Respuestas, verdades y consecuencias.
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Oliver.
—¡Auch! Duele...
—Resiste.
La fulmino con la mirada.
—¿Quién tiene la nariz destrozada? Iluminame —entrecierro mis ojos.
—Te lo buscaste —es lo último que dice antes de desechar todo a la papelera.
—Ya está mejor —levanta su pulgar con aprobación.
Le regalo una mirada cargada de recelo. Bajo de la camilla y salgo de enfermería, Jessica suele ser un dolor agudo en la verga pero aveces es algo más suave, como una patada en el culo tal vez.
Escucho sus pasos detrás de mí y acelero los míos, ella camina más rápido pero comienzo a correr hasta detenerme en la puerta de mi dormitorio. La cierro ignorando los gritos y los golpes. Me recuesto en la cama, ¿Cómo le explicaré a mi madre una nariz rota? Esto no terminará bien.
Resoplo cuando Jessica abre la puerta de una patada. Vaya, ella si que es determinada... y también fastidiosa.
—Lárgate —señalo la puerta sin siquiera mirarla.
—Tienes entrenamiento —Habla con esa voz que usa cuando esta en su papel de mandona.
—¿Me estás jodiendo? ¡Son las tres de la tarde! Apenas y puedo moverme —me levanto, busco mi ropa con la que vine hace dos noches.
—En ese caso vas a tener que esforzarte más si quieres salir de aquí.
—No tengo tiempo, tengo que buscar a Max y a Alex e irnos a casa —la encaro—. ¿O se te olvidó que tenemos una vida lejos de todo esto?
Rueda los ojos y se gira caminando hacía la puerta.
—Yo te llevo —No me pregunta, suena más como una orden.
Y no me voy a oponer.
Amargado pero no pendejo.
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Abordamos el vehículo en silencio, Jessica enciende el auto y conduce con la mirada perdida en la carretera y yo solo me pregunto ¿En dónde coño estacionó el auto? Me refiero a que no hay ninguna estación cerca, ni en la mansión hay garajes. Muy raro...
Lo que también me recuerda una cosa; la bici de Alex. Oh diablos.
—¿Podemos devolvernos? —Pregunto interrumpiendo el silencio sepulcral.
Jessica tuerce los labios indecisa.
—¿Por qué? ¿Se te olvidó algo?
—Sí —respondo rápidamente.
Ella me mira por el rabillo del ojo con sospecha.
—¿Qué se te olvidó exactamente?— pregunta con cautela.
Pienso bien la respuesta.
—Algunas prendas.
—Las puedes buscar después —le resta importancia.
—No, quiero ir ahora.
—¿Unas prendas no pueden esperar? —cuestiona tajante.
—¡No!
—Mientes —dice relajando los hombros—. Créeme, he estado en todo tipo de situaciones como para saber cuando alguien me miente.
—¿Quién?
—Las personas que he matad...
—Te pregunto.
Aprieto mis labios conteniendo una carcajada. Jessica se tensa, aprieta el volante con fuerza y respira con dificultad. Oh no, ya se va a endemoniar otra vez.
—¡Me lleva el Diablo! —grita, golpeando la guantera.
Ay, mierda.
—Hey, era jugando —trato de tocarla pero me muerde.
—¡Auch! —Acaricio la zona herida—. ¡Joder!
—¡¿Qué mierda es lo que quieres buscar?! ¡Di la verdad!
—¡La bici! —Alzo la voz.
—¡¿Por una bici?! ¡Maldita sea, Oliver!
—Relájate, ya no importa —me recuesto en el asiento, cierro los ojos e inmediatamente los abro cuando siento como el auto gira abruptamente—. ¡¿Qué haces?!
—Ir por la bici —cierra los ojos como si estuviera controlandose.
¡Bingo!
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El hospital nos da la bienvenida con ese aire nostálgico y tétrico de siempre. Desde aquel sueño–recuerdo que tuve ya no veo a los hospitales de la misma manera. Muchas cosas cambiaron mis expectativas.
Caminamos por el pasillo en dirección a la habitación de Max. En el transcurso una enfermera me preguntó que si necesitaba ayuda con las vendas, me negué amablemente, posterior a eso me pasó su número telefónico en una tarjeta. Seguí mi camino al lado de la pelirroja que me mira como si quisiera matarme y yo solo me pregunto; ¿Por qué diablos pasa su número por tarjeta?
Llegamos a la puerta indicada, toco antes de entrar. Me detengo en seco cuando veo a Alex durmiendo al lado de Max en la camilla, y Rick en un sillón. Todos dormidos, todos en silencio.
—¡Levántese! —le grita Jessica en el oído a Rick. Este da un respingo y cae al piso desorientado.
Max y Alex también se levantan sobresaltados. Rick se levanta y se endereza.
—Jess —Besa la frente de "Jess".
Ruedo los ojos con fastidio.
—¿Tienen todo listo? Porque veo que no —me dirigo a los dos bellos durmientes.
—Sí, todo está listo —Max baja de la camilla con dificultad. Nota mi mirada preocupada y añade:— estoy bien, solo me duele un poco el cuerpo por las contracciones.