Reina De Corazones: El Nacimiento

N U E V E

RUTHBER.

— ¿Dónde coño está?

Más gritos, más llamadas de auxilio, más llantos, más lágrimas, más sangre...

— Si tú nos dices en dónde se esconde esa golfa, no te haremos nada más.

— Yo... Yo no sé... Quien está hablando – de su boca sale sangre y saliva al mismo tiempo.

En otras circunstancias eso me produciría gozo y éxtasis, pero ahora solo quiero encontrarla.

— Mira bastardo, por lo general Ruthber no deja mucho tiempo con vida a sus presas y tú, ya excediste el tiempo límite – Apóstoles jala su cabello hacia atrás, en su proceso arranca varios mechones.

— Yo no sé. – su voz áspera de tanto llanto es irreconocible. – No sé quién es la chica.

— Tu conoces a cada habitante de este pueblucho de mierda, sabes quién entra a sale de aquí. – tomo otra vez el cuchillo lleno de sangre... De su sangre – Será mejor que me contestes bien esta vez, porque si no, tu bola derecha terminará como la izquierda.

El hombre palidece por mis palabras porque sabe que es una amenaza real.

¿Dónde está?

— ¡Se los juro, no se de quién me están hablando! No hay nadie con esas...

— Respuesta incorrecta.

Sin esperan otro segundo más, la cuchilla se incrusta en ese pedazo de carne que este infeliz de hace rato no usa. No se hicieron esperar sus quejidos de dolor y el llanto.

Me importa una mierda su dolor. A Kendry lo hicieron sufrir y no hicieron nada, lo dejaron morir. Cada uno va a pagar por lo que hizo.

Sus alaridos de dolor, junto con el sonido de la navaja entrando y desgarrando su piel es lo único que se escucha en la vieja bodega. La sangre sale disparada cayendo gotas en mi cara y más cantidad se escurre por sus piernas.

— Vas a matarlo.

Miro sobre mi hombro para ver cómo Angello observa la escena asqueado. Chasqueo la lengua fastidiado a qué siempre arruine las fiestas.

También se que Angello son los que prefiere preservar la vida, que eliminar a este desgraciado, salvar a los que puede y como puede.

— Es obvio que no sabe nada este sujeto – Apóstoles habla a un costado del lugar – Tiene negocios con el jefe, no sería bueno que lo matarás solo porque no te dice en dónde está esa mujer.

Apóstoles tiene razón, pero tengo que encontrarla y hacerle tragar su propia sangre, justo lo que hizo con Kendry.

— Además, no sabemos si él se imagino todo eso. Pudo atacarlo cualquiera en este lugar, causó muchos desastres. – Angello habla de más.

— Los mataré a todos. – digo firme – Curalo y enviénlo a su casa, no quiero volver a ver su asquerosa cara...

— Hay una... – dice casi sin aliento – ... Una chica cerca del mercado – Angello chasquea fastidiado – es de ojos... Ojos claros, todo el tiempo la veo. – tose sangre y Angello se apresura en empezar a curar sus heridas del pecho – Es una mujer bastante atractiva, cabello negro hasta la cintura... Ella es la... Única... – con eso pierde el conocimiento.

— Bueno, al menos dijo algo después de todo. Es un buen hombre – Angello bufa por las palabras de Apóstoles – ¿Tienes algún problema con lo que digo?

— Si delatar a una mujer te hace un buen hombre, no me imagino ser un mal hombre. – Apóstoles ríe sonoramente ganándose una mirada convaleciente de Angello.

— Joder, el jefe si se lució en conseguir buenos guardaespaldas. Nos complementamos unos a otros.

— Estás enfermo si piensas que tú y yo nos complementamos.

— Si se complementan entre si o no, no es problema mío y tampoco es para que estés diciendo eso, Angello. Trabajamos juntos te guste o no.

No dice nada sabiendo que es cierto lo que digo, sabiendo que no tiene a dónde ir en este podrido mundo. Se lo debe todo al jefe y no tiene más salida que complacerlo en sus peticiones y una de esas, es ayudarme a buscar a la bastarda que mató a Kendry.

— ¿Se te comió la lengua el gato, o en este caso el león? – Apóstoles juega a su antojo – En fin, será mejor buscar a esa mujer y hacer nuestro trabajo.

— Hay que cazarla.

— Se me acaba de ocurrir algo... Va hacer divertido – una sonrisa de oreja a oreja se cruza en la cara de mi ahora compañero de caza.

— ¿Vienes, Angello? – el aludido me observa sobre su hombro con desdén.

— Hagan los que se les venga en gana, pero sin yo verlos...

— Te lo pierdes. – dice muy cantarín Apóstoles. – La vamos a pasar en grande.

Si, de seguro que sí.

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JESSICA.

Al lugar donde llegue, al lugar donde termine parar no es más que otro rincón podrido, un cáncer que por más que intentes combatirlo, seguirá creciendo una y otra vez. Una rama derrumbe, pero se acercan a gran velocidad otras ramas, vienen de diferentes direcciones, son más peligrosas, más oscuras, más podridas... Pero no se caen a pedazos, aún no.

Pelié sin ningún esfuerzo, no me costó nada acabar con él en un parpadeo, incluso me dió la oportunidad de curar a alguien que hirió de gravedad.

En ese momento me di cuenta que la persona que lastimaba, no era solo una persona asustada que intentaba ser alguien fuerte en este mundo, se vio en la obligación de serlo por su bien y tal vez por alguien más. No ví odio, ni irá, ni resentimiento... Solo ví miedo, un miedo tan profundo que estaba empeñado en dejar de vivir. Esa fue la razón por la cual me esforcé al máximo en salvarlo, en curar cada una de sus heridas y por aliviar su dolor, trate su herida de la cabeza con más cuidado, removiendo recuerdos dolorosos y reemplazarlos por cosas más gentiles, con eso se aferró a su vida, por eso lucho y sobrevivió.

Aún hay esperanza.

Hay pocas personas que conservan ese lado, ese corazón que los hace completamente humanos, diferentes al resto de los demás que solo buscan poder y sangre.

Aún creo en el cambio, en la transformación del mal hacía el bien, pero tardarían años en ver esos frutos; arrancar esas ramas podridas llevará su tiempo.




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