Redención

Capítulo 4

Agua
 


El sonido del agua la relajaba, chapoteaba despacio, estaba sentada en la orilla de la piscina.

El sol era suave y besaba su piel.

Podía escuchar el sonido dentro de la casa, Ana estaba limpiando, Rosa cocinaba algo muy delicioso, podía decirlo por el aroma que llenaba el ambiente.

El agua mojaba sus pies, sus piernas se movían sobre el agua haciendo ondas y salpicando agua.

La mansión donde vivía, tenia su propia piscina y este era su lugar favorito.

Los hombres rodean la casa cuidando, protegiendo.

Llevaba un bañador blanco y un sombrero de ala ancha mientras él estaba en su oficina, lo sabía por los hombres que siempre estaban con él cuidándolo.

A ella también la cuidaban, el hombre que estaba a unos metros era la prueba.

La puerta de la oficina se abrió, escucho los pasos, cruzo la puerta y salió al exterior, uno a uno sus pasos le avisaron de su presencia.

Movió más los pies mientras el agua salpicaba y su piel absorbía la vitamina D que los días cálidos de la cuidad ofrecía.

―¿Estas disfrutando del sol? ―preguntó.

Giro su cabeza y lo vio, el rostro que más odiaba, el hombre que le quitó todo lo que amaba.

―Sí, me gusta mucho este clima. ―le sonrió. ―Pensé que tardarías más en venir. ¿A sucedido algo?

―Negocios querida. ―sonrió. ―¿Cómo han ido las cosas por aquí?

Ella sacudió lento los pies y sonrió. ―Aburridas, lo mismo de siempre.

―¿Y los negocios?

―Progresando. ―detuvo el movimiento de sus pies. ―Estuve hablando con Thiago.

―¿El abogado? ―metió las manos en sus bolsillos. ―¿Qué sucede con él?

―Me gustaría ir a visitarlo, para saber como van las cosas ahí, tú podrías venir también, él también lleva tus negocios.

Él se quedó pensando un momento, siempre odiaba verlo, siempre tenia que fingir que todo estaba bien cuando lo miraba.

Tenía que aguantar sus ganas de gritar, de golpearlo, pero ahí estaba ella sonriendo mientras lo miraba.

―Puede ser, me gustaría hablar con él sobre los negocios y por lo que veo te haría muy bien un cambio de ambiente. ―se inclinó para tomar un mechón del cabello rubio entre sus dedos y lo enrolló en este antes de soltarlo. ―Haré espacio de en mi agenda para ir, te avisaré cuando iremos para que tengas todo listo.

Ella asintió, con el corazón latiendo rápido, aspirando el aroma a la loción y alcohol que desprendía.

―¿Vienes a comer? ―preguntó él.

Ella sonrió. ―Claro, en seguida voy.

El hombre le dedicó una sonrisa y se alejó para entrar a la casa de nuevo.

Se volvió a ver a la piscina, sus pies en el agua, miró el color azul, azul como sus ojos, como los ojos que heredó a una bebé y azul como su nombre.

―¿Se encuentra bien? ―la voz del guardia la hizo volverse, era guapo, alto, tenía el cabello negro y unos ojos cafés claros.

―Por supuesto. ―se impulso con sus manos para levantarse, el hombre ya la esperaba con una toalla.

―Gracias Sebas. ―murmuró mientras la tomaba y se sentó a secar sus pies.

―Ha estado muy pensativa. ―murmuró él. ―¿Esta todo bien?

―Si, es que estaba recordando varios asuntos que debo resolver para la universidad. ―sonrió.

Sebastián no dijo nada más y ella se apresuro a ponerse una vestido de colores que había dejado sobre una de las sillas, se lo puso rápido mientras entraba a la casa.

No quería que su guardia hiciera más preguntas, él tenia razón ella estuvo muy callada estos días.

Estos días su corazón se sentía más pesado, el dolor que sentía era insoportable y ella debía fingir que no sentía nada.

Entro al comer y se sentó en su lugar a la derecha del hombre que la miraba con atención, pidió que sirvieran la comida.

El aroma era delicioso, tomó sus cubiertos y comenzó a comer.

Noto que él seguía viéndola y se detuvo.

―¿Que sucede? ¿No tienes hambre? ―preguntó limpiandose las esquinas de la boca con la servilleta.

―Te ves muy hermosa hoy. ―comentó y bebió de su copa tenia un liquido color ámbar.

―Gracias. ―siguió comienzo y él se inclinó para hacerlo también.

Pasaron varios minutos en silencio, mientras comían y en el lugar solo se escuchaban los sonidos de los cubiertos al chocar con la porcelana.

―¿Qué tal va la carrera? ―la cuestiono.

―Tengo unos trabajos que entregar esta semana, ha sido complicado trabajar y sacar a delante los estudios.

―Eres una chica muy inteligente, se que ese no es un gran problema para ti, serás la mejor de la carrera.

Sonrió ante eso y siguió comiendo, cada bocado a pesar de ser delicioso era como ceniza en su boca, debía esforzarse por tragar.

Sabia que su vida era toda una puesta en escena, incluso comer era un acto, verlo y sonreírle, era como llevar una máscara que ocultaba lo que realmente sentía.

Podría recibir un premio como mejor actriz, por qué compartir la mesa con el hombre que arruinó su vida, que la alejo de quienes amabas y no tomar el cuchillo y clavarselo en el pecho, no salirte de tu papel cada vez que lo miras, no gritarle la clase de hijo de puta que era, toda esa contención era un acto que solo una actriz podría poner en escena.

Pero ella no actuaba por qué deseara un premio, por qué quisiera una ovación de pie, ella lo hacia por qué cualquier señal de la verdad podría costarle muy caro.

Lo sabia, conocía lo peligroso que ese hombre junto a ella era, vivir bajo su mismo techo le había mostrado la verdadera cara del hombre que comía tan tranquilo, había visto tantas cosas sin que el supiera, encontró y leyó tantas otras que sabia lo que el haría si la máscara caía.

―Debo ir a atender unos negocios. ―terminó de comer y la miro. ―Quieres que te lleve a la universidad.

Negó con la cabeza. ―Pensaba darme una ducha antes de irme.

Él sonrió y se puso de pie, comenzó a alistarse para irse, pasó a su lado y le dio un beso en la frente.



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En el texto hay: romantico, drama, amisad

Editado: 08.07.2023

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