Delfos
—¿En serio les vas a hacer valer la ley del uno? —Fue lo que me preguntó Arkhes—. Sabes que eso a Athena no le va a agradar.
Solté un resoplido.
—¿Cuándo le ha agradado algo de lo que hice? Nunca. Solo me necesita porque tengo las respuestas que quiere.
La vi negar con la cabeza, su sonrisa torcida se elevó un poco mientras sus ojos ocres me examinaban.
—Y tu la necesitas a ella para protegernos, Mila.
Una punzada atacó mi corazón.
—Ese no es mi nombre—Mascullé, la cabeza comenzó a darme vueltas y, por momentos, todo se tornaba borroso—. Y ella no va a protegernos, lo sabes bien, Arkhes. Solo es una egoísta que se la pasa moviendo las piezas del tablero a su conveniencia.
—Y tú sabes que no es ella la que está jugando con todos, Mila.
Allí iba de nuevo ese estúpido nombre.
¿Por qué me llamaba así?
Suspiré, cerrando mis ojos antes de darle una respuesta.
—Claro que lo sé—Aseguré—. Sé que, quien verdaderamente está detrás de esto, es…
No pude continuar mi frase porque el golpeteo a la puerta de madera de la habitación me interrumpió, sin embargo, Arkhes sabía, perfectamente, a quien me refería.
—Hablaremos de esto después—Sentenció la rubia—. Ahora atiende tu consulta, el caballero te necesita.
Entonces la vi convertirse en una loba blanca y marcharse por la ventana con la sentencia dada.
Muchas veces creía que la que en realidad era el Oráculo de Delfos era Arkhes y no yo.
—Adelante—Indiqué, segundos después, la inmensa puerta se abrió y una de las relucientes armaduras doradas se dejó ver—. ¿Qué te trae a mi aposento, caballero de Escorpio?
Sus ojos zafiro irradiaban determinación, aun cuando sus cejas en una línea recta y sus labios se mantuvieran inexpresivos.
—Creí que ya lo sabías.
Mi sonrisa no pudo ensancharse más cuando él hizo su pregunta.
Una que involucraba a su hijo… y a la diosa de la muerte.
🌠🌠🌠
Athena
Escuché como la puerta de mi aposento se abrió instantes anteriores a que Kanon entrara por ella y yo soltara un suspiro. Él ni siquiera requería de una confirmación para acceder a esta.
—Ya no puedo con esto—Susurré, sintiendo un temblor en mi labio inferior—. Ya no puedo, Kanon. Todo está jodido, todo se me va a venir encima.
Lo vi acercarse unos cuantos pasos, conservando una distancia considerable de mí.
—Eres capaz, Ath—Musitó, sus ojos esmeraldas mirándome con apoyo—. Estoy seguro de que, juntos, encontraremos una solución.
Yo no estaba segura de esto último, sin embargo, lo que menos quería en estos momentos era pensar en la guerra.
Ya no podía.
—Kanon—Llamé, él elevó las cejas con sugerencia, indicándome que continuara—. Solo necesito que me sostengas.
Estaba prohibido y lo sabía. Pero no iba a pretender que me importaba, porque no era así.
No me importaba que ahora me tuviera entre sus brazos, no me importaba que sus manos recorrieran mi cuerpo desnudo y no me importaba que me hubiese dicho que me quería.
Porque yo también lo quería a él y me daba igual que el Santuario pudiera caerse a pedazos por ello.
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Editado: 10.08.2024