Reina de sangre

Capitulo V: Granate

Tres años después.

 

 

Cada día que ha pasado, se hace sentido igual que el anterior; vacío, sin sentido y sombrío. Mis días más interesantes, han sido cuando he arriesgado la piel por tomar algo de aire de fresco y mi cordura se ha perdido tras varios días en un calabozo por ello. Los años han llegado a mí, como la tarde cae cada día y se te hace más cotidiano de lo que debería ser. No lo disfrutas, no lo aprecias ni agradeces, solo sabes que ocurrirá.

 

Siento que he estado en muerta en vida, durante todo este periodo encerrada y a veces pierdo la esperanza, de que algún día volveré a vivir. No entiendo cómo no he acabado con este calvario yo misma; más de una vez me ha pasado ese pensamiento por la cabeza.

 

Pero, en realidad, si lo sé. Y es porque tengo un deseo y una promesa que cumplir; pero hay días que resulta agotador seguir insistiendo en algo en lo cual no has podido trabajar durante el último tiempo. Mi vida se ha detenido, mientras la de los demás han seguido su curso normal. El rey Jannik sigue mandando a sus anchas, y ahora lo acompaña con más descaro Dafina Clade. Hunter ha cumplido veinte años y hoy se casará con la princesa Adwyn de Leopibia, consiguiendo así poco a poco, lo que ha querido. Y yo sigo, encerrada en el mismo lugar.

 

Sufriendo castigos que marcan mi piel y mi alma; queriendo ser libre y expresar mis querencias, pero cohibida por el temor se experimentar con mayor grado los muros infernales que caen sobre mí. He pasado estos años agobiada, pensado en tantas cosas y posibilidades, y en ellas está la preocupación de saber que será de la vida de Anton y Ethel. Han pasado tres años, y es obvio que se me ha sido más que imposible buscar sobre el paradero de ambos. Solo espero que la estén pasando mejor que yo y mis actos no los hayan perjudicado de sobremanera.

 

Tampoco he sabido absolutamente nada de Erva, mi fiel compañera. Muchas veces quise salir a las caballerizas e ir a visitarla, pero no sé me permitió. Han pasado muchos años, y me duele estar tan cerca y a la vez tan lejos; quiero creer que sigue ahí y que el rey no la haya sacado de aquí.

 

La puerta de mi habitación es abierta a tempranas horas de la mañana como es habitual. Yo sigo vistiendo mi camisón, y sin haberme levantando de la cama; en realidad mis doncellas siempre pasan tres veces al día por alcoba por costumbre y órdenes, porque yo paso todos mis días exactamente como estoy ahora.

 

Mantengo mi cabeza apoyada del cabecero de madera, y veo entrar a mis doncellas en fila. Pero para mí amarga sorpresa, tras ellas entra Dafina portando un ostentoso vestido azul con pedrería, y un escote vulgar. Ese color ha estado predominando en ella, y ahora lo aborrezco. No me molesto en cambiar mi postura perezosa de la cama y solo sostengo mi mirada en la de ella.

 

—Tú glorioso día ha llegado, Kelsey. —anuncia con una euforia fingida. Yo me mantengo con un gesto lleno de pesadez.

 

—¿Moriré? Porque es el día que he estado esperando desde que estoy encerrada. —mi voz se escucha rasposa y para nada infantil, como la de hace años.

 

—Créeme que yo también he estado esperando ese día —se pasea con libertad por el lugar y yo no me molesto en seguirla con la mirada—; viajarás con nosotros a Leopibia. Vendrás a la boda de Lord Hunter y la princesa Adwyn Vaughn.

 

Mis cejas se van uniendo de a poco, y le lanzo una mirada cuestionante a mis doncellas. Ambas me dan una diminuta sonrisa y ahora paso a darle mi atención a Dafina. Ella me observa con suficiencia.

 

—Me estás diciendo... ¿Qué saldré de palacio? —me acomodo sobre las sábanas.

 

—No solo eso, niña —cruzo sus brazos—. La sociedad te verá después de tres pacíficos años.

 

—¿Con qué motivo exactamente? —no me fío de esto. Ella suspira y ahora junta sus manos frente a su regazo.

 

—En pocos meses cumplirás dieciocho, es decir, tendrás que casarte con el príncipe Serkan —hace una pausa—. Es hora de que se presente el cortejo en sociedad.

 

Aprieto un puñado de la sábana con mi mano y trago en seco. ¿El dichoso compromiso sigue en pie?

 

—Prepárenla. Salimos en una hora a Leopibia. —les ordena a mis doncellas y sale de mi habitación. Suelto un gruñido y me bajo de la cama, para después dar vueltas con los pies descalzos.

 

—Creí que eso del compromiso con el príncipe Serkan Fremault ya no iba a suceder.

 

Me cruzo de brazos y sigo dando vueltas.

 

—Alteza... —la doncella número cuatro se acerca con sigilo. Doy fuertes respiraciones y la observo— ¿Está bien?

 




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