Reflejos De Amor

III

El lago se convirtió en el lugar secreto donde Gabriel y Luna se encontraban una y otra vez. A medida que compartían momentos en aquel rincón especial, ambos jóvenes comenzaron a sentir una conexión que trascendía las palabras. Aunque sus corazones latían al unísono, guardaban sus sentimientos en lo más profundo de sus almas, temerosos de lo que el destino pudiera depararles.

Cada encuentro estaba lleno de miradas furtivas y sonrisas tímidas, pero también de una complicidad que solo ellos entendían. Los silencios compartidos eran un lenguaje propio, y las palabras no eran necesarias para expresar el afecto que crecía entre ellos.

En una tarde dorada, mientras se refugiaban de la calidez del sol bajo la sombra de un árbol, Gabriel suspiró y Luna percibió cierta melancolía en su mirada.

-¿Sucede algo, Gabriel? Pareces pensativo-, preguntó Luna con delicadeza.

Gabriel le sonrió levemente, agradeciendo su preocupación. -Es solo que... he perdido la inspiración para escribir versos. Solía verter mi alma en cada palabra, pero últimamente las musas parecen haberse marchado-.

Luna lo miró con empatía. -A veces, la inspiración llega de formas inesperadas. Quizás en este lejano pueblo hay algo más que solo palabras para ti-.

Gabriel asintió, encontrando consuelo en las palabras de Luna. -Tienes razón. Desde que llegué aquí, siento que algo ha cambiado en mí. No sé qué es, pero siento que este lugar guarda algo especial-. 
Luna le sonrió, alentándolo a encontrar lo que buscaba. -Tal vez solo necesitas más tiempo para descubrirlo. El lago ha sido mi refugio y consuelo, tal vez también lo sea para ti-.

Gabriel agradeció las palabras reconfortantes de Luna. Era cierto que, desde que llegó al pueblo, algo en su interior se había transformado, pero aún no podía comprender del todo la magnitud de aquel cambio.

-Me siento afortunado de haberte encontrado aquí-, admitió Gabriel, con una sinceridad que no podía ocultar. -Tus palabras y tu presencia me brindan consuelo y me llenan de esperanza-.

Luna sonrió tímidamente, con una chispa de curiosidad en sus ojos. -¿De verdad? No sabía que mis palabras pudieran tener tanto impacto en ti-.

-Eres como una luz en la oscuridad, Luna. Me has mostrado una belleza oculta en el mundo y me has inspirado de formas que nunca imaginé-, recitó Gabriel en un pequeño poema improvisado.

"Bajo el sol dorado, en el lago sereno, 
una musa encontré sin saberlo siquiera. 
Tus palabras, un bálsamo que calma mis penas, 
y en tu mirada, mi inspiración florece plena". 
 


Luna se sintió conmovida por las palabras del poeta, pero la confusión y la timidez se entrelazaban en su interior. Sus sentimientos hacia Gabriel eran igualmente intensos, pero no se atrevía a revelarlos.

-Gabriel, es un honor ser tu amiga y ser parte de tus pensamientos creativos. Tu poesía es hermosa-, respondió Luna, buscando las palabras adecuadas.

Los dos jóvenes compartieron una mirada significativa, un instante de complicidad que les recordaba la conexión especial que los unía. Aunque sus sentimientos permanecían en silencio, se dieron cuenta de que había algo único en aquel encuentro, algo que trascendía las palabras y que solo el tiempo podría revelar. En aquel rincón mágico y tranquilo, se sentían a salvo, unidos por un lazo invisible que seguía creciendo, sin que ninguno de los dos se atreviera a dar el paso para descubrir el alcance de aquel vínculo.




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