Reina de sangre

Capitulo XXV: Alquimistas y nodrizas

El tiempo que ha pasado es un misterio para mí, recupere la consciencia hace un par de minutos y aún sigo con la vista vendada. Mis manos y pies se sienten entumecidas, debido a la presión del amarre; puedo identificar como he sido trasladada en un carruaje y el poco camino que hemos recorrido desde que desperté, es rocoso e irregular. No se escucha más que las ruedas del carruaje, las pisadas de los caballos y uno que otro murmuro masculino. Sin tener visibilidad, puedo saber que estoy rodeada por más de un rebelde.

Trato de mover aunque sea un poco la punta de mis dedos para liberar tensión, sin embargo no es mucho lo que logro. Siento que nos detenemos, y de inmediato una puerta se escucha que se abre y luego el salto de pisadas grandes contra un suelo rústico.

Me toman del brazo y luego halan; me obligan a bajar a tropiezos y caminar del mismo modo. El camino es de al menos unos siete metro, hasta llegar a una superficie inclinada y cruzar cada dos o tres metros. Hay eco. Debemos ser al menos cinco personas caminando por este trayecto, en dónde estás las respiraciones rebotan en las paredes. Luego de tanto, una puerta nuevamente se abre y soy sentada en una silla; desamarran mis manos y con es misma rapidez, las vuelven a amarrar en los apoyabrazos.

—Quitensela.

Tan pronto oigo esa orden, la venda es retirada de mis ojos. Sacudo el cabello en mi rostro, solo agitando la cabeza y hago el vago intento de halar mis manos de la silla. Se escucha el choque de la puerta contra el marco y subo mi vista hacia el frente; el lugar es oscuro, hay poca velas, huele a humedad y... Madera húmeda. En una esquina hay una pila de libros, luego está una extensa mesa y detrás de ella, una persona. Una figura masculina, fornida, alta y lejana.


—Lo recóndito de la situación comienza a colmar mi paciencia, así que sería fantástico que empiecen a decir a dónde quieren llegar con todo esto.

Bramo sin ningún tipo de intimidación. La respiración sale de mi, de forma densa y rápida; el hombre en cuestión, solo se mantiene en silencio, tanto que me exaspera. Ante eso, vuelvo a halar mis manos del amarre pero ahora con más brusquedad, y desesperación.

—Deje de intentarlo. —emite palabras finalmente, pero sin moverse.

Su voz es autoritaria pero a la vez indiferente, haciendo caso omiso a sus palabras, halo con la mayor de las fuerzas mis manos al punto de que los apoyabrazos se mueven.  Presiono mis dientes hasta rechinar y muevo mi mandíbula con molestia.

Él hombre se pone de pie, dejando sus manos apoyadas de la mesa y tras unos mínimos segundos, rodea el objeto y camina con pasos largos pero lentos hacia mi dirección. A medida que avanza, su presencia se aclara más hasta poder detallar sus facciones; no hay sopresa, ocurre lo que me imaginé en algún punto y desvío la mirada todavía furibunda.

—Benjamin. —pronuncion sin más.

—Princesa Kelsey Greenwood de Druseon —hace una reverencia con vacilación y después se reincorpora—. Ha pasado un tiempo desde que nos vimos por última vez.

—Desde que invadieron Arkhal —recuerdo con crudeza y él se encoge de hombros—. Se te ve muy orgulloso por todos sus hallazgos contra mi pueblo.

—Sigo siendo druseoneano.

—No, eres un traidor. Eres participe de un movimiento rebelde que ha matado personas inocentes.

—Oh, hasta sabe cómo nos hacemos llamar —sonríe sin titubeo y se pasea por al frente de mi—. Las personas “inocentes” que hemos asesinado, han sido porque se han interpuesto en nuestro camino. Han querido impedir nuestro objetivo.

—Íluminame, Benjamin. ¿Cuál es el objetivo en concreto?

—Acabar con la vida del rey Jannik y toda la tiranía Greenwood.

Sus brazos se cruzan por encima de su pecho, y jergue su postura lo más recta posible. Lo veo con fijeza, y tomo aire con profundidad; al igual que su presencia, está revelación no me sorprende en lo absoluto pero confirmo que, a pesar de su inesperado pero insufrible carácter, está dispuesto a contarme de que va todo esto.

—En la primera invasión, iban tras él. —recapitulo, usando una expresión dura y un tono neutro.

—Pero alguien nos traicionó y le dió aquella información a dos hombres pertenecientes a la monarquía. —completa con mi misma actitud.

—¿Y los dos siguientes ataques? No creo que el rey se esconda en una ciudad tan cercana al palacio, ni en los terrenos de Bournin. —presiono y alzo mis cejas.

—Ibamos tras usted; como ve, cumplimos. La tenemos aquí.

—Es la peor tragedia que le ha ocurrido a mi nación, y hablas con el mayor de los orgullos. ¿Que tienes en la cabeza, Benjamin? —reprendo con furor y él ríe. Lo hace sin premura.

Cubre su ojos con sus dedos y sigue riendo, mientras niega con su cabeza.

—Nuestro líder quiere lo esperemos para revelarle la razón exacta de su estadía aquí.

—¿Cuando será eso? —digo irritada.

—No lo sé. Solo esperé ahí sentada, y no se mueva. —vacila con petulancia y hago mis manos puños.

—Me secuestraron. Me tomaron a la fuerza y... —parpadeo y me paralizo—. Ethel. ¿Dónde está? ¿Que hicieron con ella?

—Jamás le haría daño a mi propia sangre, no soy como ustedes —ataca y permanecezco impavida—. Ella está bien, si es lo que pregunta.

—Ella sabía todo esto. —murmuro con desconfianza y mis músculos se tensan.

—No.

—¿Y por qué debería de creerte?

—No me interesa si no lo hace.

Aprieto mis puños y le doy una mirada furibunda. Sin medirlo mucho, va hasta la puerta y se va; yo doy empujones al aire.

—¡Benjamin! ¡Benjamin, sácame ahora mismo de aquí —grito furiosa—. ¡Benjamin Burks!

***

Han pasado horas, no sé cuantas, pero han sido muchas. La impaciencia me está carcomiendo; no dejo de hacer el esfuerzo por deshacer el amarre de mis muñecas, pero solo termino para lastimarme mas. Es evidente, que no estoy contenta  por la brutalidad con la que he sido tratada por parte de estas personas; quiero asesinarlos a todos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.