Reina Efímera

Rómpalo

Seguía profundizada en la visión ante el espejo. Me senté sobre la cama, sin poder dejar de sentirme alterada. Asomé mi mirada a la ventana, sorprendida al contemplar el abrupto anochecer.

Me concentré en ordenar bien las ideas en mi cabeza, tenía que decirle la verdad. Aún ensimismada en todo ello, una vez más apareció la sensación de estar siendo observada.

Súbitamente mi pecho fue oprimido por algo mayor al miedo. Justo cuando me iba a mover, vino a mi mente un recuerdo. Cuando era niña Sarbelia me recitaba unas oraciones antes de dormir; las escuché tantas veces que me las sabía de memoria.

Sin profundizar en temores, preferí descalzarme para dormir y quitarme el abrigo, no tenía apetito. Me acomodé en la cama cubriéndome con la manta.

 Repetía en mi mente las oraciones con los ojos cerrados, confiando en lo que rezaba, pero el terror invadió cada pensamiento al sentir la manta ser halada lentamente.

No abrí los ojos, incluso cuando el espanto comenzó a sacudirme la respiración. La valentía duró lo que tarda un latido del corazón. Me senté bruscamente, con los ojos clavados a mis piernas. Las sabanillas fueron arrastradas con mayor prontitud hasta desaparecerse por debajo de la cama. Entré en pánico, sin pensarlo salí corriendo.

Daba de zancadas sin dejar de sentirme acechada. Llegué a la puerta de la habitación donde Jon se quedaría. Por suerte la puerta cedió al empujarla débilmente.

Conteniendo las lágrimas, a hurtadillas crucé la entrada. El alivio me abrazó al avistar a Jon en la habitación. Se encontraba tendido sobre la cama con el cuerpo recto y los brazos bajo el cuello, sosteniéndole. Sus ojos permanecían cerrados y su cuerpo inmóvil, ni siquiera notaba el movimiento de su pecho que forzosamente al respirar tendría que bajar y subir. Por un momento me dio la impresión que era un cadáver, ningún otro lugar de la casa me pareció tan congelado como ese.

La luna dejaba entre ver todo con claridad, su luz provenía de una ventana al fondo. Conseguí acercarme caminando de puntillas hasta la cama. Al notar que no se percató de mi presencia sigilosamente seguí en el intento de quedarme junto a él. Mi corazón no paró de saltar en mi pecho, incluso cuando sentí más consolados mis miedos. Lentamente me trepé sobre el tieso colchón, no me importó que fuera tan duro.

Mis ojos estudiaron su rostro. Me hallaba tan cerca de él y de sus labios. Pude imaginar mi boca tocando la suya en un beso. La idea se apoderó de mí, jugando con mis deseos. Nunca en mi vida había tenido tal pretensión, pero ahora me parecía una atroz necesidad.

Acerqué levemente mi rostro al suyo, pero al verlo tan quieto, dudé. Me envolvió el recuerdo de lo que había presenciado en la habitación, y eso me dio el valor para evitar tan sublime tentación. No volvería a ese lugar, que parecía más ser el nido de algo incomprensible.

—¿Qué demonios está haciendo?  

Su voz ronca me estremeció de pies a cabeza, solté un gemido ahogado. Soltando de golpe mis pretensiones.

 —Nada.

Fingí demencia. Mantenía los ojos más abiertos que la luna misma. De súbito se apartó de mí prudentemente, incluso así, pude ver su mirada tensa con esa seriedad que parecía apretar su rostro.

—Fui muy claro al decirle cuál era su habitación. 

—Ya lo sé, pero tuve miedo, hay algo raro en este lugar.

—Apártese de mí, Princesa.

Su voz sonaba más grave con la incomodidad tocando sus palabras.

—Jon, no estoy haciendo nada malo, quiero dormir a su lado porque tengo mucho miedo. Es como si algo me vigilara en la oscuridad —Expliqué con amargura. Se cruzó de brazos.

—¿En la oscuridad?

—Pues no sé exactamente, pero hay algo o alguien espiándome. Cuando limpiaba lo vi. Es horrible, ¿cómo es posible que una sombra corra con gran rapidez?

Tragó una bocanada de aire, desviando la vista.

—Princesa, lo siento mucho. Debe volver a su habitación. 

¿Se disculpaba por mandarme sí o sí a esa terrorífica habitación?

—No, de ningún modo —Repuse a regañadientes.

—Entienda que, es mi deber respetarla. Mantengo un juramento. Debo devolverla tal como la recibí, mi prioridad es asumir con honorabilidad la amistad que tengo con su padre y la confianza que él depositó en mí.

— ¡Dios santo! ¿De qué habla? Mi padre no está aquí. De todos modos, ya hemos estado juntos en la misma habitación. ¿Cuál es el problema? ¿A qué le pone tanto obstáculo? Por mi boca, mi padre jamás se enteraría.

—La integridad es justamente hacer lo correcto cuando nadie ve. Por favor regrese a su habitación, la escoltaré hasta que se quede dormida —Dijo haciendo señas hacia afuera, sin darme la vista.

—No, Jon. Se lo agradezco, pero no quiero quedarme sola. Tengo la convicción que algo muy malo me pasará cuando se vaya y me deje en esa habitación.

Apretaba los puños alrededor de su costado, sus anchos hombros estaban rígidos. Se quedó en silencio, sabía que trataba de buscar una solución.

—Bien, quédese aquí yo dormiré en otro lugar.




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