Reina de sangre

Capítulo XXIII: Huir, de nuevo.

Desperté en medio de la noche, y aunque necesitaba descansar, no podía dejar de pensar en todo lo que ocurría, lo que mi cabeza no dejaba de fraguar. Y también en el libro de Athevaria. Por lo que decidí calmar mis tormentos, leyéndolo. Increíblemente, la vela que siempre tenía en mi habitación seguía en el armario, no quedaba mucho de ella pero era lo suficiente como para encenderla y poder ver bien las letras. Me senté en el suelo frío, dejando el libro en mis piernas.

La historia aún sigue tomando forma, pero hasta ahora es claro que el rey Doowneerg Niaso tenía como enemigo a Aibipoel, su primo. Y que con él, había un grupo de personas que lo apoyaban para sacar a el rey de su trono. Es una forma agradable de decir que lo querían asesinar.

Y todo era, por una ley que quería que el consejo aprobara. Unos capítulos más adelante, y con el alba saliendo detrás de mi, me encuentro que con el pasar de los días, se creó una guerra entre dirigentes de esa misma nación. De Athevaria. Y reyes de otras naciones también se fueron en su contra. El rey tenía la gran mayoría de los ciudadanos de su lado, pero también la mayoría de armas en su contra. Pero el rey Doowneerg no se dió por vencido fácilmente, busco más aliados y fue cuando un día finalmente, alzó las armas en favor de la paz.

Y es ahí, cuando las cosas comienzan a conectar.

Leo cada párrafo con más velocidad, y todo lo que sigue es un relato explícito de cómo se enfrentó el rey Doowneerg Niaso junto a naciones menores y ciudadanos, contra Aibipoel y miembros del consejo realmente poderosos. Fueron días de guerras, muertes, invasiones y robos. El rey de Athevaria lucho hasta quedar solo en la batalla.

Lucho hasta su último aliento.

Hasta su última herida desangrada.

Hasta su último suspiro de fé.

Hasta la última apuñalada por la espalda de parte de su primo.

Paso la siguiente página y es la última que queda. Leo las últimas líneas pausadamente.

» Tras años como rey de Athevaria, buscando la paz infinita y el equilibrio adecuado para su pueblo, su reinado termino defendiendo lo que fue su último anhelo. Paz. Solo eso quería.

El rey Doowneerg Niaso de Athevaria, más nunca fue recordado ya que los nuevos gobernantes, Aibipoel y Esunord, se encargaron de enterrar cada dato, papel, retrato y persona que conociera lo que hizo aquel hombre que solo peleó por lo justo. Los descendientes solo oyeron que: El rey Doowneerg Niaso, los llevo a la guerra para destruir su reino y, Aibipoel y Esunord fueron quienes salvaron a los Athevenienses de aquel desastre.

Luego de aquello, Athevaria se dividió en dos reinos completamente independientes del otro. Cada uno recibió el nombre de sus reyes, los cuales se autoproclamaron. Formaron nuevas naciones, y todo el mundo olvidó, o hicieron olvidar la existencia del reino de Athevaria. «

Levanto mi vista hacia la ventana. Ya ha amanecido por completo.

Veo hacia el horizonte dejando mis cavilaciones acrecentar, paso mis dedos por la última página del libro y mi duda sobre aquel reino poco a poco se va disipando. Athevaria, fue un reino que luego se convirtió en dos. Es más que claro, que es una historia ficticia basada en hechos reales. Solo cambiaron los nombres y algunos detalles, pero muy mínimos, porque todo lo demás encaja a la perfección.

Voy a cerrar el libro y es cuando me percato de una pequeña cita en la tapa trasera. Me acerco para learla.

» Aún existe un mínimo extracto de Athevaria. En el alguna parte entre Aibipoel y Esunord; se cree que cuando llegue el último descendiente, nacerá la sangre en las venas de las rosas y la justicia al fin llegará. Athevaria, resurgirá con otro rostro. «

¿Una profecía?

Tocan a la puerta y mi primer instinto es esconder el libro en una de las rendijas de la pared de mi armario, me pongo de pie y tomo los únicos guantes que ahora poseo. Me los coloco y al momento de poner mi mano en el pomo, recuerdo que sigo en camisón.

—¿Quién es? —digo alto para que la otra persona oiga.

—El guardia leopibiano —contesta de mala gana e identifico la voz—. Debe bajar a desayunar.

—¿Debo? —repito con tono autoritario.

—Sus alimentos la esperan. —pasa de mi objeción y escucho sus pasos. Coloco mi espalda a la puerta y me dejó divagar unos minutos más.

Mi puerta vuelve a ser tocada y ruedo mis ojos con evidente molestia.

—¿Qué?

—Soy Dafina.

Murmura sin mucho ánimo y junto mis cejas, a ella si le abro la puerta y hago que entre con rapidez. Vuelvo a pegarme a la madera y la observo con los brazos cruzados.

—Solo te diré esto porque me veo afectada —advierte con su índice en alto—; escuché a los guardias esta mañana decir que te enviarían lejos de aquí.

—¿De que hablas? —la repaso con la mirada con desconfianza.

—Lo que he dicho, niña. ¿No oyes? Hunter te enviará lejos. Por lo que hicistes anoche.

—¿Y como sabes que es por eso? —doy paso hacia ella.

—No llevamos ni un día aquí, y ya hiciste enojar a nuestro verdugo —ignora mi pregunta y camina por todo el lugar. Yo pienso, de nuevo—. Si te envía a dónde demonios él quiera, yo nunca veré a mi familia.

—Hay que bajar a desayunar.

Digo de la nada con la vista en el suelo, siento como toda su actitud se descoloca y pasa a verme como si no hablara en serio. Hasta se ríe.

—Escuchame algo, este es el momento en el que ideas un maldito plan para sacarnos de aquí y llevarme con mi familia —se acerca con sus manos moviéndose de forma histérica, en cambio yo, me mantengo impavida observándola—. ¿Si comprendes?

—¿Le temes al bufón de Hunter? —arrugo totalmente mi gesto.

—No —responde con sus mejillas rojas—. Le temo a la persona que lo está guiando en todo esto; puede ser Alfie, Jannik o el mismo Madog.

Lo que dice me hace dudar, no porque tenga razón, sino porque creo que ella misma se ha dejado al descubierto con una mentira. Decido dejarlo pasar por ahora, y abro la puerta haciéndome a un lado.




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