Viernes 07 de julio.
«No puedo creer aun lo que pasó esta noche, tantos recuerdos recobrados por una simple nota, recuerdos felices, pero también…»
Mi vista se nubló y mis manos temblaban, siempre sucedía cuando recordaba el “final” de nuestra amistad, a pesar de tantos años no pude evitarlo; siempre he odiado esa parte de mi tan sensible, soy una completa llorona, pero tampoco tengo muchos recuerdos felices, y si los tengo son al lado de Matías, por esa razón me duele tanto desenterrar viejos momentos con él.
Después de dos horas tratando de dormir en vano me levanté y fui al balcón de la lujosa habitación de hotel. A través de mis pensamientos pedía fuerzas a mis padres para poder continuar si es que llegara a desfallecer, sobre todo por las presentaciones de los próximos días.
Alrededor de las cuatro de la mañana me dormí, y a las once estaba aun dormida, lo bueno es que mis responsabilidades no eran hasta después de las cuatro de tarde.
Solo esperaba que no aparecieran más sorpresas por lo menos por esos días que estaría en Berlín. Y tal parece que mis suplicas fueron escuchadas, al terminar cada show, recibía cartas y flores de personas completamente desconocidas para mí, lo sabía por la letra y lo que decían. Eso llegó a provocarme sentimientos contrarios.
Al regresar a casa luego de algún viaje mamá Elena prepara el mejor postre que alguien pueda hacer: Mousse de chocolate.
Esa primera noche de regreso en casa, antes de dormir me encontraba en mi cuarto cuando Melania llegó para que habláramos sobre todo lo que pasó durante el viaje.
-¿Lograste conseguir bastantes entusiastas? Seguro que si - su sonrisa mostraba que estaba mucho más feliz que yo.
-La verdad un poco, si - dije poco animada.
-¿Por qué esa cara? ¿pasó algo malo, muy terrible?
-No… o quizás, depende como lo veas.
-Cuéntamelo todo, nena.
-Primero mira esto- hablé en tono bajo y le entregué la nota que tenía en la mano.
-¡No puede ser! - de nuevo su rostro expresaba alegría completa, mientras yo, tenía un nudo en la garganta.
Melania vio mi expresión y sin decir nada me abrazó, no pude aguantar más y lo dejé salir.
-Tienes que ser fuerte, pero… ¿no te parece increíble que después de tanto tiempo hayan estado tan cerca?
-Tal vez, pero son tantas cosas. –en mi mente imaginaba un reencuentro más normal, e incluso más romántico.
-¿Y estás completamente segura de que pudo haber sido él?
-Dime, ¿qué persona, en otro país de otro continente va a decir algo como que aun luzco tan hermosa como antes?, ¡era la primera vez que iba a Alemania! Nadie me conoce allí. -no sé por qué sentía una impotencia en ese momento, quería gritar, golpear todo.
No sé como luce él, pero podría ayudar a encontrarlo, si así tú quieres.
Estuve algunos minutos pensando en que sí me gustaría, pero que quizás era un tanto difícil, contando que no tenía idea donde podría estar. Meli me dejó un tiempo a solas recostada en mi cama, al rato regresó con una taza de té de menta para relajar mi mente. Mi adolescencia se basó en perdidas de las cuales no me recupero totalmente, sin embargo, quiero cambiar eso y dejar de mortificarme.
∞
Meli es mi hermana de distintos padres, mi apoyo, así como yo lo era para ella, por supuesto sabía todo de mi vida. Cada año me hacía escribir cartas en los cumpleaños de Matías y mis papás, según ella como una manera de desahogo por no tenerlos cerca y en ellas expresar todo lo que sentía. Este tema me hacía entrar en pánico cada año, siempre las escribía en julio,ya que era una fecha intermedia.
-No puedo creer que estoy cerca de mis treintas y siga con estas niñerías. -dije para mi misma.
-No son niñerías. -la puerta de mi cuarto se abrió por completo y Meli estaba de pie con los brazos cruzados, como esperando que yo dijera algo.
-No hablo de las cartas. -susurré evitando su mirada. -es sobre mí, de como no puedo superar algo tan fácil, por ser tan llorona, ni siquiera me siento así cuando se me olvida algún paso y la Sra. Francis me sermonea.
Solo se limitó a mirarme y se acercó para empezar este asunto. Daba la casualidad de la cercanía de las fechas, así era más provechoso. Hice la primera a mis padres, fue fácil, pero traía recuerdos tortuosos para mí, entonces trataba de distraerme cada que aparecía algún indicio de llanto. Terminé y la dejé a un lado para comenzar la otra.
Meli siempre me acompañaba y así era mejor, ya que me ayudaba a encontrar las palabras correctas, aunque nadie las leyera después. Hubo momentos donde hacíamos pausa para reír con cosas banales de nuestras vidas. Al terminar las ponía dentro de una caja de cartón donde estaban las demás en orden cronológico, para ese momento habían 18 cartas, las ponía separadas para poder luego distinguirlas, cerraba la caja y la situaba en la parte más alta de el librero de mi habitación.