Red S.O.S

CAPÍTULO 12

 Caídos miserables.

 

 

-Cáliz no pudo irse tan lejos, estoy seguro.

 

Abdías y Héctor corrían por el bosque con trece Vigilantes armados detrás de ellos, el joven pastor llevaba sus largos látigos dorados echando chispas crujientes y Torres tenía sólo un móvil indicando la dirección de su compañera.

 

-El GPS, desapareció. No, no, no -golpeaba el teléfono con el dorso de su otra mano.

-Debe estar en un sitio profundo -se quedó pensando un momento.

 

Todos desesperados, empezaron a dudar si la encontrarían o no pero justo en ese instante, Abdías recordó el escondite de un viejo amigo, un flashback apareció en su cabeza:

 

-Cus ¿qué sitio es éste? -decía el joven pastor confundido, entrando a una especie de tubería mugrienta, enorme y oscura.

 

-Es la guarida de los caídos, ellos juegan con tus fortalezas y las vuelven tu peor pesadilla.

-¿A qué te refieres? ¿te sientes bien?

-Mi abuelo solía decir que en éste sitio muchas personas perdieron la cabeza, ¡se volvían completamente locos con sólo entrar allí! Aquí sin duda existe mucha energía paranormal, así que siempre que vengas aquí, debes traer un buen engaño para éstos miserables caídos o crear una gran estrategia que pueda jugar con su vil naturaleza... ahora te mostraré cómo entrar sin ser percibidos.

 

Fin del flashback.

 

-Ya sé en donde está. -Dictó soltando una gran cantidad de aire por la boca, como si de la muerte se tratase.

 

PAZ se volteó y buscó entre los árboles, los demás estaban confundidos.

 

-¿Qué haces? -se quejó Héctor.

-Busquen un árbol que diga EST y llámenme cuando lo encuentren ¡Ya! -gritó y todos se pusieron a buscar.

-Oye, Cáliz me dijo que estaba en una enorme tubería, no en un árbol. -Héctor más que nadie, tenía ganas de golpearse la cara con el móvil que tenía en sus manos.

 

-Tenemos que engañarlos, así no nos verán. -dijo ubicándose en otro árbol.

-¿Engañar? ¿A quienes? ¿De qué hablas?

 

-Escucha Héctor, cuando la biblia dice que no peleamos contra sangre y carne sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de éste siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes, es verdad.

 

-Pero es mentira, eso no existe.

-Pues lamentablemente si existen. Y por eso tenemos que ser astutos, así que no te muevas de mi lado ¿entendido?

 

Héctor ahora era el que deseaba lanzarse de un puente.

 

 

.

 

-Ah, ¿hasta cuando tendré que quedarme sentada? Voy a quedar más plana de lo que ya soy -Cáliz se quejaba mientras un chico la esposaba en un poste.

-Niña, deja de quejarte -respondió.

-Tú también eres un niño, estúpido.

-Por lo menos yo no me asusto con mi sombra.

 

-¡Ya cállense! -gritó la chica de cabello oscuro -¡Los dos son unos niños! Parecen retrasados.

 

A Cáliz eso no le importaba y habló.

 

-Piricin ritrisidis, yo por lo menos no ando amarrando gente a un poste y si no me sueltan ¡me soltaré yo misma! -El chico se sentó en el suelo con su móvil y una mirada muy perezosa.

 

-Son las tres y treinta de la tarde, buena suerte.

 

 

Cáliz tomó mucho aire..., y empezó a cantar.

 

 

Y así pasó el tiempo, las tres, las cuatro, las cinco, las seis y empezaba ya a oscurecerse cuando a las siete marcó el reloj.

 

Los chicos que estaban presentes se sentían extremadamente incómodos, ellos sabían que aquella cueva era llamada “Los Caídos Miserables” y que, incluso existía una leyenda muy aterradora sobre ello. Pero se sentían seguros a pesar de todo porque su líder había negociado el lugar con unos ocultistas para que los caídos no los molestasen... pero por favor... si unos pubertos llegasen todos los días a ese lugar con su ruidosa existencia hasta yo los aterrorizaría para que se largaran.

 

La chica de cabello negro era la más valiente, pero sin embargo ya de noche, ni la valentía de un exorcista les serviría dentro de aquella cueva. Juntos comenzaron a ver cosas moviéndose de un lado a otro en forma de sombras. Comenzaron a escuchar susurros de lenguas desconocidas, comenzaron a tocar a los jóvenes de manera leve y como si fuera poco, les susurraban el modo en que iban a morir.

 

Cáliz casi sin voz y adormilada por otro lado, seguía cantando... -Aaa la víbora víboradela maaaaar, poraquípodránpasaaaaaaar -se quedó dormida y hasta los chicos que se encontraban allí dieron gracias al Dios (en que no creían), pero el nuevo problema ahora era lidiar con los caídos, pensaron y pensaron pero los caídos sólo le exigían que abandonasen el lugar inmediatamente, o eso sentían ellos de tanto miedo que tenían.



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En el texto hay: juvenil, homicidios, leyendas

Editado: 28.08.2018

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