Redimidos [saint Seiya]

Capítulo 14 | Debilidades

Athena

Cuando vi a Kanon, Saga, Aioria y Milo llegar a lo último, pero justo a tiempo, quise suspirar por lo que diría a continuación. Pero no lo hice, por el contrario, busqué la mirada de Niké, apoyándome en ella, quien me brindó un asentimiento de cabeza para que iniciara con la reunión.

—El motivo de esta reunión es para informarles todo lo que está ocurriendo en el Santuario—Comencé a decir, mi mirada se desvió a cada uno de mis caballeros antes de posarse en Delfos y Niké—. Como bien saben, la Diosa Enio fue quién destruyó Rodorio y nos declaró la guerra.

No vi desconcierto en sus miradas, claramente ya estaban enterados de eso.

—Junto a Macaria y Cimopolia—Completé.

Entonces, esta vez, dicha incertidumbre se hizo presente en sus ojos tanto como los murmullos que empezaron a inundar la habitación.

—Señorita Athena—Ese fue el patriarca—. ¿Cómo podemos evitarlo?

En los ojos de Shion pude notar la preocupación y, de un instante a otro, me sentí protegida. Y no solo porque supiera que esos catorce hombres frente a mí estaban dispuestos a dar su vida de ser necesario. No. Esto iba más allá.

Shion me miraba como si fuera alguien muy cercana a él que debía proteger.

Como un padre lo hacía con su hija.

—Debería preguntármelo a mí, patriarca—Respondió Delfos—. Aunque, estoy segura de que no quiere desperdiciar su consulta por algo que nadie podría evitar.

—¿Consulta? —Preguntó Aioria, una de sus cejas marrones se elevó—. ¿A qué se refiere?

—Delfos se rige por la ley de uno—Contestó Niké, interrumpiéndola como ella lo había hecho conmigo. Por eso era mi favorita—. Una pregunta y una respuesta.

La pelirroja solo asintió.

—Entonces—Musitó el caballero de Géminis menor, arrastrando la voz tanto, que estoy segura que no solo a mí me estremeció—. ¿Podemos saber lo que queramos solo con una consulta?

Delfos, de nuevo, asintió, mirándolos uno a uno.

—Solo sí estás dispuesto a pasar la prueba y saber que tan cruel puede ser tu destino para regir tu futuro.

Para sorpresa de todos, Milo, que había estado más silencioso de lo habitual, susurró:

—¿Y si no quisiera saber mi futuro?

Cuando la sonrisa de Delfos se ensanchó y compartió una mirada con quien fuera que estuviese detrás de la ventana, yo la imité al mirar a Niké.

—Solo tienes que preguntar.

Por alguna razón, en los ojos zafiros de Milo vi determinación. Pero no tanta como cuando informé que solo nos quedaban cuatro días para la guerra.

🌠🌠🌠

Melek

—Puedes sellar sus cosmos, ¿no es así? —Preguntó Cimo, mirando a Macaria—. Eso nos daría una gran ventaja.

Ella asintió, sin embargo, su atención no estaba en nosotras sino en lo que se encontraba detrás de la ventana.

Y esos eran los jodidos caballeros de Athena.

—¿Y si ellos intentan sellarme a mí? —Respondió a cambio, en un susurro que fue casi imperceptible.

Mi mirada se endureció.

—Eso no es posible—Mascullé sin pensarlo tanto—. No podrían sellarte, aunque quisieran. No tienen el poder suficiente para ello.

Por el contrario, Cimo prefirió decir:

—¿De donde sacaste la idea de que ellos podrían sellarte?

Macaria negó con la cabeza y llamó a su hijo.

—Solo fue un presentimiento—Nos aseguró—. Siento que ya he vivido esto, no obstante, no creo que sea posible. Me declino más por la idea de que ver que el caballero de Escorpio es el verdadero padre de Lesath fue lo que me está haciendo dudar de todo.

—Incluso de tu poder, Macaria.

En sus ojos de una imitación barata de zafiro pude notar un destello de asombro al haberla llamado por su nombre tal y como brillaron, también, en los de Cimopolia, sin embargo, así como apareció se esfumó porque ella era así.

Ninguna de nosotras podía permitirse debilidades.

Y teníamos, para este punto, quizá más que una.




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