban haciendo.
Algunos dicen que es un don el que tengo para intimidar a la gente, fue de ese modo en el que convencí al guardia que estaba en la entrada del club para que me dejara pasar. Al pobre hombre lo podían echar por haberme dejado pasar con las pintas que traía, parecía una loca, de todos modos en lo único que podía pensar era en Eva. Desesperada comencé a empujar a la gente que estorbaba en mi camino, recibí más que una puteada por insensible, el baño parecía estar muy lejos y en mi cabeza solo se repetían las últimas palabras de la mocosa antes de que su batería muriera, diciéndome que necesitaba ayuda y estaba en el baño, tenía una situación con un hombre ebrio. Solo esperaba llegar a tiempo.
—¡Más cuidado, perra! —una morena con la cara deformada me devolvió el empujón. Me dedique a ignorar su acción y seguir mi camino porque ya tenia suficiente con la rubia, no me hacia falta agregar otro problema más a la lista. Pero aun así no pude contener mi lengua tan hosca y ceder ante su intento de hacerme enfadar.
—¡Menos botox, linda!
A unos pocos metros logro dar con el maldito baño de mujeres que extrañamente se encuentra vacío, ¿Qué pasa con las mujeres? ¿Acaso sólo esta lleno cuando salgo yo a bailar y se me da por ir al baño?
—¡Fifi, que bueno que llegaste! —exlama la mocosa rubia, muy bien podría no reconocerla con los kilos de maquillaje y ropa que usa, estoy segura que a su madre no le agradara verla con esas fachas. Se cuelga de mi cuello como si fuera una calesita y comienza a balbucean palabras que no logro entender. Pero lo que me desconcerta no es su parloteo ilegible, sino el par de piernas que sobresalen de un cubículo. ¡Carajo! A juzgar por su vestimenta el dueño del cuerpo es un hombre.
—Pero veo que te defendiste bien. —ella me mira como si me hubiera salido un tercer ojo, espero no estar pálida como un papel pero aquella escena me paraliza unos instantes. «¿El tipo esta muerto?»
—Oh no, no, no. El no esta muerto. —siento que mis mejilla toman vida y se vuelven carmín, aquella pregunta, que pudo tomar como ofensa, la dije en voz alta.— Esto es un terrible mal entendido, que luego explicaré, necesito un vaso con agua para el chico dentro del cubículo.
Por un momento no entiendo a lo que se refiere y la miro expectante, ella hace lo mismo.
—Ah, de acuerdo. Mmh..., yo iré por el. —antes de marcharme le dejo mi gas pimienta, por las dudas, y me voy en busca del jodido vaso de agua para el hombre inconsciente. La calma corre por mi cuerpo al saber que la rubia no sufrió de acoso, de haber sido así hubiera encontrado algún indicio o, pidiendo mucho, quizá ella me lo hubiera hecho saber. Aún no logro entender que es lo que hice para terminar un viernes por la noche en una discoteca metida en un lío con un tipo inconsciente. No pude ver su rostro y comprobar con mis propios ojos si el hombre estaba consciente, pero la forma en la que estaban sus piernas, laxas, desparramadas por el suelo solo me daba a entender que el esta completamente inconsciente. Creo que alguien deberá darme una explicación de porqué el estaba inconsciente en un baño de mujeres.
Editado: 08.10.2018