Entro en mi oficina cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria, tiro la carpeta sobre mi escritorio y maldigo en voz alta.
La puerta se abre y entra Ryan con las manos levantadas.
—Vengo en paz—baja las manos—. Oye, tranquilízate. Tu asistente te teme y cuando tienes estos arranques la haces temblar.
Paso la mano por mi cabello y apoyo ambas manos sobre el escritorio intentando calmarme.
—Es difícil cuando tu jefe es un asno y carece de experiencia y se lleva el crédito por un trabajo que no es de él. Ya estoy cansado de que ese niño mimado de veinticinco años se crea el amo y el señor solo por ser el hijo del dueño. Estoy harto de hacer el trabajo por él para que se lleve el reconocimiento y es todavía peor que su padre lo apoye sin cuestionar nada.
—Te entiendo, en tu lugar estaría igual. No, en tu lugar ya habría renunciado. No es justo. El viejo tiene problemas mentales, todos lo sabemos, y el hijo se aprovecha de ello. Nadie le lleva la contraria porque temen por su trabajo.
Niega con la cabeza y tomo asiento.
—Lo sé. He estado considerando seriamente aceptar la oferta de mi hermano y regresar a Canadá.
—¿De verdad? Pensaba que no tenías mucha relación con tu familia.
—El problema siempre fue mi padre porque él no aceptó que yo me fuera a Londres y lo dejara tirado con la constructora, luego murió y no supe como restaurar mi relación con mi madre y mi hermano. Tengo una sobrina que vi dos veces en mi vida y fue porque ellos vinieron a Londres.
—¿Tu hermano quieres que trabajes con él?
—Sí, quiere que me ocupe de la administración. A él le gusta más la parte de la construcción y aunque mi cuñada lo ayuda y es buena en su trabajo, quiere dedicarle más tiempo a su hija para ser una madre presente. Lo he estado considerado.
Él toma asiento y estira las piernas.
—Bueno, amigo, puedes aceptar y salir de aquí o buscar otro trabajo en otra empresa si no deseas irte de Londres. Llevas siete años trabajando aquí y cualquier empresa te contraría.
—Lo sé. Lo sigo pensando.
—¿E Yvonne?
—¿Qué hay con ella?
—Bueno, es tu novia. ¿Planeas dejarla o pedirle que se vaya contigo? Yo voto la primera opción, pero es tu decisión.
Sonrío.
—Ya sé que no te agrada.
—No es que no me agrade. No la veo compatible contigo. Quizás regreses a tu ciudad natal, te encuentres con tu amor de adolescencia y te cases con ella.
La sonrisa se me borra.
—Eso no va a pasar. Ella es una mujer casada y me odia por haberla dejado como lo hice.
—No la culpo, hasta a mí me dolió cuando me lo contaste y no soy ella.
Dafne, el fantasma que me persigue en vida desde hace doce años. La mujer que perdí al irme creyendo que hacía lo correcto, pero cuando me di cuenta de mi error, ya era tarde.
Al final ella no se fue a los Estados Unidos, fue a la Universidad a la que planeamos ir juntos. Se graduó de veterinaria y se quedó en nuestra ciudad. Abrió una clínica veterinaria con su esposo.
Esposo. Todavía recuerdo el momento en que supe que estaba comprometida. Me dolió en el alma porque una parte mía, la egoísta y egocéntrica, quería creer que ella no amaría a otro hombre y que podría rogar su perdón y volver a estar juntos. Ese era mi plan cuando me gradué de Oxford. Sin embargo, no pasó. Ella conoció a otro, se enamoró de otro y siguió adelante olvidándome. Ni siquiera pude enojarme con ella porque estaba en su derecho de seguir con su vida.
La vi una sola vez después de aquella vez que la dejé sola en la cabaña y me fui al aeropuerto. Fue después del velorio de mi padre, yo estaba en el aeropuerto por abordar un avión a Londres y ella apareció de la nada acompañada de su esposo. Los dos habían viajado a no sé donde y estaban regresando. Caminaban juntos tomados de las manos hablando de algo que la hacía reír a ella. Sentí celos y tristeza porque yo la orillé a conocer a otro y casarse con él. Debí imaginar que ella conocería a alguien más porque es una mujer para conservar, no para dejar ir. No tenía sentido aparecer en su vida cuando ella me había olvidado y era feliz con otro. Desde ahí no supe más nada porque lo evité por completo. No me interesaba saber cuan feliz era con su esposo y mucho menos enterarme de que estaba embarazada o tenía un hijo.
Pensar en regresar a la ciudad sabiendo que la veré con su esposo, me detiene a aceptar la oferta de mi hermano. De solo imaginar que podría estar embarazada o ya tiene un bebé, me deprime completamente.
Ya sé que no debería sentirme así cuando las cosas son como son porque yo lo decidí y tengo novia. Aun así, no puedo evitarlo porque creo que nunca superaré a Dafne. Ella siempre estará en mi vida como fantasma.
Sin embargo, debo aceptar de una vez por todas que la perdí para siempre y enfrentarla. No puedo seguir escapando. Así como tampoco evitando a mi madre.
—No creo que Yvonne quiera vivir en Canadá. Ama Londres a pesar del clima, su trabajo y sus amigas. Tampoco estoy seguro de querer llevarla conmigo.
—Bueno, piensa bien que es lo que deseas y toma una decisión. Mañana de seguro te asignarán otro trabajo para que el idiota intento de jefe quiera llevarse el crédito.