Macaria
—Mamá—Llamó Lesath—. ¿Cuándo podremos salir?
Volteé a mirarlo, dándome cuenta de que se estaba comiendo una manzana que el caballero de Capricornio le había proporcionado a Cimopolia anoche.
Lo entendía. Sabía que estar encerrado era complicado para él, sobre todo, cuando lo único que hacía en los Elíseos era pasearse de mi mano por cada rincón. Sin embargo, eso no quitaba el hecho de que, por muy mi hijo que fuera, si seguía así, iba a exasperarme.
Y a todas aquí.
Enio soltó un bufido.
—Cállalo o lo haré yo.
—Enio—Reprendió la diosa de las tempestades, aun observando por la ventana, detrás de la cortina, antes de dirigirse a mi hijo—. Lesath, podremos salir cuando las dos intrusas se vayan del pueblo. Así no correrás peligro.
Sabía perfectamente que se refería a Niké y a Delfos, después de todo, las habíamos observado llegar al pueblo a través de una abertura que Enio creó.
Menos mal habíamos sellado la casa para que nuestro cosmo no se sintiera por nadie.
No podía decir lo mismo si decidíamos salir al exterior.
Y eso era lo que Lesath, claramente, no entendía.
—Pero…—Comenzó a decir—. Mamá dijo que siempre me protegerá de todos ¿Por qué no podemos salir, entonces?
—No siempre podrá hacerlo—Masculló Enio antes de que yo pudiera siquiera entreabrir los labios—. Habrá momentos en los que no estará cerca, así que tienes que ser cuidadoso. Y menos parlanchín o perderás.
Lesath frunció el ceño.
Suspiré.
—Vamos a salir—Aseguré—. Solo tienes que ser paciente un poco más, porque las intrusas no se marcharán pronto.
Lo supe por la mirada que me brindó Cimopolia.
—O no habrá más manzanas para ti.
Ante esa sentencia—Que casi podría pasar por una de muerte— por parte de la diosa de la guerra, a mi hijo no le quedó más opción que mantenerse callado por varias horas mientras nosotras armábamos una estrategia para la guerra.
Después de todo, sería en una semana y nosotras ya llevábamos dos días aquí.
Solo nos restaban cinco.
-
Ya estaba atardeciendo cuando, desgraciadamente, pudimos salir de la casa. Mientras que yo iba al frente de la mano con Lesath, tanto Enio como Cimopolia iban a los costados a una distancia prudente, como si no hubiésemos salido juntas, pero a la distancia perfecta para apoyar a la otra si era necesario.
«No olviden nuestros nuevos nombres. No podemos dejarnos al descubierto por algo tan ridículo como eso.» Había dicho Enio antes de que saliéramos.
—¡Mamá! —Exclamó Lesath fuertemente, tirando de mi mano—. ¡Cuidado! ¡Vas a pisarla!
Me percaté de que, lo que él evitó que pisara, era nada más ni nada menos, que una pequeña flor que sobresalía de un escombro. Sin embargo, eso solo logró que, el caballero que más cerca se encontraba de donde nosotros, se acercara sin dudarlo.
Todo por la maldita flor.
Y ese fue el caballero de Escorpio quien, increíblemente, compartía un maravilloso parecido con Lesath.
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Editado: 10.08.2024