Fingir que no pasa nada, cuando pasa todo...
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Oliver.
La chica frente a mí me mira con una ceja enarcada. Chasquea los dedos para que me despabile pero no puedo. No puedo evitar sentirme impotente en este momento. No puedo fingir que nada pasa cuando su novio la está engañando mientras ella está aquí, buscándolo.
Porqué ellos son pareja, ¿No?
—Tú y Rick... ¿están juntos? Digo, ¿son novios? — dependiendo de su respuesta, tomaré una decisión.
Jessica me lanza una mirada como diciendo: Eso no te importa. Pero lo ignoro.
—Sí —responde seca.
Asiento. No entiendo porque ese simple "Sí" me cae en el hígado. La decepción se mezcla con la rabia que le dan rueda libre a mi imaginación; imaginación que utilizo para recrear todas las posibles escenas de como mataré a Rick.
—¿Podemos matar a miembros del clan? —pregunto antes de poder pensarlo.
La curiosidad es más grande que la razón.
—No, Oliver —me dedica una mirada asesina—. Ni sé te ocurra hacerlo, te tacharan de traidor.
Oh vaya. Creo que vale la pena.
—Que mal. Bueno, será en otra vida supongo.
Jessica pone mala cara.
—Sé que no te caigo bien pero no es para tanto.
—No me refería ti. Medicate —ruedo los ojos.
Ella intenta replicar pero una tercera voz aparece interrumpiendo. La reconozco enseguida, me volteo encontrándome con ese rostro tan bonito que posee. Ella esboza una sonrisa tímida. Y cuando habla tartamudea.
—Hola Oliver —baja la mirada, enconde un mechón de cabello detrás de su oreja—. Yo... yo quería, bueno, en realidad quiero darte algo. Es un regalo.
Algo nerviosa saca algo del bolsillo del blazer. Me lo extiendo y lo tomo enseguida. Es una pequeña caja plana envuelta en papel de regalo, alzo las cejas con desconcierto.
—¿Por qué me das un regalo?
—Es, es que yo, bueno... humm, quise darte algo por lo de... ya sabes, el otro día en la biblioteca. Fui muy ruda contigo.
Jessica se tensa a mi lado. Aprieta los labios, empuñando las manos.
—No debiste preocuparte. Gracias.
Ella se sonroja cuando le beso la mejilla como agradecimiento. Lleva su mano en donde pose mis labios, incrédula e inmóvil. Traga saliva y se despide murmurando un "Nos vemos" y se va corriendo. Me parece adorable.
—Aléjate de ella —ordena la mujer a mi lado. Tiene una mueca no disimulada de enojo.
—¿Porqué tú lo dices? No me interesa.
Ella me encara, me propina una patada en la entrepierna. Jadeo y me encogo de dolor, maldigo miles de veces. Puta sea, como duele.
—Esa chica es la bastarda de uno de nuestros socios. No tenemos permitido tocarla ni dirigirle la palabra si quiera —explica, poniéndose de cuclillas frente a mí—. ¿Sabes de qué me he dado cuenta?
Niego mientras agonizo de dolor. Joder, maldita pelirroja del demonio.
—De que tienes unos ojos celestes muy hermosos... —susurra mirándome fijamente—. Y si quieres conservarlos más te vale guardar distancias. Mantén tu pene al márgen.
Me paso su advertencia por el culo. Ella no me va a decir en donde putas meto mi verga. Me levanto del piso como puedo. El dolor no ha cesado. Analizo la opción de decirle que su novio se está follando a otra como venganza pero desisto. Es un poco bajo. <<Pero una patada en las bolas también>> me recuerda mi subconsciente. ¿Sabes qué? ¡Al diablo!
—Creo que deberíamos comenzar la búsqueda por la biblioteca —sugiero, fingiendo ser casual.
Ella arruga las cejas, frota sus dedos contra su barbilla pensativa.
—¿Porqué Rick estaría en la biblioteca? —Inquiere dudosa.
Créeme hermana, no querrás saberlo.
Soy una sucia rata.
—Hay que ir descartando sitios, y la biblioteca es el primer salón al cruzar el pasillo —ella parece convencida.
Camino detrás de ella, me siento mal por ella, pero el dolor en mis bolas me recuerdan que tengo rencor. Reparo la caja en mi mano, la guardo en mi blazer. Entramos al dichoso sitio con rapidez.
—Tú busca en los estantes de allá y yo por acá.
Me asigna los estantes del fondo, en donde ocurrió todo. Camino lentamente prestando atención a los sonidos. Por el momento todo es silencio. Reviso los estantes con cautela sin éxito en la búsqueda.
Me detengo en uno de los pasillos cuando algo llama mi atención, me adentro, el olor a sexo penetra mis fosas nasales. Hago una mueca de asco. En el piso hay un condón usado, retengo las arcadas. Maldito asqueroso. Intento irme pero entonces lo noto. Un collar enganchado en uno de los estantes, se le habrá quedado a la chica sin darse cuenta. Tomo la joya leyendo la descripción. El nombre me cae en el hígado. Creo que el plan de venganza queda en el olvido, no puedo mostrarle esto a ella. No cuando yo mismo estoy impactado.
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Pasamos alrededor de 20 minutos buscando al promiscuo, no lo encontramos en ningún lado. A lo mejor se esta follando a otra. El timbre suena, recordándonos que es hora del almuerzo. Y medio día también.