Regresando al pasado

Capítulo 9: Rush

Mientras reviso los estados de cuenta y los reportes, puedo decir que mi hermano y Alison llevaban bien la empresa, lo que es un alivio porque con todo lo que he tenido que lidiar, no quería agregar organizar la empresa a mi lista.

Bajo la cabeza y masajeo mis sienes.

Me duele la cabeza por intentar buscar la forma de caerle bien a mi sobrina y evitar que me muerda. Tampoco dejo de pensar en Dafne y su cita del sábado por la noche. ¿Con quién salió? No sé quién es Dara ni su primo Jesse.

No debería importarme, no tengo derecho a que me importe, pero no puedo evitarlo. Regresar fue como regresar al pasado cuando estaba enamorado de ella y no me animaba a confesarle mis sentimientos por miedo de perder su amistad.

Yo era bastante debilucho de niño y solían molestarme. No tenía amigos. Dafne fue la única que me trataba bien y se convirtió en mi amiga desde que me puso una bandita en mi pierna herida y me dio de sándwich de verduras. Teníamos diez años.

Luego empecé a practicar deporte, a ponerme en forma y a relacionarme más con otras personas, volviéndome algo popular. Dafne no me siguió el juego, ella era feliz con sus libros de ciencia y de animales, deseando ser una buena veterinaria.

Me gustaba su aroma, su sonrisa y como lograba manipular a sus padres para que la ayudaran con los animales que rescataba. Llegó a tener cuatro perros, dos gatos y varios hámsteres. Siempre que podía juntaba firma para ir contra el maltrato animal. Visitaba refugios y en el verano trabajaba en uno, al igual que algunos fines de semana. Mientras la mayoría íbamos de fiestas, ella prefería quedarse con los animales. Algunos le decían rara.

Esas cualidades me enamoraron por completo. No le dije de mis sentimientos cuando lo descubrí hasta casi cumplir diecisiete años. Fue un día que escuché a una chica que quería salir conmigo burlándose de Dafne, hablando mal de ella delante de todos mientras ella estaba sentada con sus auriculares puestos, un libro en su mano y comiendo papas, ajena a todo porque no le importaba caerle bien a nadie.

Sin pensarlo por más tiempo, caminé hacia ella, me senté a su lado y cuando levantó la mirada la besé sin medir las consecuencias. Cuando me aparté, me miró sorprendida y le dije que odiaba ser su amigo, pero lo sería, aunque ella no sintiera lo mismo. Sonrió, una bonita y dulce sonrisa que movía todo en mi interior, y me confesó su amor. Volví a besarla y desde ahí fuimos novios, hasta que lo arruiné todo yéndome como me fui. Destruí el amor que ella sentía por mí por un maldito impulso.

Mi madre tenía razón, tendría que haber sido sincero con ella sobre mis dudas y mis miedos. Ella lo habría entendido.

Y ahora me detesta, apenas puede verme, no desea que me acerque y si no fuera por Ambar y mi madre, creo que ni me saludaría, aunque es demasiado educada para negarme el saludo.

Mamá dice que algo le sigo importando a Dafne o no me trataría con indiferencia. Me gustaría creer que es así y tener una oportunidad hablar, sin embargo, dudo que eso sea posible. Me esquiva siempre que puede y tuvo una cita con alguien.

¡Maldita sea!

Me levanto, rasco la cabeza y salgo de la oficina con unas carpetas para revisar. Le digo a la asistente que era de mi hermano que me voy a casa y regreso mañana. Ella solo asiente.

Necesito una cerveza fría y hacer las paces con mi sobrina.

Ambar hoy no me mordió y me extendió uno de sus juguetes. Mamá sugirió que me sentara a jugar con ella y prometí hacerlo. En ese momento no podía porque tenía que venir a la oficina, ponerme al día, conocer a los trabajadores y todos los detalles que me dejaron dolor de cabeza. Demasiada información por un día.

Busco mi celular y llamo a mamá para preguntarle si necesita algo, ella responde que no me preocupe porque irá a cenar con Mary y su esposo y que estoy invitado. Ella llevará Ambar. Declino la oferta y me ofrezco quedarme con Ambar para intentar entablar relación, pues es fácil teniendo a mamá en la casa de al lado, pero dice que mañana porque Harold, el esposo de Mary, quiere ver a la niña y pasar un tiempo con ella.

—¡Rush Anderson!

Guardo el celular en el bolsillo interno de mi saco y volteo al costado. Un hombre alto, con barba candado, ojos cafés y rostro cuadrado me observa con una sonrisa. Viste informal con vaqueros gastados y una remera negra que se ajusta a su cuerpo sin ejercicio.

—¿Sí?

—No me digas que no me recuerdas—sonríe—. He cambiado. Me creció un poco el vientre, normal luego de dejar de hacer ejercicio y comer—acaricia su vientre que apenas es notorio—y me dejé la barba. Éramos compañeros…

—Jeff Mcbade.

Su sonrisa se ensancha.

—El mismo—da un paso hacia mí—. A ti los años si te han sentado bien. Un hombre elegante y en buena forma física. No sabía que estabas aquí… Imaginé que vendrías por el funeral, pero no pensé que te quedarías, aunque si has decidido manejar la empresa…

—Todavía no hay certeza de nada. Por el momento me quedaré por tiempo indefinido. No quiero dejar sola a mi madre y soy tutor de mi sobrina.

Asiente.

—Siento su perdida. No asistí al funeral porque había salido de viaje con mi mujer.



#272 en Novela romántica
#122 en Chick lit
#88 en Otros
#44 en Humor

En el texto hay: bebe, romance, amor pasado

Editado: 20.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.