Reencarnamos, por favor, no me recuerdes

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Roberto Fox, un chico que en su vida pasada fue un caballero que se enamoró de una princesa de reinó vecino, veía con entusiasmo como delante de todos, una nueva alumna se presentaba, una nueva alumna a la que conocía mejor que nadie.

-Buenos días a todos, yo soy...

-Eres Sofía Castle, hija de una familia muy adinerada.- dijo un chico, interrumpiendo la presentación de la rubia.

La muchacha miró al animado chico mientras sonreía de manera forzada.

-Sí, veo que me...

-No sólo éso, ella es la mas talentosa de su familia y tiene un futuro prometedor.
Ella ganó un premió por ser una gran pianista a la edad de 12 años y a los 14 años uno por ser la mejor tocando el violín.- dijo una chica de anteojos, haciéndose hacía arriba y abajo en su asiento, conteniendo las ganas de saltar.

Sofía hizo lo posible para mantener su sonrisa y asintió.

-Sí, pero éso sólo lo hice porque mis padres me...

-Y no sólo éso, su abuelo fue quien dio aporte financiero para que hoy en día está y otras instituciones de enseñanzas estén de pie y profesores como yo, tengan trabajo.- aclaró el profesor, un hombre de unos 35 años, calvo y con bigotes, emocionado.

Sofía sonrió de manera aún más forzada mientras tenía un tic en el ojo.

¿Qué nadie tenía planeado dejar que se presenté de manera normal?

Los méritos de su familia o cosas que ella tuvo que aprender en el pasado por obligación, no era algo por lo que quería destacar.

-Yo oí que su familia puede sostener a un país por un año entero.- dijo un chico.

-No seas ridículo, lo pueden hacer por dos años.- dijo otro chico.

-Su hermano es modelo y es taaan guapo.- dijo una chica.

-¿Serías nuestra amiga?- dijo otra chica.

-¿Tienes novio?

Y así, el salón fue envuelto en bullicio, estando el profesor incluido mientras la chica nueva daba un suspiro resignado e iba a tomar asiento, cabizbajo.

Como siempre, no era capaz ni de presentarse y a pesar de ser el centro de atención, también era la ignorada.

Levantando la mirada, fruncio levemente el ceño al ver como ése raro chico que le dio un abrazo cuando llegó al colegio, tenía el asiento a su lado libre y lo señalaba con ambas manos.

-¡¿Por qué tiraste mis cosas?!- pregunto un chico con caballo negro con rulos y algo robusto, acercándose a su compañero de asiento que hace un momento agarró sus cosas y las lanzó lejos.

Roberto lo ignoró y miró a la nueva chica con una sonrisa amable.

-Que casualidad, hay un asiento libre a mi la...

-¡No, no lo hay! ¡Yo me siento aquí!- dijo el chico con rulos, sentándose.

Roberto fruncio el ceño e intentó empujar a su amigo de manera inútil, para que salga.

-Muévete, gordo.- dijo el ojiazul.

-¡No soy gordo!
Estos son músculos.- aclaró el de rulos.

Sofía rodo los ojos y continuó su camino.

Ése chico era más raro de lo que se imaginaba y al parecer también era un muy mal amigo.

Roberto vio con tristeza como ella se alejaba de su lado, buscando otro compañero de asiento.

El destino nuevamente los separaba pero esta vez, al menos ella seguía viva.

Sofía llegó a una de las últimas filas donde había una chica bastante bonita, con cabello negro corto como un chico, ojos verdes, un par de pecas y un aire encantador a su alrededor, cruzada de brazos y sin nadie a su lado.

-Yo... ¿se puede?- pregunto la rubia, señalando el asiento desocupado.

La chica de ojos verdes miró a su nueva compañera y le mostró una pequeña sonrisa.

-Claro, ¿por qué no?- autorizó la chica, felíz porque alguien se sentaría a su lado.

Todos en el salón voltearon a ver como la nueva chica, la nueva princesa del colegio, se sentaba a lado de la chica llamada como príncipe encantador por las chicas y algunos chicos.

Las dos personas más populares y bellas del colegio, se sentaban juntas.

Éso era un sueño hecho realidad.

-Muchas gracias, espero no molestarte.- exclamó Sofía con una sonrisa sincera.

No sabía porque pero sentía que con ésa chica podía tener una gran amistad, sin intereses.

Mientras todos parecían estar felices porque las dos chicas más populares y bellas se sentaban juntas, Roberto tenía la cara pálida mientras las veía.

Juana Reyes, la chica que hacía suspirar a las demás chicas y las hacía soñar con encontrar a un príncipe encantador, una de las estrellas del club de actuación quien siempre tenía papeles de príncipe a pesar de ser mujer, a él le recordaba a nada más ni nada menos una subordinada de su vida pasada, una de sus soldados más destacados que por muchos años confundió por un hombre, y también la persona que el príncipe Frederick usó como medio para que él sea amigo de la princesa Sofía.

Ésa caballero era todo una caja de sorpresa ya que no se podía saber realmente cuando te engañaba y más por el aura de príncipe que la rodeaba, pero esta vez era otra persona, ¿verdad?

Le ganaba en combate en el pasado pero en astucia, ella lo derrotaba y más por verse tan inocente y amable, siendo toda una villana calculadora y fría que le era leal hasta la muerte al príncipe Frederick.

Era imposible que ésa cara de príncipe reencarne junto con él y su amada princesa Sofía, ya lo comprobó ya que ella no lo conocía, así que no era peligroso que esté cerca de Sofía ahora, ¿verdad?

Sí, no tenía por que preocuparse, después de todo, por más que en verdad resulte ser su subordinada en la vida pasada, no tenía recuerdos así que no era un peligro.

-Me llamó Juana, es un placer volver a verla, princesa.- dijo la de ojos verdes, mirando a su nueva compañera de asiento con una gran sonrisa.

Sofía que estaba sacando sus útiles, la miró con una sonrisa nerviosa.

-¿Podrías no llamarme princesa?
Sólo soy una chica normal, ¿y cómo es éso de volver a verme?
No recuerdo haberte visto antes.- dijo la rubia, con curiosidad.

Juana dio una leve risa y miró al frente, viendo en dirección de Roberto quien discutía con su amigo.




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