Reina del hielo

Capítulo 2. Decir la Verdad

Me visto y me arreglo para ir a mi trabajo, hoy parezco un zombie, anoche no dormí nada pensando el por qué ayer Stuart se comportó tan raro. Hoy, en la plaza, el sitio en donde siempre quedamos, le preguntaré por qué se comportó de ésa forma.

 

Llego a las grandes puertas transparentes y me dispongo a entrar, pero choco con un cuerpo, provocando que caiga al suelo y haciendo que un chillido como los de cuando era pequeña se forme en mi garganta y salga al exterior. Miró hacia arriba para ver el causante de nuestro choque y me quedo paralizada. 

 

Ryan.

 

—¿Por qué no está trabajando, señor Evans? Vuelva al trabajo, sinó me veré obligada a despedirlo. —lo intento pasar por su lado pero él me retiene agarrándome de la muñeca, haciendo que se produzcan innumerables cosquilleos en mí. Me giro a verlo y el comienza a hablar. 

 

—¡Oh! ¡Vamos, Emma! ¡Somos mejores amigos desde la infancia! ¡No me trates de usted! —ríe. 

 

Lo miro a los ojos y busco toda la frialdad de mi corazón para decirle la verdad. —Ya tengo mejor amigo. Sí, me costó superar que te fueses. Pero él me ayudó mucho hasta tal punto que se convirtió en mi mejor amigo. Entiéndeme. 

 

Su cara se ensombrece de tristeza, y por unos instantes quiero abrazarlo, pero me contengo, no puedo darle falsas esperanzas sobre que puede volver a ser mi mejor amigo. —Tú ni siquiera quieres que seamos amigos, ¿verdad? —asiento y veo como su cara se ensombrece de tristeza, por un momento siento ganas de abrazarlo y decirle que sí somos mejores amigos, pero me contengo, no quiero que lo seamos, y si lo abrazo le daré falsas esperanzas de que hay alguna posibilidad de que seamos mejores amigos de nuevo, y no quiero mentirle. Veo como se forman lágrimas que amenazan en salir de sus ojos, pero parpadea repetidas veces para contenerlas. Mira mi rostro neutro y se le escapa una lágrima por su mejilla, pero aparta la cara para que no lo vea así. No aguanto más y corro para abrazarlo, el me corresponde el abrazo y me acaricia mi larga melena rubia. —Sigues siendo la chica de ojos azules y cabello rubio que dejé cuando teníamos 12 años. No has cambiado ni física ni mentalmente. —sonríe. Me separó brúscamente de él. ¿A qué ha venido eso? 

 

—Vaya a trabajar, señor Evans. 

 

Y los dos nos dirijimos a la misma oficina, yo para supervisar y el para trabajar. Cuando llegamos todos miran de un lado de la sala hacia nosotros. Miro hacia el lado y veo a Stuart, tenso, mirándonos a los dos. Avanza hacia nosotros y coje por el cuello de la camisa a Ryan, dispuesto a pegarle. 

 

 

 

 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.