Macaria
Por todos los Dioses.
Elevé casi imperceptiblemente una de mis manos cuando sentí un movimiento brusco de los cosmos de las diosas a mi espalda evitando, así, que un error por una maldita flor nos costara todo lo que habíamos logrado hasta aquí.
El cosmo del caballero de Escorpio se sentía abrumado y, por su expresión, supe que estaba tan desconcertado como me encontraba yo en el interior. No obstante, eso no le impidió que su voz, grave y arrastrada, sonara firme cuando dijo:
—¿Ocurrió algo?
Mis labios se entreabrieron, sin embargo, no alcancé a decir nada pues Lesath se me adelantó.
—Mi mamá iba a pisar la flor.
Sus cejas se hundieron y sus ojos, azules como el zafiro, se enfocaron en el intento de zafiro de los míos.
—¿Qué flor?
Lesath no era predecible, pero sabía con certeza que iba a responder antes de comenzar a parlotear. Y, si lo hacía mal, nos iba a joder todo.
Y Enio lo sabía también.
—Disculpe, señor caballero—Dijo con la voz más contundentemente inocente que pudo—. ¿Cree usted que podría darle esto a quien lo necesite? Son unas mantas, ayudarán con el frío de la noche.
Nuevamente, él hundió las cejas con desconfianza.
¿De donde Enio había conseguido unas mantas?
—¿Y usted quien es? —Preguntó él.
Enio sonrió descaradamente.
—Melek—Respondió—. Y estas son mis hermanas, Gabriella—Señaló a la pelinegra antes de apuntar su dedo a mi dirección— y Grettel.
—Un gusto—Masculló Cimopolia.
Yo no podía creer todo lo que estaba ocurriendo aquí.
¿Por qué, por todos los Dioses, estábamos soltando información sin planearlo?
No saludé.
—Asumo que este niño es su sobrino—Mencionó el caballero, a lo que Enio asintió—. ¿Solo son ustedes cuatro o…?
Por alguna razón, supe a que se estaba refiriendo y, antes de que siquiera me diera cuenta, mascullé:
—Su papá está muerto. Solo somos nosotros.
Él asintió ligeramente con la cabeza.
—Ya veo—Fue lo que musitó—. ¿A dónde se dirigen?
Enio le parloteó unas cuantas cosas a las que ni siquiera les presté atención puesto que cuidaba que mi retoño no fuera a arruinarlo, sin embargo, la sensación opresora que se instaló en la boca de mi estomago se negaba a desaparecer.
Sabía a que se debía porque lo estaba viendo.
La reacción de mi cuerpo era por el caballero de Escorpio frente a nosotras.
«Es él, ¿No es así?» Preguntó Cimopolia a través de la conexión que compartíamos.
Mi intento de ojos color zafiro solo se dirigió a su alta figura y, mientras lo detallaba, la sensación que me oprimía disminuía de a poco.
«Sí.»
El caballero de Escorpio era el padre de Lesath.
Y ahora solo necesitaba saber que ocurrió hace tres años para que él lo fuera.
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Editado: 10.08.2024