La noche en el Reino de las Sombras parecía más densa que nunca, como si las propias estrellas hubieran decidido esconderse detrás del velo de oscuridad que lo envolvía todo. El castillo, frío y silencioso, se alzaba como un faro en medio de esa oscuridad.
Isik caminaba por sus pasillos con el corazón atrapado entre la duda y la inevitable verdad que ya no podía ignorar.
Durante días, había evitado al rey. Los pensamientos de traición, dolor y desconfianza la habían consumido, pero también algo más profundo: sus propios sentimientos por él. A pesar de todo lo que había descubierto, no podía negar la conexión que se había forjado entre ambos. Aunque el peso de esa traición seguía ahí, envolviendo cada paso que daba.
La princesa no podía seguir huyendo. Sabía que tenía que enfrentarse a él, no solo por la venganza que habían planeado juntos, sino por el caos emocional que él había desatado dentro de ella. Estaba cansada de luchar contra sus propios sentimientos. Ahora, necesitaba respuestas y, quizás, una resolución.
Con el corazón en un puño, se dirigió hacia la sala del trono. Al entrar, encontró al rey de pie junto a una de las grandes ventanas, con su silueta recortada contra el cielo oscuro. El Rey Oscuro parecía aún más distante de lo habitual, como si la misma oscuridad que lo rodeaba lo mantuviera prisionero.
—Necesitamos hablar —comentó ella con la voz firme, pero cargada de tensión.
Él no se había girado, pero la chica sabía que había sentido su presencia. Después de un minuto, habló, con su tono bajo y grave:
—¿Acerca de qué?
—De nosotros. De todo esto —respondió ella al acercarse lentamente—. No puedo seguir con esta incertidumbre. Quiero saber la verdad.
Karanlik se mantuvo en silencio unos segundos más, antes de girarse hacia ella para enfrentarla. Sus ojos oscuros se encontraron con los de la princesa y ella vio algo diferente en ellos. No la frialdad habitual, sino un dolor oculto, algo que había estado allí todo el tiempo, pero que él había tratado de esconder.
—¿Qué verdad, Isik? —quiso saber, con una amargura palpable en su voz—. ¿Que fui traicionado por tu linaje? ¿Que cada día que has estado aquí he luchado contra mis deseos de venganza?
La princesa sintió cómo el aire se hacía más pesado. Sabía que esa verdad estaba ahí, siempre presente, pero ahora, en sus palabras, había algo más.
—Eso ya lo sé —contestó con la mandíbula tensa—. Y también sé que hay algo más en todo esto. Algo que no me has contado.
El rey se quedó quieto y ella pudo ver la lucha interna en su mirada. Finalmente, dio un paso hacia ella, como si se rindiera ante la inevitable confrontación.
—Mi propósito desde el principio fue vengarme —admitió él en voz baja e intensa—. No solo por lo que tu familia hizo, sino por todo lo que he perdido. Pero… —hizo una pausa, bajando la mirada por un momento antes de volver a mirarla—, tú lo cambiaste todo.
La joven frunció el ceño sin entender del todo.
—¿Yo? —inquirió con incredulidad.
Karanlik asintió y dio un paso más hacia ella para acercarse lo suficiente como para que la distancia entre ellos pareciera insignificante.
—Cuando te conocí, mi plan era usarte para destruir a quienes te desterraron y, al mismo tiempo, cobrármelas por mi propio reino perdido. No obstante, lo que no esperaba era sentir algo por ti. Lo que no esperaba era que tú me hicieras cuestionar mi propósito.
Isik sintió una mezcla de emociones que se arremolinaba en su interior. Por un lado, estaba la ira de haber sido un simple peón en su juego de venganza, pero por otro lado, no podía ignorar la sinceridad en sus palabras, ni la tensión que los había unido de una manera que ninguno de los dos podía negar.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó con la voz temblando ligeramente.
Karanlik suspiró y apartó la mirada hacia la venta, como si la respuesta fuera demasiado dolorosa.
—Porque no quería aceptar que estaba cambiando. Mi odio me ha mantenido vivo durante años. Ha sido mi razón para seguir adelante. Pero ahora… —hizo una pausa con la voz quebrada—. Ahora no estoy seguro de qué es lo que realmente quiero.
El silencio fue denso, cargado de emociones no dichas. La princesa podía ver la vulnerabilidad en él, algo que nunca había esperado ver en el Rey Oscuro, y eso la hizo dudar de su propia postura.
—Yo también he cambiado —admitió ella, después de un largo momento—. Desde que llegué aquí, todo lo que creía ha sido puesto en duda. Mi reino, mi familia, incluso mis propios deseos de venganza. Mas si hay algo que he aprendido, es que no puedo seguir huyendo de lo que siento.
El rey la miró con sus ojos oscuros brillando con una emoción que la chica no había visto antes.
—¿Y qué es lo que sientes? —preguntó él, casi en un susurro.
La princesa respiró hondo al sentir el peso de su decisión, pero también sabiendo que no podía seguir negando lo que su corazón le dictaba.
—Siento que te odio por lo que has hecho, aunque también siento que no puedo alejarme de ti. Hay algo en ti, Karanlik, algo que me atrae, a pesar de todo. Sin embargo, no puedo seguir adelante si no soy parte de esta venganza. Si vamos a hacerlo, será juntos, y no como un simple peón en tu juego.