Su rostro hastiado era difícil de disimular, pues la persona frente a él no era de su agrado precisamente. —Lord Magnus cómo usted lo solicito, su audiencia fue concedida —habló el rey con desinterés aún así prefería tener una buena relación con ese hombre pues si palabra era de peso en la casta noble del reino.
—Gracias majestad por haberme dado un poco de su invaluable tiempo y, a usted también reina Melodía —comentó el anciano con exagerada adulación a los soberanos alkaryos.
—Digame excelencia ¿A qué debemos su ilustre presencia? —respondí usando el mismo tono sarcástico de aquel hombre.
—Mi lady vuestra primogénita merece un partido a su altura, por eso estoy aquí sus majestades —Acotó el adulador hombre.
—Al grano no...
—Damián escuchemos a su excelencia, no sabemos que nos quiere decir uno de los pilares de Alkarya, que se tomó la molestia de venir expresamente a eso —dije frenando en seco la majaderia que Damián estaba por soltar—, lo escuchamos lord Magnus —di paso a la palabra de Magnus así mientras más rápido hablara más rápido se mancharía.
—Gracias majestad, vengo a proponer a mi nieto Christopher De Luvock, heredero del clan Luvock una de las familias fundadoras del reino de Alkarya para comprometer a vuestra princesa. —Soltó el hombre de avanzada edad a los monarcas alkaryos.
—Todo muy lindo y muy ceremonial Magnus, pero llegas tarde anciano —respindió el rey con aburrimiento descansando el peso de su cabeza poniendo la mano en su mejilla, miraba al anciano aguantando las ganas de reír en su cara.
—¡Damián!
—¿Qué? —cuestionó el rey rodando los ojos—, Melodía no le voy a mentir a su excelencia, él merece la verdad y la verdad es que nuestra hija ya ha sido comprometida —esbozó una risa Damián con fingida inocencia.
El rostro de Magnus se contrajo y a su vez palideció, por lo que el rey había dicho.
—¿Es cierto eso? —inquirió el regente De Luvock, posando su azabache mirada en la monarca de mirada esmeralda.
—Me temo que si excelencia, por ello no podemos aceptar su petición —mi intención era ser cordial con aquel sujeto, pues en mi tiempo de reina había descubierto lo influyente que aquel hombre era en el consejo.
—¿Y quien a ganado la mano de la princesa? —empero Magnus arrastrando las palabras.
—El principe Fabián II de Euldor hijo de la princesa Amelia, hace poco los príncipes de Euldor están aquí y ya hemos aceptado la reina y yo la petición de compromiso —respondió el rey con desinterés.
—¡Pero mi señor el principe no es hijo de Alkarya! —espetó Magnus perdiendo un poco los estribos, eso ponía en jaque sus planes de hacerse con la corona.
—¿Y? No veo nada de malo con eso —objetó el rey encogiéndose de hombros.
—Y que se podría esperar de alguien que desposó a una plebeya, la estirpe noble cada vez se degenera, por pensamientos soñadores sin freno alguno de la juventud inmadura...
—No permitiré que ofendas a mi familia —soltó el rey sin ocultar su creciente enojo.
—No es mi intención ofender a nadie, si usted se siente aludido es su asunto majestad, pero acepte que digo la verdad Damiano se retorcería en la tumba al ver cómo su descendencia se mezcla con cualquiera.
—Yo creo que estaría más que contento, al ver cómo evito que los Mountbatten se mezclen con los De Luvock, personas resentidas y llenas de avaricia capaces de hundir al reino por su desmedida ambición y además de todo traicioneros.
La paciencia de Damián se agotó solo esperaba que las palabras con aquel miembro del consejo no terminara en desgracia.
—Te arrepentirás Damián Mountbatten, tú te arrepentirás de tus ofensas —habló molesto Magnus retirándose del salón del trono.
Las amenazas de Magnus me inquietaron, no sabía las consecuencias de esta acción, miré a Damián y este no se inmutó ante aquel miembro d l consejo. —¿No harás nada? —cuedtioné poniendome de pie.
El rey de levantó del trono caminó a paso lento, hasta su esposa admirando el vestido celeste con detalles en dorado, con delicadeza tomó el rostro de Melodia besando su frente y dijo:
—No te preocupes mujer protegeré a mi familia de lo que sea, Magnus es solo una molestia pequeña...
Me solté del agarre de Damián, molestia grande o pequeña sus palabras hacían eco en mi mente. —Espero y así sea —me marché de la sala del trono me sentia molesta no entendía como Damián tomaba aquella frenta con tanta ligereza.
—La reina está molesta —dijo Gregory acercándose al rey.
—Dime algo que no sepa amigo mío —respondió el monarca en tono cansado.
Damián salió a paso lento en la misma dirección donde momentos atrás salió Melodia molesta.
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—El dulce canto del pajarillo dorado —leía Merliah con fastidio—, disculpa señorita Fautec ¿Por qué debo leer estás cursilerías? Que dicho sea de paso son bien aburridas —se quejó la princesa descansando su cabeza en su brazo.
—Porque es una buena manera para mejorar tu dicción, leer en voz alta te ayuda a dirigirte a los demás de una manera más fluida, además de que así se enriquece y hace crecer tu conocimiento linda —dijo la mujer caminando por algunos libros más al estante.
—Lo único que crece es mi pereza y hastío por la lectura —musitó la princesa para que Danica no la escuchara—, lo que daría por tomar una siesta.
Danica se acercó a la ventana, alguien llamó su atención, había pasado mucho tiempo pero aún así logró reconocer al anciano que subia a un carruaje molesto.
Volvió de nuevo con la princesa para retomar sus lecciones, tomó un libro y lo golpeó con fuerza sobre la mesa, de inmediato despertó a la princesa Merliah por aquel estruendo.
La pelirroja, tomó el libro que había hecho a un lado. —El plumaje dorado, resplandeció...
—Otra vez dormida alteza, recuerde es de mala educación quedarse dormida y más en medio de sus lecciones —Reprendió Danica a su joven alumna.
El rey hizo acto de presencia en la biblioteca, Danica al ver al monarca hizo una reverencia.
Editado: 16.11.2024