Niké
El plan era simple: Proponerle a Delfos que colaborara con la guerra que Enio nos había declarado. Después de todo, era el Santuario de Athena quien custodiaba al de Apolo y la Alianza estaba allí desde la era del mito.
No podía decir que no.
O al menos eso fue lo que pensé.
—No puedo arriesgar a mi gente de ese modo—Fue lo que respondió—. No cuando en esa guerra yo no pinto nada y mucho menos cuando están queriendo ir contra Enio.
Estábamos charlando a puerta cerrada, con los dos caballeros dorados custodiando la entrada al aposento.
Debía admitir que su templo era fantástico.
—¿Me estás queriendo decir que no pelearás pues sabes que no ganaremos? —Pregunté con cautela, observando la mezcla dorada y rojiza de sus ojos—. Es eso, ¿Delfos?
Ella se levantó de su asiento, dándome la espalda mientras se dirigía a uno de los ventanales para observar el paisaje y, así, no responderme instantáneamente.
Delfos era el Oráculo y, después de todo, si estaba actuando así era por una buena razón.
Solo tenía que averiguar cuál era.
—No tenemos esperanzas si el trío de diosas se une para la guerra—Musitó, su voz sonando lejana y perdida a la vez—. Aun cuando te alíes con otros templos, guerreros e incluso dioses. No hay oportunidad, Niké.
El mito de la Caja de Pandora relataba que la esperanza era lo único que había quedado al fondo de esta y, era por ello, que no debíamos de perderla.
Si había una sola oportunidad, debía saberla y tomarla.
—¿Quiénes son ellas? —Pedí saber—. ¿Con quien está aliada Enio, Delfos?
De nuevo, se demoró en responder, por lo que comenzaba a creer que venir hasta aquí había sido en vano.
Delfos no estaba dispuesta a compartir su sabiduría.
—Athena dejará de custodiar el Templo de Apolo—Confesé—. Los caballeros deben de estar listos para defendernos en cualquier momento.
Fue en ese momento cuando se volteó para encararme y, a pesar de que el asombro estaba presente en sus pupilas, la impotencia y rabia por mi vil estrategia pesaba más.
—No puedes hacer eso—Mustió—. Athena no puede hacerlo.
Asentí lentamente.
—Claro que puede—Afirmé—. Nuestro trato era protección por sabiduría. Y tú, aunque sabes, no nos estás compartiendo la información, por lo que, técnicamente, estás rompiendo el pacto.
Ella soltó una risa amarga mientras negaba con la cabeza y volvía su mirada al ventanal.
Habían cambiado muchas cosas en los últimos tres años, por lo que, para asegurar nuestra sobrevivencia, debíamos tomar medidas desesperadas y que no siempre eran las mejores.
—Aunque yo te dijera con quienes está aliada ¿Qué harían? —Mencionó, su voz cargada de ironía— ¿Luchar con ochenta y ocho caballeros y unas cuantas Pitias cuando su ejército de ellas les dobla en número?
—Lo resolveremos—Aseguré—. Podemos ganar.
Cuando me miró, el dorado en su mirada desapareció por un momento, mostrando únicamente el carmesí de la misma como si siempre hubiese sido solo ese color, no obstante, en un parpadeo de mi parte, lo perdí de vista y ahora tenía la misma mezcla que siempre.
¿Qué estaba ocurriendo?
—La vida real no es así de fácil, Niké—Espetó—. Es cuestión de lógica y sentido común, aunque los caballeros den todo de sí, no podrían derrotar a todos los enemigos. Y nosotras mucho menos a ese trío.
—¿Por qué?
La pregunta salió de mis labios sin que pudiera contenerla, así como la respuesta dejó sus labios sin meditarla un momento.
—Porque Macaria es la diosa de los muertos e incluso se dice que a matado a su madre; y tú y yo sabemos que Perséfone era una de las diosas más poderosas. Con un simple chasquido de sus dedos tú, yo y toda nuestra gente habrá perecido—Reveló, por un momento vi la angustia en sus ojos—. Cimopolia es temida incluso por su propio padre, Poseidón, desde que, en un arrebato de ira, hundió una ciudad en el fondo del mar, matando a todos sus pobladores a su paso y destruyendo la ciudad marina de su padre. Y ni hablemos de Enio, que no por nada le llaman la «Destructora de Ciudades» y ha tomado muchas, matando a todas las vidas en ellas, junto a su hermano Ares.
—Enio, Macaria y Cimopolia—Repetí con amargura—. ¿Ese es el trío de diosas letales al que tanto le temes?
Ella negó.
—Le temo a lo que puedan hacer con tal de proteger al niño. Ellas creen que Athena les ha declarado la guerra.
La confusión se hizo presente en mi sistema debido a sus palabras.
¿Creían que Athena les declararía la guerra cuando fue Enio quien atacó primero? No podía creerlo.
—¿De que niño hablas? —Decidí preguntar.
Noté como Delfos mordió el interior de una de sus mejillas, temiendo en si decirlo o no, sin embargo, sabía a lo que se atenía si no lo hacía, así que tomó una decisión.
—Una de las tres procreó con un mortal—Reveló—. No sé con exactitud quién de ellas haya sido, pero el niño tiene el poder de salvar o destruir y, si lo usamos a nuestro favor…
—Podríamos ganarle, aun con el alto costo que eso implica.
Ella asintió, dándome la razón.
Había escuchado más de una vez decir al caballero de cáncer que, en la guerra y en el amor, todo se valía.
Así que estaba decidido.
Teníamos que ir a por el niño.
🌠🌠🌠
¡Buenas, buenasss! ¿Cómo están?<3
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué piensan de que la sobrevivencia de todos en el Santuario esté antes que nada?
Esto es un punto que siempre había querido tocar, es decir, en el anime (No me he leído el manga) siempre ponen el bienestar de la tierra antes que nada aunque todos mueran para ello, pero ¿Qué pasaría si fuera al revés? ¡Los caballeros también pueden estar antes que todos!
¿Qué opinan de esto?
¿Creen que, verdaderamente, vayan detrás del niño?
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Editado: 10.08.2024