El contenido que tenían las cartas que la joven Ethel me envió hizo que mi inquietud por seguir en Nezadian, incrementara. Hay rumores de que los invasores volverán a atacar, y la nación está cada vez más atemorizada por su seguridad. No confían en su líder actual, y nos los culpo; un incompetente es quién los guía.
Escribí un par de cartas de vuelta, no profundice a detalles mis palabras pero si le asegure que muy pronto nos volveríamos a ver. Luego de eso, la necesidad de salir de la alcoba se hizo más grande y terminé por caminar en dirección al ala norte. Solo me topo con guardias, debido a que se supone que todos duermen pero algo dentro de mi me dice, que alguien puede no estar conciliando el sueño al igual que yo. Al estar frente a la puerta de roble de aquel angosto pasillo, me aventuro a golpear levemente mis nudillos contra la madera.
No pasa mucho para que sea abierta, y de inmediato una mirada oscura llena de sorpresa me divisa. Después le da paso a una sonrisa gozosa.
—Que grata visita.
—Lo sé. —respondo, y no espero más para adentrarme en la armería.
Claramente se hace a un lado, pero mi brazo termina rozando su pecho al pasar. Observo el lugar como si fuese la primera vez; lo detallo y me fascino al estar al rededor de armas de todo tipo. Veo las flechas en el suelo, y otras cuantas clavadas en los dianas improvisadas en la pared del fondo. Me volteo lentamente, y Serkan se va aproximando más a mi. Me permito evaluarlo, y lleva su típico pantalón oscuro con una camisa blanca, que tienen unos pocos botones desabrochados. Lo que me deja ver una parte de su pecho, pero termino desviando la mirada y sacudiendo mis pensamientos.
—¿No es un poco tarde para que esté entrenando, alteza? —llevo mis manos a mi espalda y él cruza sus brazos, mientras sostiene un gesto divertido en su rostro.
—¿No es un poco tarde para que esté rodando por el palacio, alteza? —me devuelve y apenas doy una leve elevación de la comisura de mis labios.
—No tengo sueño.
—Lo mismo digo.
Tras contestar eso, se dirige hacia las flechas en el suelo y toma su arco. Yo lo observo desde mi posición.
—¿Preocupado? —indago y veo como su espalda se arquea, para luego suspirar.
—Podría preguntarte lo mismo —murmura y gira sobre si—. Deberías estar descansando, más cuando mañana te irás y deberás pasar muchas horas en incomodidad... —su mirada cae y con ello su tono.
Ya eso lo sabía; hace un par de horas fue Marley a informarme que los reyes ya habían preparado todo para que mañana partiera, y eso me dejo helada. Aún así, me alivió. Por fin tomaré el camino que había abandonado.
Sin embargo, no tenía idea que la reacción de Serkan ante eso hiciera que un hueco molesto, se hiciera en mi estómago.
—Lo hablamos en la mañana, Serkan. —le recuerdo.
—No pensé que te irías tan rápido —confiesa y reclina su cuerpo en las repisas—. Mañana es tu cumpleaños.
Me recuerda y mi cuerpo se tensa.
Cumplo la mayoría de edad. Y debería cumplirse el acuerdo; casarme con Serkan.
—Si... —la voz me falla y Serkan me ve con las cejas juntas—. ¿Que hay del acuerdo? —pregunto y él parece por un momento perderse en sus cavilaciones.
—No hay acuerdo. Hunter está renegado a cumplir con lo que se pactó con tu padre, y el consejo parece apoyarlo. Así que no hay boda, Kelsey. —percibo un tono de decepción.
—El consejo... —medito un poco—. Ellos no parecen estar haciendo muy bien su trabajo.
—El marqués de Rinaswell es parte de el, y por lo que Ulrik me ha comentado, odian tener a Hunter cómo regente pero es su única opción. —yergue su espalda y quedamos frente al otro.
—Soy la primera en la línea de sucesión a la corona, y me tratan como si fuese una bastarda. —digo con evidente rencor.
—Lamentablemente son reglas que son difíciles de cambiar. —Serkan agacha la vista.
—¿Reglas? Son ideas decrépitas, infundadas para enaltecer el orgullo y poderío varonil. ¿Por qué Hunter Greenwood, un niño mimado y con poco sentido para dirigir una nación, es el mejor para ser regente y único heredero?
—Aunque no lo creas, sé lo que siente —da un paso hacia un lado y lo sigo con la mirada un poco desubicada—. Por años me he preparado lo mejor posible, he mantenido una postura impecable y he sido halagado por cada noble de este y otros reinos, pero solo puedo aspirar a ser duque. Mis padres me describen como el monarca ideal para cualquier nación, pero quién heredará será mi hermano. Un hombre que muy bien podría darse la mano con Hunter Greenwood.
—Bien podrías asesinarlo a media noche, y quedarte con Nezadian. —subo mis hombros en despreocupación y Serkan me ve a través de sus espesas pestañas.
—El humor druseoneano es bastante particular.
—Lo sé —vuelvo a aproximarme a él—. Estaba ilusionada con el hecho de que me enseñarias a usar el arco y flecha. —cambio el tema.
—Supongo que será en otro ocasión —sonríe y rehuye de nuevo, ahora hacia las fundas de las flechas—. Cuando no estés con millones de heridas.
—Son solo dos.
—Claro —oigo una mínima risa. Me ve por encima de su hombro, se gira aún en la distancia—. Te dieron tus guantes.
Señala con su mirada hacia mis manos. También los observo, y muevo mis dedos sintiendo la seda de los guantes; son negros y aunque también con delicados, me dan algún tipo de seguridad que había perdido cuando no los tenía.
—Si. Gracias. —trago fuertemente.
—Kelsey —pronuncia pausadamente y repentinamente sacude su cabeza para girarse por completo hacia mi—. ¿Al volver a Druseon que es lo primero que harás?
Mi mirada queda suspendida en la nada por extensos segundos. Tengo unos cuantos puntos planeados sobre el regreso a mi nación, unos los cuáles ni siquiera le he expuesto a Demian y tampoco pienso en decírselo a Serkan. Aún así, se que debo contestar a su pregunta para ganar un poco de tranquilidad.
—Ethel en una de sus cartas me informó que Druseon está muy inquieto y temen por otra invasión, así que lo primero que pienso hacer es persudiar a Hunter para que empiece a tomar mejores decisiones.