Tan brillantes
—Hey detente —exigí cuando vi que realmente me llevaba al baño con él— ¿Estás demente? ¡No entraré ahí!
Eliam soltó mi muñeca y se echó a reír. Lo quedé viendo cruzada de brazos esperando una explicación.
— ¿Qué es tan gracioso? —Protesté irritada.
—Tú —respondió entre risas—, debiste verte en un espejo, estabas tan preocupada de que realmente te metiera al baño conmigo, por favor Allena nunca haría eso —afirmó serio cuando terminó de reír.
Fui suavizando mis brazos cruzados poco a poco, así como mi mirada de exasperación.
— ¿En serio creíste que iba a hacerlo?
—Pff —hice una mueca—, más valía que no lo hubieras hecho si no querías terminar con una patada ahí abajo —alardeé desviando la mirada.
— ¿De verdad eres tan ruda como aparentas? —Entrecerró sus ojos y me vio fijo— Yo creo que no.
—Buena suerte con tu mancha —reviré mis ojos y me fui.
No me había alejado mucho cuando me topé con Ian.
— ¿Todo bien? —Me preguntó— Te ves como si hubieras discutido con alguien que odias mucho —bromeó.
Al principio cuando me habló lo vi seria, pero su broma me hizo reír un poco.
—Lo tomo como un sí, imagino que fue con ese chico nuevo ¿no?
— ¿Qué? —Pregunté con una ligera risa vacía— ¿Estabas espiándome?
Su risa nerviosa lo delató.
—Casualmente venía por aquí y te oí hablando con él, más bien gritándole —encogió sus hombros—, además…te está viendo raro —frunció su ceño.
Sabía a que se refirió con gritarle, fue cuando pedí que me soltara, pero… ¿Eliam estaba viéndome? Eso si era raro.
Volteé hacia donde se había quedado el rubio y en efecto veía hacia nosotros, cuando lo hice él rápido giró hacia otro lado.
— ¿Sucede algo entre ustedes…? —La voz de Ian me regresó a verlo— Sé que no tengo derecho a preguntar, pero… —frunció sus labios— Él luce como un modelo y yo… —encogió sus hombros abatido.
Debo alejarme ya de ese rubio egocéntrico con cara de tonto que tira batidos y deja caer a las personas antes de que la gente cree rumores estúpidos.
—No —respondí tajante—, entre ese idiota y yo no ocurre nada, ni ocurrirá.
—Me alegra oír eso —no disimuló ni un poco su alivio.
Me aclaré la garganta y me crucé de brazos.
—Ni tampoco contigo —repliqué seria.
Frunció sus cejas con una mirada triste casi como si fuese un cachorrito regañado.
Deberías dejar de comparar chicos guapos con perros.
Si, tal vez debería dejar de hacer eso.
Los siguientes días siguieron pasando y como prometí, mantuve distancia con el chico de Londres, y en realidad eso fue muy sencillo pues él tampoco se acercó a mí, por el contrario, pasaba a mi lado como si no estuviese ahí.
También surgieron rumores de que quizás estaba empezando a salir con una chica de otra clase, es probable que fuera verdad, se la pasaba rodeado de las chicas como si fuese una celebridad.
El día del festival llegó.
—Allena debiste anotarte —dijo Adrien mientras sacaba cosas de su mochila—, Eliam está rodeado de las chicas y Alya no vino, así que estoy solo en esa cosa.
Yo estaba sentada oyendo música, recargada en mi asiento muy quitada de la pena mientras veía a todos yendo de aquí para allá para el festival.
—Sabes que eso no es lo mío.
—Si, ya sé —replicó exhausto—, Allena Ramsey es demasiado bitch para esto.
Solté una carcajada al aire.
—Yo nunca dije eso —alegué fingiendo que estaba ofendida—, solo no me gusta participar en eventos escolares.
—Lo sé, lo sé —añadió riendo—, pero sabes que es cierto la parte de que eres una perra.
—Tch.
—De igual forma deberías bajar —sugirió sonriendo suplicante—, por favor hazlo sino moriré de aburrimiento preparando todo.
Me reí un poco, pero al final asentí y bajé con él.
Al bajar pude ver como ya tenían casi todo listo para iniciar los juegos del festival, a diferencia de la mañana que llegué. Ayudé a Adrien con algunos premios de los juegos que le tocó supervisar.
Después de un rato todo quedó listo, las casetas de cada juego lucían llamativas y tenían a la vista sus premios, algunos consistían en pequeños puntos extras en materias simples. Sobre la mesa de la caseta estaban los tickets para poder jugar los cuales costaban 20 pesos.
—Nosotros somos los mejores —alardeaban Maurice y Zack—, nadie nos va a ganar.
Ambos se alistaban para iniciar uno de los juegos que consistía en amarrarse uno de los tobillos con tu pareja de juego y tener que caminar o correr así sin caerse, en este caso los ganadores serían quienes aguantaran estar atados todo el día, si se desataban antes de la hora límite perdían.
— ¿Vas a participar? —Me preguntó una voz a lado de mí.
Dejé de reír por las bromas de Maurice y giré hacia quien me habló.
—No, yo no hago esto —respondí sin mal tono al rubio.
— ¿Temes perder? —Pude sentir la burla en su voz.
—Por supuesto que no ¿Qué hay de ti?
Antes de que pudiera responder alguien nos interrumpió.
—Oigan ustedes dos ¿van a participar? ¿o le temen al poderoso Maurice? —alardeó de si el chico.
Todos reímos con su forma de desafiarnos.
—Yo si —volteé a verlo sorprendida—, pero que sea interesante…hagamos una apuesta —sugirió picaro.
—Va —dijo enseguida Zack—, 100 pesos al ganador.
—Acepto el trato —afirmó confiado Eliam y estrechó su mano con el moreno.
Adrien le entregó la cuerda al rubio y yo me hice a un lado para que él se la pusiera.
— ¿A dónde vas? —Me cuestionó Eliam— ¿Cómo piensas que jugaré? Es un juego de par.
—Ja, nunca dije que jugaría.
—Oh vamos, son 100…50 y 50 —me guiñó un ojo con su actitud jocosa—, date prisa que ya empezará.
Me crucé de brazos y torcí los labios, pero al final accedí. Me acerqué para tomar la cuerda y amarrármela al tobillo, pero no fue necesario, al ponerme junto a él, Eliam se agachó a ponérmela.
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Editado: 08.05.2022