Corro a paso disimulado por el jardín trasero de palacio mientras sostengo mi vestido con mis manos para no tropezar con él. Llego a las cabellerizas y sorprendo por las espadas a Ethel Burks; se gira en mi dirección y sonríe con gran autenticidad.
—Princesa Kelsey. —hace una reverencia y río.
—No hagas eso, tonta. —le empujo por el hombro.
—Eres de la realeza, te debo respeto —alza sus cejas usando un tono de obviedad que me incomoda—. Y si me ven tratándote con tal ligereza...
—Tonterías, eres mi amiga. Y también de Erva.
Expreso lo último acercándome a mi hermosa compañera de pelaje marrón, y brillante. Tomo del brazo a Ethel y la acerco a Erva; conozco a esta fuerte y amable joven desde que estábamos en pañales. Quizás nuestra amistad se forjó hace unos dos o tres años, pero eso es gracias a las leyes absurdas de la sociedad con respecto a que no está bien visto que una princesa sea amiga de la hija del mozo de la cuadra. Para mí eso no tiene peso, a mí me importa lo que las personas son y representan. No que título tengan.
—Ayer vi a Benjamin en el entrenamiento.
Murmuro lo más bajo para Ethel y está inmediatamente abre su boca con asombro. Mira a los lados y sus ojos casi salen de su órbita; río y sigo acariciando a Erva.
—¿Estás demente? ¿Cómo es que sigues tentando tu suerte al hacer tal disparate?
—No es un disparate, Ethel. Sabes cuándo me llena presenciar aquellos entrenamientos. —sonrío.
—No te entiendo. —niega con su cabeza y también acaricia el cric de Erva—. ¿No te gustará mi hermano, cierto?
—¿Que? Por supuesto que no. Simplemente es admiración, Ethel.
—Oh vaya, ya me había preocupado.
Hace un gesto dramático y reímos.
—No sé qué es lo que no entiendes. A ti también te llaman la atención esos entrenamientos.
Y como si me comentario pudiera clasificarse como indebido, la joven Ethel Burks se sonroja y agacha su cabeza.
—Quisiera ser un soldado. Ojalá pudiera ser igual de valiente que mi padre y mi hermano. —habla con anhelo.
—El no poder pertenecer al ejército gracias a las leyes patriarcales no significa que no seas valiente. Recuérdalo, ellos nos temen. —digo con el mentón en alto.
—Ojalá y tú llegarás a ser reina de Druseon. Serías la mejor y más justa monarca que alguna vez está nación pudo haber tenido.
—Lo seré, Ethel. De eso no tengas la mayor duda. —le confirmo con enorme e inmedible seguridad.
—Si... bueno —titubea y junto el entrecejo—. Es bien sabido que quien asciende al trono es el hijo mayor. O en su defecto, el varón del linaje.
—Y es bien sabido que yo soy la única heredera.
—Pero eres mujer. —hace una mueca.
—Algún día el rey deberá dejar su puesto, y no habrá otra opción que yo. Ethel, me encargaré de estar perfectamente preparada para esa responsabilidad.
* * *
Hoy los duques de Wenid vinieron a hacer una visita al palacio y me ha tocado participar en el almuerzo junto con ellos. No sabría si está visita con fines políticos o por lazo familiar que nos tienen; el duque de la provincia Wenid, es hermano del rey de Druseon. El duque es mi tío y su hijo Hunter, es mi primo. Y no, no hay una duquesa porque ella murió durante el parto de Hunter.