Redención

Capitulo 34

Azul y Summer
 


El cabello rubio rozaba su cara y el olor a fresas llenaba su nariz y ella aspiró ese aroma con fuerza, mientras apretaba aquel pequeño cuerpo que una vez había llevado en brazos.

Era su hija.

Su Alaine.

Las lágrimas mojaron sus mejillas mientras sentía aquella piel suave contra la suya y la escuchaba respirar, cada pequeño respiró era como un milagro.

―Mami. ―escuchó que decía y aquella melodiosa voz, era hermosa. ―Mami, estas aquí.

Azul se alejó un poco para verla, durante los últimos años se había imaginado un millón de veces el rostro que su hija tendría ahora.

―Regresé por ti mi vida. ―su voz estaba ronca por el llanto y la emoción. ―Estas preciosa.

La bebé que ella había visto por última vez ahora era una niña, una niña hermosa con unos ojos azules tan expresivos y brillantes. Azul cubrió su rostro con besos y la abrazó aún más contra ella.

―Tu también lo estás mami. ―la niña también estaba llorando. ―Te ves hermosa.

Azul lo dudaba, había paso las últimas horas en un avión y luego en un auto, no se había duchado y de seguro estaba despeinada y su rostro cubierto de lágrimas.

―La tía Summer, dijo que vendrías. ―la niña habló. ―Dijo que estabas viva y que vendrías a vernos de nuevo y yo quería verte de nuevo mami.

Aquello hizo que más lagrimas se desbordaban en sus ojos.

―Yo también quería verte de nuevo y daría mi vida por ti cielo, una y mil veces.

Su hija, no podía creer, su hija le sonrió con el rostro lleno de lágrimas, tenia las mejillas sonrosadas.

―Y quiero que sepas que no pasó un solo día en que no pensara en ti y que no dejara de amarte. ―dijo y tiró de la niña para abrazarla.

Ella podría quedarse ahí, por el resto de sus días, por qué ahora que la tenía con ella no quería dejarla ir, pero también sabía que esto era real y que ya nada ni nadie podría alejarla de su hija y que también había alguien más a quien moría por abrazar.

Aún sin soltar a su hija, abrió los ojos y miró a su amiga, tenia el rostro mojado y lloraba en esa forma silenciosa suya que desde muy pequeña aprendió a usar.

―¿No piensas abrazarme, Su? ―preguntó con la voz quebrada.

Su amiga no se movió, así que ella alzó a su hija, sin dejar de abrazarla y caminó los dos pasos que la alejaban de su amiga y encontró los brazos abiertos de Summer.

Escuchó el chillido de su amiga mientras dejaba que su llanto se soltara, como solo había hecho con ella cuando eran niñas. Por qué así se sentía, como ese par de niñas que se juraron ser amigas para toda la vida.

―Estas aquí. ―escucho que le decía. ―Eres tu realmente.

Azul asintió, sin dejar de abrazarla por qué tener a ambas con ella era algo a lo que necesitaba aferrarse, por que tenia miedo de que si las soltaba, todo aquello se desvaneceria y volvería a estar en su habitación en la mansión sola.

―Deberiamos dejarlas solas. ―escuchó que decía alguien y luego escucho los pasos y supo que estaban solas.

Azul se quedó ahí abrazando a su hija y a su amiga por tanto tiempo que pareció que fueron años pero cuando las dejó ir, muy a su pesar, sintió que fueron segundos.

―Realmente estas aquí. ―Summer hablo.

―Y tú eres rubia ahora. ―tocó el cabello de su amiga mientras hablaba, una pequeña sonrisa se formó en el rostro de su amiga, que estaba cubierta de lágrimas. ―Te ves hermosa.

Summer la abrazo de nuevo.

―No puedo creer que estés aquí, que estés bien, tenía mucho miedo, he rezado tanto por que nada te sucediera.

―No podría irme, no ahora que sabía donde estaban. ―miró a su hija. ―Y no voy a irme ahora que las he recuperado.

―Y no quiero que te vayas, mamá. ―su hija se abrazó a su cuello.

―No me iré, ya no voy a dejarte. ―estiró la mano y tomó la mano de su amiga. ―No voy a dejarlas.

Summer le sonrió y Azul cerró los ojos por qué estaba bien, estaba a salvo y estaba con ellas.

―Hay tanto de que hablar.

―Y tendremos mucho tiempo. ―Summer le dijo. ―Pero... ―unas lagrimas se deslizaron por sus ojos mientras miraba al suelo. ―pero antes me gustaría que conocieras a alguien.

Azul la miro un poco sin entender, mientras Summer se movía, saliendo de aquel lugar para ir a la casa.

Azul se quedó sola con su hija y se dejó caer en el césped por qué por primera vez en muchos años se sentía libre, feliz y sin preocupaciones sobre nada.

Miro a su hija, no podía creer lo hermosa que era, lo grande que estaba.

―Has crecido tanto amor. ―acarició su cabello.

―Mamá me cuido. ―la niña la miró y rápidamente agregó. ―La tía Summer, me ha cuidado muy bien.

Azul sonrió.

―No tienes que sentirte mal conmigo por llamarla mamá. ―la abrazó por qué no podía dejar de hacerlo. ―Ella cuido de ti y nunca podré agradecerle lo suficiente por ello y se que durante estos años, ambas crearon un vínculo, uno que no voy a cortar.

"Sé que va ser difícil para ti todo esto, se que pensabas algo sobre mi y ahora...

―Tu no querías dejarme. ―la niña sonrió un poco. ―Una mujer vino, era una doctora y habló conmigo sobre ti, me dijo que estaba pasando y la tia Summer también dijo que vendrías y que podía ser algo muy difícil.

―¿Y lo es?

La niña lo pensó y asintió.

―Lo lamento.

―Pero la doctora dijo que estaba bien y que podía decirte como me sentía, que podía hablar con ella también.

Azul, la colocó sobre su regazo y comenzó a mecerla entre sus brazos.

―Sé que sersl difícil para ti y también para mí, pero entre las dos vamos a salir de esto, por qué ahora estamos juntas y te acompañaré a hablar con ella si quieres.

Su hija asintió y Azul comenzó a limpiar su rostro con sus manos, escuchó unos pasos y casi por instinto, abrazo a Alaine con fuerza.

Miro por sobre su hombro y vio a Summer y se relajó, dejó ir a Alaine. Vio a Summer, su amiga no venía sola.

Un niño venía en sus brazos, podía ver que era niño por su ropa ya que su rostro estaba hundido en el cuello de Summer.




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