Reina de sangre

Capitulo XV: Irracional e imprudente


¿Que si me he tranquilizado luego de aquella charla con la reina Stella? No.

¿Le he dado vueltas muchas veces al tema? Si.

¿Mi paciencia se ha extinguido en su totalidad? Claro que sí.

¿He pensado en un plan tras eso? Si.

¿Es conveniente llevarlo ha cabo? Lo estoy dudando.

No es la mejor idea que se me ha venido a la cabeza, tampoco es la más razonable ni elaborada. Pero, realmente he llegado al tópico y si, es actuar por impulsividad. Sin embargo, no es una opción quedarme sin hacer nada, así eso sea peligrosamente irracional.

Ahora mismo, voy rumbo a la biblioteca del palacio luego, de haber consultado su ubicación con Marley. Se ofreció a acompañar pero mi excusa fue: disfruto más la lectura a solas. Y no es mentira, aún así voy a la biblioteca por otra razones. Cómo era de esperarse, hay guardias en la puerta que al salón con libros.

—Alteza. —ambos se reverencian ante mi sin despegar sus cuerpos de la pared.

—Caballeros —cuadro mis hombros—. ¿Puedo entrar?

—Claro, alteza —uno de ellos me abre la puerta con una sola mano, y admitiré que eso me sorprende—. ¿Gusta que la ayudemos con algo en específico?

No puedo ser obvia ante lo que busco, por lo que optó por decir mi segunda excusa en el día. Creo que es la segunda.

—Cualquier libro que me distraiga. —intento sonar afable, pero me cuesta.

Ambos asienten y luego me dejan entrar. Me quedo perpleja la encontrar lo que ahora denomino, como paraíso. Hay centenares de libros, y muebles que se me realmente cómodos para disfrutar de una grata lectura. Hay una buena iluminación, gracias a ventanales y los suficientes candelabros. También hay centros de mesas con flores; con rosas de invierno específicamente.

Uno de ellos me acompaña, para después señalar la estantería dónde tienen una cantidad incontable de libros de poesía. Es muy predecible esa elección, pero no hago más que dar una sonrisa fingida al guardia y luego se retira. No me muevo ni un centímetro; hay otro guardia aquí adentro merodeando, y cuando me observa, solo se reverencia y sigue dando vueltas por el lugar. Esto será un poco más complicado. Camino hasta la estantería, y tomo un libro sin tan siquiera leer su portada. Lo abro en la primera página y me paseo con el en mis manos, fingiendo leer.

Doy pasos hasta los ventanales, y me muevo lentamente observando el exterior. La vista enfoca pequeños establos que funcionan, por lo que veo, como almacenes. ¿De que? Voy a suponer que suministros básicos para la familia real. El guardia vuelve a pasar cerca de mi, y lo miro por el rabillo del ojo. Vuelvo a examinar el exterior, hay poca distancia entre el suelo y el ventanal. Si, estoy pensando exactamente eso.

Sigo hasta las otras estanterías. Tamborileo mis dedos por debajo de la cubierta del libro, y leo lo más cerca posible los lomos de cada uno. No tienen mucha información, solo la enumeración que tienen en orden. No puedo sacarlos y verlos, porque sé que el guardia me preguntaría qué busco. Levanto la mirada hacia mi al rededor, y veo al guardia en el ventanal dónde yo estaba hace un momento. Bien, estoy siendo altamente sospechosa.

Decido irme hasta una de las pequeñas mesas, y me siento al frente para seguir con la mentira de mi lectura. He de destacar, que odio la poesía. Me aburre. Y más cuando es tan fantasiosa.

No sé cuánto tiempo pasa exactamente, pero me comienzo a frustrar por no saber cómo buscar la información por la cual vine hasta acá. Después de mucho pensarlo, decido ir sin rodeos y preguntarle directamente al guardia.

—¿Hay algún libro sobre Nezadian?

Farfullo sin precio aviso y él hombre corpulento, con gesto medianamente amable, frunce el ceño.

—Quiero conocer un poco de esta nación. Si se puede, claro. —comento un poco a la defensiva ante su silencio.

—Por supuesto, alteza.

Va directamente hacia unos de los libros que antes veía, y luego me lo extiende. Lo tomo con ambas manos, y asiento con la cabeza.

—Si necesita algo más...

—Estoy bien. —le corto con una expresión neutra. Él también asiente y se va de nuevo a merodear.

Paso cada página con mi dedo índice, de manera pausada y leyendo cada párrafo. Hay cosas que encuentro, que ya se y otras que no. Cómo por ejemplo, que la reina Stella, es la segunda esposa del rey Patrick. ¿Y quién fue la primera? Pues eso, no se refleja entre estás palabras en tinta.

Casi al final del libro, encuentro lo que buscaba. Una sonrisa triunfal sale de mis labios y cuando voy dispuesta a arrancarla la página, me quedo livida al sentir la presencia del guardia detrás de mi. Mi mano, que iba a accionar lo que tenía pensado, se desliza delicadamente por la hoja y luego pasa página.

—Alteza, ya es hora del almuerzo. —me informa y entiendo, que me está echando. Es obvio que no conseguiré nada por ahora. Cierro ambos libros y me coloco de pie.

Salgo de la biblioteca sin mirar a ninguno de los guardias, y me dirijo hasta mi habitación. En el camino, me topo con Marley quien me avisa, lo que el guardia ya me había dicho.

—No tengo apetito.

—Pero, alteza... —llego a mi alcoba, abro la puerta y entro.

—Dije, que no tengo apetito.

Azoto la puerta y adivinen qué, sigo pensando.

***

La noche nuevamente ha caído, y yo sigo en el palacio Fremault. Pero eso no será por mucho.

Cuando ya la hora de la cena ha pasado, y los pasos son frecuentes por los pasillos, me preparo para llevar a cabo mi poco elaborado plan. Voy al vestidor y tomo la única prenda que me pertenece; el abrigo. Me lo coloco encima, ya que llevo puesto la dormilona. No puedo ser tan evidente, y tener vestido de día.

Salgo de la habitación, tratando de hacer el menor ruido posible y me encamino hasta la biblioteca, lo más rápido que puedo. Al cruzar en el pasillo, miro a un solo guardia custodiando el recinto. Era de esperarse. Subiendo mi mentón, y con los hombros hacia atrás, no me detengo y sigo mi objetivo.




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