Red de almas

2. Alika

 

Nigeria, 2007

Sentía como si alguien me asfixiara, como si apretaran mi pequeña garganta y no dejaban que ni un poco de aire entrara a mis pulmones, abrí los ojos, pero solo vi oscuridad a mi alrededor. Cerré los ojos de nuevo, no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, solo abrir los ojos y ver oscuridad.  Me dolía el estómago, tenía frío, sentía miedo. Tenía tanto temor que empecé a rezar, mi cerebro maquinaba rápidamente la oración que había leído en un libro grande y pesado

 

"...y hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo… no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo el mal…" 

 

En algún momento de esos largos segundos, ya no sentía presión alrededor de mi cuello, abrí los ojos, y entonces lo vi, una sombra con ojos llenos de ira, cuando se percató que lo miraba, salió rápidamente por la ventana que estaba abierta. Recuerdo que me fui a dormir y lo primero que hice fue cerrar la ventana, últimamente entraba mucho el viento, y su sonido no me gustaba, me producía miedo. No sabía porque estaba abierta; quizá mamá había dejado que entrara un poco de frío al dormitorio. Entonces, respire hondamente, toque mi cuello, no dolía, nadie me estaba asfixiando, ninguna mano había estado alrededor de él. 

 

Me levanté con esfuerzo de la cama, prendí la pequeña lámpara dorada que colgaba de la cabecera, mamá había procurado que hicieran mi cama de una forma muy especial, parecía de princesa. Cuando era más pequeña, me gustaba mucho ver colgar las estrellas luminosas en esa parte de la cama, sentía como si estuviera en una nave, yendo hacia el firmamento. 

 

La lamparita dorada emitió una fuerte luz amarilla, no había nadie en la habitación. Me iba a levantar, hasta que sentí algo mojado en mis piernas, me asusté tremendamente y mi cuerpo empezó a temblar, como cuando la maestra me regañaba por reírme de las niñas nuevas que se orinaban cuando salían al frente, ellas se orinaban de miedo.

 

Miré que era lo que estaba mojado. Era el pantalón de pijama de girasoles que tenía puesto, estaba mojado. Yo también me había orinado de miedo. Empecé a llorar desconsoladamente, me imaginé a las niñas riéndose de mí, a la maestra regañandolas y a mí, con mis pantalones orinados en frente de la clase. Pero lo que más me causaba miedo era el sueño que había tenido, no, no era un sueño, había sido la peor pesadilla que he tenido en mis pocos años de vida. 

 

Me chupe el dedo meñique, mamá decía que yo siempre hacía eso cuando me sentía sola. 

 

Tenía una pequeña sensación que me decía que seguiría soñando eso. La voz de la niña que aparecía en mi pesadilla no se me fue de la cabeza por mucho tiempo 

 

"No podemos estar aquí, debemos salir de aquí, ¡Debes buscar la forma de salir de aquí!" 

 

Decía eso, gritaba como si sufriera mucho dolor, y luego salía corriendo hacia la oscuridad, desesperadamente; lo peor, es que esa niña se parecía mucho a mí, aunque ella tenía un color de piel más claro, y eso aumentaba más mi miedo. Mamá decía que en otros lugares, a los que tienen color negro en su piel, no los tratan muy bien, los insultan, los usan y peor aún, los menosprecian. 

 

—¿Qué pasa, cariño? - mi mamá estaba debajo del marco de la puerta rosada de mi cuarto. Encendió la luz grande de la habitación, en sus ojos mostraba mucho sueño -¿Por qué lloras, Alika? ¿Qué te he dicho sobre llorar? - me preguntó, mientras caminaba y se acercaba a mí 
 

—Mamá, he tenido la peor pesadilla - le comenté, mientras sacaba el dedo con la piel arrugada de tanto chuparlo. Sentía algo que resbalaba por mis labios, eran mocos, mamá hizo una mueca de asco, y busco por la habitación algo para limpiarme 
 

—Pero mira que pesadilla tan fuerte tuviste, hasta te has mojado ¿Qué soñaste, Alika? - mamá me pasó una servilleta con olor a uvas por los mocos, me sentí limpia. 

 

—Mamá, soñé con una sombra que se reía de mí, y también había una niña, ¡mamá! Se parecía mucho a mi, aunque ella no tenía mi color de piel, pero su cabello era negro como el mío ¡y tenía mi sonrisa, mamá! - mientras le contaba, me sentía entusiasmada por poder decírselo a ella. Pero mamá tenía un semblante apretado, parecía molesta. Sentía que había algo malo en todo eso, aunque no entendía bien el que.
 

—Alika… ¿dijiste que soñaste con una sombra? - preguntó ella, se sentó cerca de mí, ambas olvidamos que yo estaba mojada 
 

—Si mamá, una sombra grande, pero ¿sabes mamá? Esa sombra tenía ojos - ese recuerdo me llegó como si fuera un tren que se estrelló contra mi mente - ¿mamá? ¿Las sombras tienen ojos? Esa sombra tenía ojos rojos, rojos como el carbón que la abuela Makena usa para preparar las comidas ricas - le expliqué, mientras pensaba en las cenas que he comido en casa de la abuela. 
 

—¿Qué más tenía esa sombra, Alika? Dijiste que sonrió ¿es cierto? - preguntó mi mamá. 

 

Observé a mamá. Vi que su cabello corto parecía una de las esponjas con las que la abuela Makena limpiaba las ollas luego de bajarlas del fuego "es para que no se vuelvan negras" decía la abuela y yo le preguntaba "¿Negra como yo, abuela?" Y ella siempre sonreía como si le hubiera contado el mejor chiste. Me sentí enojada. Me sentí enojada con mamá, estaba tan emocionada de contarle por la niña de mi pesadilla, que ya estaba tomando como un sueño, pero ella estaba empeñada en saber más de la sombra
 

—Mamá, quiero bañarme - le pedí, me sentía avergonzada de estar mojada por haberme orinado, y me sentía molesta con mi mamá porque no escuchaba lo que yo quería que ella escuchara. 
 

—Alika ¿la sombra sonreía? - volvió a preguntar, estaba ignorando lo que yo quería ¿una mamá podía hacer eso? ¿Ignorar lo que sus hijos querían? Mamá nunca antes había hecho eso. Me sentí más molesta aún 
 



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En el texto hay: romance, magia, misterio suspense

Editado: 02.06.2020

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