—¿Puede quedarse, mami? Por fa —pidieron mis hijas y yo suspiré.
No podía creer la influencia que ponían en mí esos tres pucheros en sus caras.
A punto de aceptar, su beeper me salvó. Fabián leyó el mensaje que había recibido.
—Tengo que ir al hospital, lo siento, chicos —dijo y, besando a los tres, se despidió de ellos.
Las chicas ya estaban en la cama, así que solo Diego y yo lo acompañamos.
En la puerta, Fabián intentó besar mi mejilla, pero no lo dejé. Chistó los dientes y, después de sonreír a Diego, se fue.
—¿No puedes perdonarlo, mami? —preguntó mi hijo y negué con la cabeza.
Fabián habló con Diego de nosotros, pero yo no era capaz de poner mis sentimientos en palabras.
» ¿Por qué? —preguntó.
—Es complicado, Diego —dije.
—¿Seguro no es solo tu orgullo? —cuestionó y lo miré con mis ojos tan grandes como la sorpresa me daba.
Me sentí orgullosa de lo inteligente que era.
—No, amor, no es solo orgullo. Él me hizo mucho daño.
—Lo sé —dijo Diego y le pregunté cómo era que lo sabía—. Me lo dijo papá —explicó—, pero él también sufrió mucho, lo viste en sus ojos, ¿no mami? —preguntó.
Pero no quise admitir eso que él y yo sabíamos era solo la verdad.
» ¿Sabes, mami? —continúo Diego al no obtener una respuesta de mí—, te conozco un montón, y sé que estás enojada con él, se te nota cuando lo ves venir, pero lo quieres mucho, lo sé porque tus ojos se ponen tristes cuando lo ves irse.
Tal vez él tenía razón, pero aún no era suficiente.
» Además —completó—, mis hermanas lo necesitan cerca. Yo siempre te tuve a ti, pero ellas no tenían a nadie, creo que a todos nos haría bien ser una familia de verdad.
Diego era increíble. Sus palabras estaban llenas de razón. A veces me preguntaba la razón de que un niño de siete años pareciera más maduro que yo que tenía veinticinco.
—Lo pensaré, ¿de acuerdo, cielo? —dije con una sonrisa.
—No te olvides que las mamás deben hacer lo que es mejor para los hijos, y para los hijos siempre es mejor tener a sus dos papás juntos y sin pelear.
Sonreí. De no conocer tan bien a mi hijo, hubiera pensado que Fabián lo influyó, pero no era así, solo era que Diego era demasiado inteligente.
Diego me besó y se fue a dormir. Lo vi subir las escaleras y me recargué al respaldo del sillón donde estaba ahora sentada. Allí, pensando en todo lo ocurrido, no supe a qué hora me quedé dormida, pero desperté al sentir que alguien me levantaba en brazos.
—¡¿Fabián?! —exclamé asustada cuando abrí los ojos y me encontré en sus brazos.
—Perdón, Ali, no quería despertarte.
—Bájame. ¿Qué haces aquí? —pregunté una vez con mis pies en el suelo, y tan lejos de él como mis torpes pasos lograron.
—Lo siento —se disculpó de nuevo—, terminé el trabajo y no quería volver a un departamento donde nadie me espera.
—Aquí tampoco nadie te espera —dije y su expresión se volvió sombría.
—Ali... las cosas no fueron bien hoy, perdí a mi paciente —explicó agachando la cabeza y me conmoví.
Yo era médico de consulta, no había perdido pacientes, pero, en el ámbito donde trabajábamos, algo como eso podía pasar, sobre todo a él, él era cirujano.
—Esto es chantaje —dije poniendo mi mano en su mejilla y atrayendo su mirada a mí, regalando una débil sonrisa al que se veía demasiado dolido. Él curvó sus labios.
—Por favor, Ali.
—Solo esta noche —accedí obteniendo una enorme sonrisa que no alcanzaba a cubrir su apesadumbrada mirada.
» Quiero mi llave de regreso —dije al que me abrazaba por la espalda cuando llegamos a la cama.
—¿En serio no vas a perdonarme nunca? —preguntó y no respondí.
Me dirigí al baño, me puse el pijama y, al salir, lo vi sentado en mi cama, vistiendo solo bóxer y camisa.
—Estaba enojada —comencé a explicar—, pero aún me dueles demasiado.
Fabián me veía entre confundido y sorprendido.
» Buenas noches, Fabián —dije recostándome en un lado de la cama.
Sintiendo cómo se recostaba a mi lado cerré los ojos. Pero los abrí casi inmediatamente al sentir los brazos de Fabián aprisionándome.
—Buenas noches, Ali —dijo él suspirando en mi nuca.
Al rato sentí desaparecer la presión de su abrazo, se había quedado dormido, pero aún continuaba rodeándome con sus brazos.
—Esto no es justo —me quejé en un susurro—. No podré dormir con mi corazón tan feliz como lo haces cada que te acercas —dije cerrando los ojos, intentando controlar mi respiración para no llorar.
Igual sí me quedé completamente dormida. Pues me desperté al escuchar abrirse la puerta de mi habitación. Abrí los ojos para ver a Diego salir del lugar. Miré mi reloj, eran las cinco. Volví a cerrar los ojos y volví a escuchar mi puerta y a Diego cuchichear.
—Les dije —dijo y hubo unas risitas—. Vamos —alentó Diego y mi cama se movió.
—¿Qué están haciendo? —pregunté a los tres que me veían con sorpresa.
Diego se metió entre Fabián y yo, despertando al hombre en mi cama.
—Dormiremos todos juntos —anunció con una enorme sonrisa.
Fabián y yo nos recorrimos a las orillas de la cama, Liliana se metió entre mis brazos, Iliana abrazó a su padre y Diego quedó en medio de todos.
Sonriendo abracé a mi hija mientras acariciaba el estómago descubierto de Diego—. Eres la mejor, mami —dijo sonriendo ese caballerito que adoraba.
—Claro que si —respondí arrogante, besando la cabeza de una que se encontraba de nuevo en mi regazo.
Fabián alcanzó mi mano, cubriendo a Diego, y le dio las gracias abrazando fuerte a Iliana.
Suspiré. Ese era mi sueño hecho realidad.
* *
—Necesitamos una cama más grande —dijo Fabián que despertó en el piso.
—Una cama matrimonial para es suficiente mi sola —jugué sonriendo. Fabián me miró y agachó la mirada. Suspiré, mis bromas le dolían—. Dame tiempo —pedí—, creo que esto será más fácil de lo que pensé, pero aun no estoy lista.