Odio los velorios y sigo sin hacerme la idea que mi hermano y mi cuñada ya caminan en el mundo de los vivos. Sus cajones están juntos en la sala y ambos cerrados. Mamá se despidió de ellos en el hospital y dijo que no quería que los vieran así.
Yo preferí no verlos, pues siento que no hace diferencia porque sus almas ya no están y no tiene sentido llorar sobre sus cuerpos o deciles cosas que no escuchan. Anoche lloré bastante con mamá luego de que Ambar se durmió. Ella fue a la habitación que ocupaban ellos, se puso a llorar, intenté consolarla y terminamos llorando juntos y recordando momentos con él y con mi padre también. Hoy no tengo lágrimas o prefiero guardarlas para cuando esté solo y la culpa por mantenerme alejado de mi familia vuelva a dominarme.
Hay bastante gente, desde los empleados de la constructora, amigos y algún que otro familiar por parte de mi familia. Alison no tenía familia, creció en casas de acogidas o eso fue lo que me contó mi hermano una vez. La verdad, no le presté mucha atención y me arrepiento tanto de no haber hablado ni convivido más con mi hermano.
Solía decir que me remediaría mi distancia y nunca hacía nada. Ahora ya es tarde.
Algunas personas se acercan a darme el pésame y asiento sintiendo que me ahogo. En ese momento veo entrar a mi ex suegros y diviso a Dafne. Me doy la vuelta y salgo al exterior buscando aire.
Decidí quedarme para darle apoyo a mi madre y ocuparme de la empresa. Si bien el director es bueno y ha hecho un buen trabajo, prefiero echar una mirada y asegurarme que todo está realmente bien. Mi hermano llevaba bien la empresa, sin embargo, admitió ser un poco blando en varias cuestiones y no ayudaba en nada que no le gustara mucho la parte administrativa. Soportaba porque Alison era su asistente y mano derecha.
Saco mi celular y reviso mi correo. Envié el telegrama de renuncia y ya recibí respuesta diciendo que no aceptan mi renuncia. Claro que no porque si me voy el nuevo jefe inepto no sabrá que hacer.
Llamo a la asistente del señor Stanton y me dice lo mismo que me dijo en el correo.
—El señor Stanton padre quiere hablar con usted.
—No puedo ahora porque estoy en el velorio de mi hermano en Canadá.
Ella guarda silencio.
—No sabía…
—No dije nada porque la idea era renunciar, no tomarme licencia. No cambiaré de opinión.
—El señor Staton desea hablar con usted. Podemos organizar una videollamada mañana a la hora que le convenga para hablar.
Cierro los ojos y controlo mis nervios.
—Bien, si eso lo hace feliz. Supongo que al menos le debo una explicación.
—Perfecto. Permítame hablar con el señor Stanton y le enviaré la información, usted me dice si le queda cómodo o no.
—De acuerdo. Gracias.
—Mi más sentido pésame.
Finalizo la llamada.
No sé si decirle a mi jefe que el problema es su hijo sabiendo que no hará nada porque yo soy un buen empleado, pero Luca Stanton es su sangre, o decirle que renuncié para mudarme a Canadá y hacerme cargo de la empresa de mi padre.
Supongo que veré mañana.
Me doy la vuelta al mismo tiempo que me choco con Dafne, me disculpo con ella e ignoro la descarga eléctrica que se trasmite por mi cuerpo.
—Lo siento, estaba distraído.
Ella sonríe.
—Yo también. ¿Todo en orden? —ríe—. No me refiero a… —señala interior.
—Sí, cosas personales que no son asunto tuyo—apenas digo eso me arrepiento—. No quise…
—No, está bien, tienes razón, no es asunto mío. Hace mucho tiempo que nada en relación contigo es asunto mío y lo dejaste muy claro doce años atrás. Solo intentaba ser amable.
—Daf…
—Ya me voy. Dale mis saludos a tu madre y dile que luego la llamo y que puede llamarme si necesita ayuda con Ambar.
La veo alejarse y se arrima a una mujer rubia. Las dos hablan de algo y se van de la casa por la puerta del jardín.
Genial, la ofendí. Ella ha sido amable conmigo desde que llegué a pesar de no estar seguro de merecerlo después de lo que le hice y a mí se me ocurre ser grosero. No fue algo que pensé. Me agarró en un mal momento, me justifico.
—Hola, Rush—miro a mi ex suegra—, ¿has visto a mi hija?
—Hola, Mary. Se fue con una mujer rubia.
—Al menos vino un momento. De seguro usó la clínica como excusa.
Arrugo el ceño.
—Nunca le gustaron los velorios. —resalto.
Mary suspira.
—Lo sé. Vino a ver si tu madre necesitaba ayuda con Ambar. En el velorio de su esposo tuvo un ataque de pánico y no pudo ir al entierro.
Dejo caer la quijada al comprender lo que dijo. ¿Acaso escuché mal?
—¿El velorio de su esposo? ¿El esposo de quién?
Mary me repasa con la mirada.