Cuando sabes que no puedes cambiar nada, pero si hacer algo por ello, sorprendentemente cambias, de una manera que el verdadero tú no podrá reconocerte.
Cuando lo pierdes todo por una mala jugada del destino, querrás recuperarlo a toda costa aún sabiendo que no lograrás nada más que, mayormente, convertirte en un monstruo.
La venganza es buena y mala; mala con obsesión y buena para darle el merecido al infeliz que te hizo daño. Sin embargo, esta es siempre vista de mala manera, porque siempre dicen que es mejor olvidar, pero ¿cómo?, ¿cómo cierras la herida que atraviesa tu cuerpo?, la que siempre está ahí para causarte dolor, decepción, desconfianza y amargura.
Traté de olvidar una vez pero solo hizo que perdiera mi nuevo tesoro, mi nueva razón para vivir. Ahora no me queda nada. Sólo me queda el deseo de volver y cambiarlo todo para obtener la vida que nunca tuve. Aunque sea imposible, es mejor que consumirme en mi propio dolor y no hacer nada.
Quiero vengar a los que cayeron tratando de protegerme. Quiero vengar a los que cayeron tratando de amarme. Quiero vengar a los que no pude salvar u estar con ellos cuando más me necesitaban. Quiero destruir al monstruo que fue capaz de tan descarado hecho al hacerme lo mismo una y otra vez con lo que pudo ser y una vez fue mi más grande felicidad.
Entonces, ¿crees que merezco vengar la muerte del amor que alguna vez perdí?
Sin embargo, al hacerlo morí. No dolió en lo absoluto. No sentí nada. No vi nada. Mis sentidos no funcionaba. Después de que lo he perdido todo me convertí en la pesadilla de mis enemigos, el malo de la película, el monstruo de la sociedad, un asesino despiadado para el mundo. Un mundo que dudo en volver ya que jamás me extrañará.
La crueldad de la vida es peor que la muerte misma. La crueldad de la vida no es sólo morir. Es morir recordando el dolor y la desesperación que sentiste en vida, amargándote hasta en la muerte misma.
Flotando y descendiendo en el abismo sin fondo. En el frío de la amargura y el calor insoportable del odio mismo. Una infinita condena en mi propio castigo. El tiempo y el espacio no existe y pude durar siglos o incluso segundos en la nada. Este era mi final después de todo. Después de perderlo todo y tratar de recuperarlo fallé.
Pero nunca voy a perdonar. No me arrepiento de nada. No voy a cambiar nada. Si hay algo después de la muerte, cosa que sé que no es probable, tendrá que darme la bienvenida así como soy. Alguien que ya no le importa ni la vida ni la muerte, alguien que no le importa ni el amor ni el dolor. Alguien que no le importa el bien o el mal. No me importa nada......
Caía, caía y caía, esperando conseguir ver el fondo del abismo sin fondo. Pero lo que vi no me lo esperaba. No muy lejos en la intensa oscuridad, una grieta que iluminaba casi todo el lugar. Observando mi alrededor, almas y más almas estaban en mi misma situación, solo que no tenían rostros, sabía que eran personas aunque no lo parecieran, tenían forma humanoide pero, sin embargo, eran oscuros, opacos y sin color, por más que la luz los iluminaba no parecían reflejarla. Eran como sombras. En cambio yo, era todo lo contrario, brillaba con la luz, tenia color y sentía mi rostro. Aún traía mi ropa puesta la cual cada vez que me acercaba se desvanecía mi esmoquin negro. Pero debo admitir que parezco a uno de los actores de los hombres de negro.
No sabía cómo moverme. Y opté por nadar. Natación no siempre fue mi fuerte pero sabía que hacer para no ahogarme en ocasiones que tenían que ver con el agua. Cuando estuve lo suficientemente cerca podía escuchar voces en un idioma que no comprendía. Gritos y sollozo de dolor como si hubieran perdido a alguien, cosa que entendí de inmediato ya que he compartido ese sentimiento a lo largo de mi vida. Antes de seguir en mis pensamientos, las demás personas se acercaron a mi violentamente. Como si fueran unos toros furioso y yo vestido de rojo. Cada uno de ellos se abalanzaron sobre mi frenéticamente, me golpeaban y yo no podía hacer nada, no los podía tocar, mi mano traspasó en sus cuerpos. Esto ya me estaba desesperando y opté a gritar a todo pulmón. Inhalé y exhalé como nunca antes pronunciado una palabra.
-¡¡¡BASTAAAAAAAA!!!
Todos se detuvieron y se alejaron por la fuerza y presión de mi voz, como si esta fuera el viento de un tornado. Me volví a la grieta que estaba a tan sólo un metro frente a mi. Y volví a escuchar las voces de lamentos y sollozos que no pronunciaban ninguna palabra existente. Sin embargo un susurro se oyó en todo este infinito lugar estremeciendo a las almas.
-Este lugar es tu destino, la oportunidad de recuperar lo que haz perdido a un precio.......mi héroe
-....¿eeehh?
No me dejó contestar y la grieta me succionó como una aspiradora llevándome a un lugar con mucha luz. Mi s ojos se acostumbraron a ella y vi la escena que estaba escuchando. Los sollozos venían de un mujer hermosa. Su pelo blanco como la nieve y sus ojos azules como el cielo. alrededor de mi cuerpo había unas barras de madera. Una voz diciendo palabras que no entendía venían de un hombre que se acercaba revisando sus papeles. Por su vestimenta juraría que era un doctor, sin embargo, traía herramientas muy anticuadas incluso inexistentes en esta época. Alrededor, la habitación era blanca con algunos decorados muy costosos, a mi derecha detrás de la mujer había un gran ventanal con una cortinas de rosa pálido. Había mucha luz y deduje que era de día.