Recuperando lo que una vez perdimos.

Capitulo 40: Circunstancias que rompen las cadenas del miedo a favor de la valentía.

El siguiente capítulo, contiene elementos intensos y emociones fuertes para digerir con facilidad.
 

Capítulo 40: Circunstancias que rompen las cadenas del miedo, a favor de la valentía. 

“¿Estás un poco más tranquila, querida mía?” ——le preguntó con suavidad el Gobernador a su novia. 

Me siento mejor, mi amor. Gracias por estar a mi lado, pues sé que estoy un poco paranoica, bueno, bastante diría yo, pero yo… ——dijo Giorgiana, pero él la interrumpió: 
“No tienes que decir nada más, yo te entiendo perfectamente, mi amor, sin embargo, lo que yo no quiero, es que este hecho te quite las ganas de vivir y la valentía que posees, pues tú eres una de las personas más valientes y más leales que conozco, ¿de acuerdo? ——agregó él con dulzura. 

“Gracias por no abandonarme en esto.” ——le dijo Giorgiana y lo abrazó con fuerza. 

“Hace 2 años te abandoné cuando más me necesitabas, me comporté como el peor de los hombres, fui un auténtico canalla con todas las letras. Por lo tanto, es mi deber proteger a la mujer que amo, a muerte si es necesario, porque esta vez, te voy a demostrar la lealtad que no te demostré hace dos años.” ——le susurró al oído, mientras la estrechaba más a su cuerpo. 

“Ya no quiero que te sigas flagelando por eso, cariño mío, porque si bien es cierto que cometiste un gran error conmigo, al comportarte como lo hiciste, ahora entiendo el porqué actuaste así, es comprensible que después de que el Conde Fersen, te dijera tantas mentiras de mi, no confiaras en ninguna de mis palabras y aunque no lo justifico en absoluto, lo entiendo en su totalidad; y déjame decirte algo, yo hoy… te perdono por completo, ya no tengo ninguna duda de que me amas con todo tu corazón.” ——le respondió ella mirándolo. 

“Con todo mí corazón y con todo lo que soy.” ——le respondió Adler y la besó en los labios, al principio con una dulce ternura, pero poco a poco, ese beso adquirió una fuerza voraz, ardiente, erótica, sensual, sexual y llena de seducción. 

——Mientras sus labios y sus lenguas se volvían a reconocer, ambos sentían que sus cuerpos eran consumidos por las llamas de la pasión. De repente, sin que ella lo viera venir, el la alzó en vilo sentándola en su regazo, sin dejar de besarla ni un solo momento. Giorgiana al sentirse arropada por el deseo, le susurró con voz ronca y temblorosa a su prometido: 
“No te imaginas cuanto te amo y lo que en este instante mi corazón, está sintiendo por ti, yo… Adler yo… 

“¿Me deseas?” ——le susurró Adler con la voz inundada de una pasión, semejante a un río embravecido rebozado de sensualidad. 

Amor mío, yo… ——dijo ella pero se sentía incapaz de terminar la oración, debido a las fuertes emociones que se habían adueñado de todo su cuerpo. 

“Dímelo mi amor, dime qué estás sintiendo.” le dijo él, en un susurro lleno de gran tensión sexual y de un férreo anhelo. 

“Yo… yo te deseo, yo siento que… que me estoy quemando por ti.” ——le dijo ella transmitiéndole con suaves murmullos, su ardoroso deseo por el. 

“Pues entonces, logré cumplir con mi propósito, porque en este momento, cada gota de mi sangre, cada poro de mi piel, cada uno de mis sentimientos y todos mis huesos, se han convertido en lava llameante por ti y lo que más anhelaba, era hacerte sentir lo mismo que estoy sintiendo yo.” ——le respondió el Duque y la volvió a besar en los labios, pero esta vez la besó, con una pasión sumergida en llamas, una pasión casi salvaje, un deseo que al instante, los consumió a ambos hasta las entrañas. 

Y en ese instante, algo en Giorgiana cambió, pues dejó de sentir miedo y su mente, ya no rememoraba el desgarrador episodio del abuso sexual que sufrió, ella sintió como se rompían las cadenas del miedo, mientras prácticamente era devorada por los besos de su prometido, ambos se sentían envueltos de la más ardiente emoción nunca antes experimentada, ni cuando estaban casados, porque aunque cuando eran esposos ambos se amaban con locura, en los tres años que duró su matrimonio, ellos nunca habían sentido, el gran deseo carnal que ahora, corría por sus venas de forma tan fiera. 

“Soy tu esclavo, amor mío, pues tu cuerpo me desea, al igual que el mío te deseo a ti, de una forma casi animal.” ——le dijo el Duque en un susurro, mordiéndole el lóbulo de la oreja, provocándole  a ella, múltiples gemidos apasionados repletos de placer. 

“Espera por favor, espera un momento mi amor.” ——murmuró ella con la respiración agitada. 

“Perdóname cariño, por favor, perdóname por haberme dejado llevar, yo no quería asustarte.” ——le dijo él muy agitado, con los ojos oscurecidos por todo lo que estaba sintiendo. 

“No me pidas perdón, por haberte dejado llevar y mucho menos, cuando yo también te deseo a ti, con cada fibra de mi ser y con cada centímetro de mi cuerpo.” ——le respondió ella con fuego en la voz y en los ojos. 

Y dime algo, ¿ya no sientes miedo? ——le preguntó él, mientras le besaba el cuello con auténtica maestría. 

“¿Acaso no notas como me estremezco por completo, cuando me besas y me acaricias como lo estás haciendo? ¿No ves como me derrito entre tus brazos? ¿Cómo podría sentir miedo?” ——le dijo Giorgiana, estrechándose más a él. 

“¡No te imaginas cuanto te amo! Mi Giorgi, me muero por hacerte el amor, hasta hacerte perder la razón, una y otra vez.” ——le dijo él con voz seductora mirándola fijamente. 

——Lo único que deseo en este momento, es volver a ser tuya de forma total, lo que significa que yo también anhelo con todas mis fuerzas, que me hagas el amor.” ——le dijo ella con voz entrecortada. 

”¿Lo dices en serio, mi amor? ¿Estás segura?” ——le susurró el, aún sin poder creer, el rumbo que tomó su visita a casa de la Marquesa. 

“Claro que si, lo que yo anhelo, es fundirme contigo en una sola piel y en una sola pasión. Adler, quiero que volvamos a ser uno solo, porque yo… yo te deseo Adler Remington, te deseo con todo lo que soy.” ——le respondió ella acariciándole el rostro. 

“Pues siendo así, hoy mismo serás mía, eso te lo aseguro.” ——le dijo Adler con determinación, dándole un beso húmedo y abrasador. 

Escritora: Sayduvis Blanco. 
 




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