Valentina era una chica totalmente débil, contrario a su hermana que era rebelde y defendía a cuerpo y espada sus ideales.
Sabía que aquello era una locura, casar a su hermana con un narcotraficante sería sólo el principio de un infierno que jamás podrán parar.
-Lorena, sólo deja que tu hermana haga lo que deba hacer-
La señora Rigoberta, madre del señor Claudio ya se estaba hartando del comportamiento de una de sus nietas.
-¿lo que deba hacer?- carcajeo sarcástica Lorena.-Dime mamá ¿ella debe hacer eso?
-bueno yo..- balbuceo.
-Lo sabía, tu siempre estarás de su lado-
Lorena estaba furiosa por no decir rabiosa, pues se le hacía completamente estúpido mandar a su única hermana a la boca del lobo.
-Lorena... esto no es asunto tuyo, debes salir.- hablo el señor Claudio serio.
-¿sabes que? Tienes razón, no aceptaré está mierda- Lorena giró para ver a su hermana- Vámonos Valentina, no es tu guerra, no es tu deuda.
Valentina no se inmutó, se levantó en el sofá y se acercó a su hermana. Lorena tenía una sonrisa en su cara.
Tomo a Valentina de la mano para llevársela pero una vez dio un paso está freno, pues Valentina no la seguía.
- No, yo... me quedare- Valentina hablo finalmente.- ayudaré a papá como el me ha ayudado.
Valentina tomó la otra mano a su hermana.
-huye, vete, no quiero que te pase nada, estaré bien-
Lorena soltó furiosa el agarré de Valentina, su hermana, su pequeña hermana decidió quedarse y ella no podía hacer nada.
Con lágrimas en los ojos salió corriendo furiosa. Llevándose con ella el dolor más grande, dejar a su amiga, compañera, hermana. A lo que le daba vida.
-Bien... se ha ido- Valentina volvió a su asiento.
-Valentina... te lo agradezco- murmuró su padre.
-Lo hago sólo para que no los maten papá -
-y te lo agradezco- el señor intentó acercarse a su hija.
Pero tan pronto su hija hablo se detuvo.
- No deberías, así como no debiste acercarte a ellos, así como debiste pagarles.-
-¡Valentina!- grito la señora
-¿que mamá? Es la verdad- grito Valentina.
Doña Rigoberta estaba cansada de tanto gritaderio.
-Callate mocosa, te recuerdo que no tienes la obligación de hacerlo- vociferó- en cualquier momento puedes largarse y dejar que nos maten.
Valentina comenzó a reír.
Sus padres estaban asustados por la actitud de su pequeña hija, aquella que se consideraba sensible y delicada, aquella que no rompía ningún plato.
Valentina dejó de reír para mirar amenazadoramente a su abuela.
-¿Creen que lo hice por usted y mi padre?- dijo está dando un paso adelante, su abuela dio un paso atrás.- ¿cree que no me iría?
-Valentina...- el señor Claudio intentó hacer que reaccione.
Sus padres estaban asustados, jamás habían visto a su hija, la más tierna con aquel semblante de mujer asesina.
-para mi sería un honor irme, sería mi momento de venganza, abuela o debo decir....Rigoberta-
-Valentina, por favor...- musito su abuela.
Doña Rigoberta se encontraba acorralada..
-¿que pasa tienes miedo de que hable?-Amenazo Valentina.
-¿De qué está hablando mamá?- Pregunto el señor Claudio.
-De nada padre-
Valentina retrocedió sonrientemente.
-de nada....-
Valentina salió de la habitación con un semblante de poder, pero la verdad era que una vez fuera sus lágrimas comenzaron a salir... estaba furiosa pero su coraje salía sólo cuando realmente está furiosa.
Valentina no demostraba sus emociones tan fácilmente y mucho menos delante de su abuela, pues el secreto que le ocultaba hacía que tuviera demasiado odio acumulado, la repudian con tanta fuerza que a veces no podía verla al rostro o al menos entablar una conversación con ella.
Valentina tenía en claro que no estaba obligada a hacer nada, pero su impulso de proteger a su madre y hermana era gigante, su padre no tenía opción, aunque lo quisiera, ese no era el error de ella...
Valentina se tumbó en su cama para poder llorar todo lo que pudiese, pues una vez que se diga la fecha de matrimonio ella ya no podria llorar.

Habían pasado tan sólo unos días de lo que había ocurrido, en las noticias aparecían imágenes de el supuesto atentado hacía el Señor Claudio.
Valentina seguía furiosa con su padre pero sabía bien que eso era pasado y debía acoplarse al futuro. Todo sería tan fácil si tan sólo su hermana estuviera con ella.
Lorena había tomado la palabra de Valentina y huyó dejándola sola, Valentina sabía que era una buena decisión así era más difícil que los imperial la buscarán por si algo salía mal.
Valentina planeaba todo con anticipación tenía planes por si algo realmente salía mal. Por si su ser llegará a hacer alguna estupidez y aunque ella sabía que no lo haría, no estaba cien por ciento segura.
Se tenía miedo, por ser tan impulsiva y no pensar bien las cosas.
Sus pensamientos se esfumaron cuando escucho que alguien tocaba a su puerta.
-¿quien?- pregunto frustrada.
- Soy yo- la voz de la Señora sonó.
- no quiero ver a nadie-
- Soy tu madre valentina-
Rodó los ojos abatida pero sabía que no podía evitarla así que le abrio.
-¿qué necesitas?-
-¿Ahora me vas a tratar asi?-
Su madre se veía normal como siempre, como una dama.
-Por favor mamá, esto no es fácil para mi-
-para nadie-
Valentina se burló sarcasticamente. Su mamá sólo suspiro.
La señora se sentó en la cama esperando que Valentina dijera algo.
-Pregunta-
Una vez dicho esto Valentina reunió todo el coraje para poder preguntar lo que su mente le decía.
-¿sabías lo de la deuda?-
-Si-
-¿Por qué no lo detuviste? O al menos ¿lo presionaste?-
Su madre negó y Valentina no lo entendía, no entendía como una mujer tan inteligente se dejó llevar por su padre.
-Es mi marido, no mi hijo o mi hermano, es mi compañero, y todo lo que el haga yo siempre lo seguire-