Reina De Corazones: El Nacimiento

D I E C I S I E T E

JESSICA.

Normalizo mi respiración, trato de que a mis pulmones llegue el suficiente aire y no toser por el dolor. Angello trata de concentrarse lo más que puede en Lee, pero sus ojos cada tantos va a mi dirección y puedo ver un destello de algo en su mirada.

— Su herida en la cabeza se ve delicada. – mis palabras son pasadas, me tomo mi tiempo para respirar entre cada palabra. – No dejes que pierda la consciencia.

— No lo haré, no hasta que lo cure por completo y pueda descansar.

Inclino mi cabeza hacia atrás, lo suficiente como para descansar un poco la postura tan incómoda. Mis brazos suspendidos en el aire, atada con unas esposas a la tubería del techo. Mis pies a duras penas tocan el mugriento piso mojado.

Ya cerré las heridas más profunda de mi cuerpo, ahora solo quedan las superficiales, pero mi cuerpo se siente muy pesado y no creo poder seguir en esta posición por más tiempo. Toso un poco porque me descuide en mi respiración y pago el precio con más sangre saliendo de mi boca.

El daño en mis pulmones es grave y por eso se me dificulta manejar el aire que sale y entra de mi. Y el oxígeno se cuela en cada fibra de mi cuerpo, e incluso a mi cerebro que no me deja pensar con claridad.

— No lo estás haciendo mal, pero mantén tu Núcleo alrededor de ti, canalizalo dentro de tu cuerpo para que cures tus heridas internas. – intento hacer lo que me pide, de hecho, es más fácil de lo que creí y puedo respirar con mejor ritmo. – Lo haces muy bien. – me dice eso, pero su expresión me refleja otra cosa. – Ahora intenta hacer que tú Núcleo llegué a tu cabeza y manténlo ahí.

— Ahora entiendo el porqué Kendry era tan descuidado a la hora de luchar. Sabía muy bien que tenía a alguien que lo pudiera salvar de heridas graves.

— ¿Qué?

— Tu podías salvarlo con las heridas que le dejé en su cuerpo, pero no fue así.

— ¿De qué estas hablando? – su expresión se endurece y eso me da a entender que no quiere seguir hablando sobre el tema y es por eso que lo dejo hasta allí. – Eso creí...

— Gracias por ayudarlo. – mi cabeza ya no duele y eso es gracias a sus consejos.

— Estoy haciendo esto por el simple hecho de que alguien como tú me lo pidió, por nada más.

— ¿Que es lo que quieren exactamente conmigo? Por más vueltas que le doy al asunto no logro saber que es lo que buscan con exactitud, Angello. – aparto sus ojos de mi y los enfoca en las heridas restantes de Lee.

— No se todos los detalles.

— ¿Y que es lo que sabes? – remojo mis labios y el ardor palpita a fuego lento.

— Brayan quiere tu fuerza no para sentirse protegido de un ataque humano o de animal, si no para saldar cuentas con ciertas personas.

- Me quiere usar como mercenario para sus proyectos - asiente.

¿Por qué piensa que voy hacer capaz de cumplirle esa tarea? A duras penas puedo seguirle el ritmo a los ataques constantes de AniCon y piensa someterme a esa clase de cosas.

Ya ni se que pensar con todo esto, ya me duele la cabeza de tanto que doy vueltas y vueltas.

¿Tanta demostración de poder solo por esto? ¿Hasta donde vamos a llegar por tener el control completo?

— Veo porque Brayan te quiere para ese trabajo. – no respondo. – Tu nivel de control y poder está muy por encima que cualquiera en este lugar, de hecho, más que de él.

— Eso no me interesa.

— Deberías. Ese hombre es uno de los primeros soldados que se le implementó el Núcleo, su cuerpo, su mente... Todo en el indica poder y no físico, sino por sus conocimientos en una batalla real. Ha estado tan cerca de la muerte tantas veces que es extrañable que aún se mantenga con vida.

— Tiene poder.

En el mayor de los casos la gente asocia la fuerza de un ser humano a la cantidad de peso que puede llevar en sus brazos, pero eso solo es fuerza física. La verdadera fuerza recide de manera especial en cada uno de nosotros, de cuánto podemos aguantar, de cuánto nuestras mentes son capaces de llevar una carga tan pesada; como por ejemplo un puñado de vidas humanas.

Él sabe lo que hace, sabe cómo moverse, que fichas usar y cómo usarlas a su favor. Este juego siempre ha estado de su lado, y de alguna u otra manera, eso me molesta.

Estas personas, las del orfanato, las del pueblo... Son solo peones de sacrificio para sus negocios, una fachada que creo para manejar desde las sombras sus cartas más poderosas.

— Puedes ser más fuerte que él, pero te gana por creces en cuanto a moverse. – Angello detiene su sanación en Lee. – Te aconsejo y no me siento orgulloso en decirte esto, pero, tienes que parar con lo que sea que estés haciendo justo ahora. – aplicó tanto fuerza bruta como puedo en las esposas. Estás ceden y caen a mis pies en pedazos. – No va a terminar nada bien si sales por esa puerta y decides enfrentarlo tu sola.

— Hay que pararlo.

— Tu sola no puedes hacerlo. Él ya movió sus fichas, niña. Solo está esperando a que hagas el primer movimiento de rebeldía para poder actuar.

— ¿Que hizo? ¿Que les hizo? – mi pregunta sale más relajada de lo que me siento. Su negación es contradictoria a lo que sus ojos me transmiten.

— Algo malo... Algo que solo él puede hacer.

— Jugar con la vida. – no necesite confirmación, pues mis pies se movieron a la puerta de la habitación. – Se que tú trabajo era sanarme y tal vez pensaron que eras el único con la suficiente destreza para hablarme y hacerme entender que es lo mejor para todos los del orfanato. Te dieron esa tarea porque eres él único que puede ocultar muy bien esos instintos asesinos que circulan por tu cabeza. Pero cometieron un error.
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APÓSTOLES.

Gran parte de mi vida fue una lucha, no solo con lo que pasaba fuera de las paredes de mi “hogar”, si no que también en ella misma. Las peleas con mi padre me orillaron a abandonar a mis hermanos y mi madre. Sabía que en cualquier momento podría morir cualquiera de los dos y ese no era el destino que querría para mí, o al menos no quería que mis hermanos vieran esa cara de lo que quedaba de “humanidad” en las personas.




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