Gabriel iba al lago todos los días, tratando de mantener viva la memoria de los momentos que compartió con Luna. Aunque sentía tristeza y arrepentimiento por no haberle dicho lo que sentía, todavía albergaba la esperanza de volverla a ver algún día.
Una tarde, sumido en sus pensamientos y frustraciones, Gabriel decidió plasmar sus sentimientos en un poema. Se sentó junto al lago, sintiendo que las palabras fluían con una mezcla de tristeza y añoranza.
“Amor que surgió en la quietud del lago,
como ondas suaves acariciando mi ser,
me negué a decir lo que el corazón calló,
y ahora siento el peso de no haberte dicho te quiero.
El amor, un misterio sin aviso previo,
llegó sin permiso y se esfumó como el viento,
confusión y pasión, un torbellino de emociones,
enredado en tus ojos, quedó mi sentimiento.
Pero entre dudas y miedos, lo dejé escapar,
y ahora mi alma se lamenta por no haberte amado.
Como las ondas que danzan en el lago,
así mi corazón refleja un amor frustrado”.
Al terminar el poema, Gabriel lo miró con pesar antes de lanzarlo al lago, dejando que las palabras se desvanecieran en el agua, como un eco de sus sentimientos complicados.
Esa tarde, cuando llegó a casa, encontró a su madre esperándolo en la puerta con una expresión preocupada. Aunque Gabriel no tenía un buen semblante, su madre dudó por un momento antes de hablar.
-Gabriel, mientras estaba en el mercado del pueblo, escuché hablar sobre una boda que se llevará a cabo pronto-, comenzó a decir su madre, buscando sus palabras con cuidado. "Escuché mencionar el nombre de Luna, y eso me hizo regresar a casa inmediatamente para hablar contigo, pero no te encontré y me preocupé-.
Gabriel quedó sorprendido al escuchar el nombre de Luna en una conversación sobre una boda. Su corazón latía con intensidad mientras trataba de asimilar la noticia.
-No, mamá, no sabes de qué hablas. Luna... Luna se fue del lago, no puede ser parte de ninguna boda-, respondió Gabriel con voz temblorosa.
-¿Qué quieres decir?-, preguntó su madre con curiosidad y preocupación. -¿Te refieres a la misma Luna con la que has estado pasando tanto tiempo en el lago?-
Gabriel asintió, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación. Finalmente, le reveló todo a su madre, sobre los encuentros con Luna, sus sentimientos, y el arrepentimiento por no haberle dicho lo que realmente sentía.
-Querido, tal vez sea hora de que vayas a buscarla y aclares todo con ella-, sugirió su madre con cariño. -A veces, las oportunidades de amor no se repiten, y es mejor enfrentar nuestros sentimientos y decisiones-.
Sin pensarlo dos veces, Gabriel se dirigió directamente a la casa de Luna. El sol se ocultaba en el horizonte mientras avanzaba, y su corazón latía con fuerza en su pecho. No sabía qué encontraría, pero estaba dispuesto a afrontar cualquier respuesta con valentía y sinceridad.
Al llegar a la puerta de la casa de Luna, el miedo y la emoción se entrelazaban en su interior. Tomó una profunda respiración y tocó la puerta, esperando encontrar las respuestas que tanto anhelaba.