DEMONIO CON CABELLO ROJO
***
Oliver.
—Mamá ¿Sabes en dónde están mis apuntes de matemáticas? — Grité a todo pulmón para que me escuchara desde el segundo piso.
Odiaba cuando no encontraba mis cosas teniendo en cuenta que tenía un trastorno obsesivo-Compulsivo con el orden y la limpieza. Caminado por mi habitación escuché a mi madre gritar devuelta un: "No, cariño", por lo que seguí buscando los apuntes en el escritorio y nada.
Una señal divina me iluminó la mente y se me ocurrió en donde podrían estar.
Baje las escaleras a toda prisa hasta llegar al cuarto de Max. Él seguramente los tenía, es igual de estudioso que yo. Es algo que nos define a los Gates. No solo nos destacamos por nuestra fortuna, ojos azules y cabello negro y el distintivo olor a limón (Aunque eso era por el suavizante que utilizaba mi madre para la ropa), sino también por nuestro coeficiente intelectual.
Llegué a la habitación de Max y abrí la puerta. Fruncí el ceño al ver a Max sentado en la orilla de su cama tapándose la cara con las manos. Me acerqué cauteloso y me arrodillé enfrente de él para quitar sus manos de su cara dejándolo a la vista. Me miró y en sus ojos se reflejaba la desesperación. Mi pecho se apretó ante la imagen de mi hermano.
—Ella ya lo sabe Oliver...—Su voz se quebró —Ella hará que me golpeen, lo sé. Tratará de vengarse y así lo hará—Se levantó bruscamente de la cama haciendo que me cayera de espalda por la velocidad de su acto —. Y todo es por tu culpa— Me señaló con su dedo acusador
— ¿Mi culpa?—Pregunté indignado—¿Acaso querías pasar todo el año haciéndole la tarea a esa bruja? — Max no respondió — Escucha Max...— lo llamé levantándome de la moqueta—. No puedes pasar toda tu vida dejando que te intimiden ¿Entiendes eso? No puedes dejar que ella te manipule para que le hagas la tarea—Bufé—Como si ella no pudiera hacerla.
—No lo entiendes, ella contratará un sicario para que me asesine — Habló paranoico.
—No exageres, solo es una chica tonta que no se sabe ni la tabla de multiplicar—Me cruce de brazos tratando de parecer divertido.
Max miró un pinto fijo en la moqueta y dijo:
—No tienes idea...
Hundí mis cejas en confusión ante aquellas palabras. Max parecía perdido mirando el suelo. No entendía que quería decirme pero no me parecía algo bueno.
—¿De que? iluminame— Lo rete cruzándome de brazos. Levante mi barbilla en alto en una pose intimidante... O al menos eso pensé.
Sus ojos se abrieron bruscamente ante mis palabras como si él hubiese dicho algo que no debía y con nerviosismo añadió:
—Nha, otro día, tengo hambre—Tan rápido como lo dijo, salió de su habitación dejándome solo y confundido.
Extraño...
—Ahora sí, a lo que vine. —Pensé en voz alta moviendo algunos papeles en el escritorio de Max. Olvidando por completo su extraño comportamiento de hace rato.
No tarde mucho en encontrar mis apuntes, lo cual no me sorprendió sabiendo que mi hermano siempre tomaba mis apuntes sin permiso. Lo sorprendente fue encontrarlos en una carpeta con el nombre de la pelirroja en una esquina con marcador negro. Fruncí el ceño inspeccionado la carpeta. Me encontré con varios de mis apuntes que ni siquiera sabía que había perdido, entre otras notas y observaciones de varias materias. No tenía que ser muy inteligente para saber que de aquí Max le hacia la tarea a Jessica.
Sin notarlo la sangre me comenzó a hervir en las venas y mi corazón a latir velozmente al encontrar una foto entre muchos apuntes y hojas. Tomé la foto furioso y la observé mejor.
Era Jessica.
Era una foto de Jessica.
Era una foto de Jessica desnuda.
Era una foto de Jessica desnuda con Max.
Jessica se follo a mi hermano menor para que le hiciera la tarea.
Antes de hacer cualquier cosa, la voz de Max me sacó de mi parálisis espontánea.
—¿Oliver, no vienes? —Preguntó desde el marco de la puerta mirándome con curiosidad.
—Sí, sí. Ahí voy, solo estaba... tomando mis apuentes — Balcuceé levanto la mano para corroborar lo que decía. El asintió lentamente.
Que incómodo; pensé. Cerré la carpeta y salí de la habitación para ir a desayunar a toda prisa.
Decir que estaba impactado era sería un eufemismo; yo estaba en shock. Un hilo de preguntas pasaban por mi mente. Preguntas a las cuales la respuesta no quiera saberlas.
¿Mi hermano se dejó llevar por ella? ¿Así era cómo lo convencía para qué le hiciera la tarea? ¿Mi hermano no era tan inocente como yo creía que era? ¿Era eso lo que yo no sabía?
Era de esperarse que Jessica hiciera algo así, digo, ella se acuesta con todos, así es como consigue lo que quiere pero ¿Max? Creí que no sería tan estúpido.
No debería ser tan duro, Jessica está muy buena y es hermosa pero es una cualquiera, todos la tenían. Y lo peor de toda esta situación era que no podía reprocharle nada a Max, es su vida y quiera o no, él se puede acostar con quien le de la gana.
Terminado el desayuno subí a mi habitación para después ir a mi Auto y conducir hasta el instituto. Aún que quisiera no podía dejar de pensar en esa foto y eso me molestaba. ¿Por qué me importaba tanto? No era mi problema, tenía que olvidar este tema de Jessica y Max de una vez pero, como si fuera poco, el universo tenía otros planes para mí.
¿Por qué lo digo? Bien, todo comenzó cuando me llamaron a la oficina del directivo para asignarme a alguien después de la clase de biología. Al parecer, había una persona que necesitaba tutoría en matemáticas porque reprobaría sino. ¿Cuál era exactamente el problema? La verdad es que mi problema tenía un nombre y un apellido.
Jessica Beckett era mi problema.
¿Recuerdan está mañana el tormento de Max? Bien, ahí estaba yo cargando con ese demonio. El infierno no parecía tan malo comparado con darle tutoría a Jessica. Se lo que pensarán ¿Qué tan malo podía ser ayudar a Jessica en matemáticas? La respuesta era simple: ella era Jessica. La chica que no necesitaba cumplidos para saber que era hermosa, la que no necesitaba acostarse con alguien para saber que estaba buena, la que nadie nunca le decía que no, pero sobre todo: la pesadilla de todo aquel que se atreviera a enfrentarla.