Especulando me quedé dormida. Me restregué los ojos sintiéndome mucho más reconfortada. A mi nariz llegó el delicioso aroma de comida recién hecha. Sobre la mesita había un plato y a su lado una jarra y una taza. Más despejada, me senté lista para comer. Devoré la comida, y al terminar bebí de la boquilla de la jarra. Me sentí satisfecha, con las energías más restauradas.
Dejé la habitación, yendo por un pasillito angosto. Al terminar me encontré con la cocina y sobre una de las sillas hallé el gabán que Jon usaba. Antes de tocarlo me volví a todos lados para estar segura que no me veía.
Preferí dejar la cocina e irme hacia donde apreciaba a mi parecer el atardecer. Del otro lado del umbral, miré un enorme patio con caballerizas al fondo y una especie de corral contiguo a un seto de viejos maderos.
En el corral trotaba un hermoso caballo negro. Me acerqué a la barandilla para verlo de cerca. Mi piel se erizó al percibir la ventisca fría.
El caballo dejó de trotar alrededor del corral, quedé petrificada al verlo ir a mí casi en una carrerilla; tenía el doble de mi altura, pero al acercarse a mí inclinó la cabeza. Su mirada se posó en mis ojos, noté que no había ningún indicio de querer atacarme pese a lo mucho que me amedrentaba su gran tamaño. Temerosa lentamente subí una de mis manos, logré acariciar su sedosa y ondeada crin oscura. Le sonreí más aliviada, él respondió con un relinchido amistoso.
― ¡Es una suerte que tú no seas un grosero como tu dueño!
―No debería estar afuera, sin una capa puesta ―Susurró una voz varonil que me estremeció.
Al voltear a ver, vi a Jon, quien usaba un sombrero. Su mirada profunda y atrayente quedó fija al mirarme. No pude rehuir a la gallardía que afloraba en su rostro perfecto. Reconocí el respeto distante y la seriedad absoluta en su manera de mirarme. Salí de mi contemplación de inmediato.
―Sí, pero la dejé adentro, por eso no la tengo ―Le contesté en tartamudeos, disimulando la mucha complacencia que afloraba al tenerle tan cerca.
―Cuando ya está por amanecer el frío es más intenso…
― ¡Espere! ¡Espere! ¿Está por amanecer?
―Sí, así es ―Contestó pacientemente y sin apartar la frialdad de sus ojos.
Me ensimismé. Había dormido toda la tarde y casi toda la noche. Apreté los labios al mirar de soslayo a alguien aproximarse.
― ¡Buenos días! ―Saludó una voz femenina alegremente.
―Buenos días, señorita ―Respondió Jon.
La vocecita feliz sin duda alguna era la de Inés.
―Me imagino que ya tiene hambre ¿verdad? Por qué no comemos, el desayuno está listo.
―Muchas gracias, señorita. La sigo ―Expresó Jon cortésmente.
No pude ocultar mi incomodidad, me crucé de brazos evadiendo mirarla. Jon lo notó al instante.
―Ana, ¿vamos a comer?
Jon me lo preguntó amablemente, del mismo modo que mostraba su agrado a Inés, pero su mirada me decía claramente que aceptara.
―Está bien.
Mi contestación sonó forzada, se hallaba evidente mi desagrado de ir a comer con ellos. Inés no puso ninguna atención a mi desdén, seguía embobada, mirando a Jon. Él le dedicó una sonrisa. Animosamente lo sujetó de un brazo, dirigiéndolo a la cocina. Suspiré para encubrir mi hondo fastidio. Los tuve que seguir, al entrar Jon se sentó al lado de la mesa. Vi varios platos con comida servida.
―Se ve delicioso, muchas gracias.
―Espero que sea de su agrado, Jon.
De buen ánimo, Jon empezó a comer. En cambio, había perdido el apetito y de igual manera había devorado el plato de comida que había encontrado sobre la mesa en la habitación. Al instante, entró un joven alto delgado pelirrojo, de piel tan clara como la de Inés. Sonrió mirándola. Ella se hallaba al lado del fuego.
―Buenos días ―Dijo saludando con alegría, pero su vista se clavó en mí confundido.
― ¡Buenos días! ―Saludó Jon.
El joven se sentó. Al mirar a Jon, quedó perplejo, poniéndose de pie de inmediato casi de un salto.
― ¿Jonah? ¿Eres tú? ¡No puede ser!
Jon rápidamente se paró también. No contestó nada, pero se estrecharon de brazos amistosamente.
―El tiempo no pasa para ti, me alegra verte amigo ―Exclamó el joven pelirrojo sin dejar su asombro de lado.
―Lo mismo digo ―Respondió Jon sentándose de nuevo tranquilamente.
Joaquín fijó la mirada en mí abriendo sus ojos a más no poder.
― Es, ¿es tu novia? ¡Vaya! Por fin…
Me sentí tan apenada que me sonrojé, la vista del joven recién llegado parecía incrédula, sin dejar de sonreír.
― ¡No, no! ―Respondimos ambos ―Es mi hermana― Añadió Jon.
― ¿Hermana? Nunca lo dijiste. De verdad que hoy es un día lleno de sorpresas para mí.
― No tuve un momento apropiado para decirlo, se llama Ana.
―Es un placer, señorita ―Dijo él viéndome y haciendo una media reverencia.
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Editado: 22.07.2021