Reina Efímera

Tierra firme

La orilla de la playa mantenía un oleaje fuerte, había mucho frío, ya estaba asomándose el atardecer. Nigromante se había apiadado de mí y por suerte el navío encalló en la arena sobre el oleaje menos salvaje y poco profundo.

Galimatías y Bruno se nos adelantaron bajando de un salto de la embarcación. Jon y yo bajamos luego de descalzarnos.

Al estar en la playa y retirados a unos pasos de las pequeñas olas que acariciaban la arena, volvimos a colocarnos el calzado. 

El barco se convirtió en una pequeña nota, que llegó hasta los pies de Jon. Él la recogió y rompió a reír en cuanto la examinó. Me sorprendió más que esa carcajada, ver una embarcación reducida a un simple papel.

—¿Qué dice la nota? —Pregunté curiosamente.

—Nada importante…—Respondió sin dejar de reír.

 —Quiero ver. 

Jon la pasó a mis manos. Pero para mí desgracia la nota estaba en otro idioma.

—Si para usted no lo es, yo sí quiero saberlo.

Se la devolví algo decepcionada. Jon me echó la mirada mientras parecía pensar muy bien.

—Dice, que… olvídelo. ¡Nigromante y sus ocurrencias! 

Esa hermosa sonrisa se desvaneció. Jon avanzó a grandes pasos y no tuve más que seguirlo. El aroma a sal se había quedado en mi memoria, me había encantado navegar, aunque confieso que la poción que bebí me ayudó muchísimo para disfrutar más del mar y del vaivén de la embarcación sobre las aguas.

Me volví atrás para ver por vez última esa inmensa masa de agua antes de seguir con nuestro camino. Pero al contemplarle ese grueso nudo volvió aparecer en mi garganta. Conteniendo un suspiro me di cuenta que Jon avanzaba a toda prisa dejando la costa. Apreté el paso para alcanzarlo.

Se dirigía al frente hacia donde sólo se veían alcores escarpados cubiertos por un escaso manto verde de hierba con el cielo nublado sobre sí. Ambos caballos se hallaban pacientemente esperándonos al pie de los collados, muy cerca de donde podía distinguir un angosto sendero. Jon llegó evidentemente antes que yo, se quedó junto a ellos dándoles mimos mientras les hablaba. Se volvió a mí con su vista inexpresiva al mirarme cerca de ellos.

—Nigromante está dejando un rastro que las guía hacia el sur.

Su confesión me hizo sentir muy preocupada.

—Creí que con deshacer el embrujo no volverían a saber de nosotros.

—Cada vez que empleamos algo sobrenatural, dejamos un rastro, ellas pueden seguir ese indicio, por eso uno de los acuerdos era no usar nada que involucrara las fuerzas ocultas.

—¿Y ahora qué haremos?

—Avanzar.

—Y ¿Nigromante?

—Estará a salvo y seguramente dentro de poco lo verá con nosotros.

Jon se trepó a su fiel compañero y yo imité su comportamiento al montarme en Galimatías.

El albino potro galopó velozmente detrás de Bruno, el frío era intenso mientras avanzaba. Dejamos atrás la playa, nuestro camino se había convertido en inmensas praderas, rocas y muchísimos collados, el lugar por primera vez se me hizo familiar.

Me sobé las palmas intentando calentarlas, el clima helado congelaba mis manos. Me sorprendió mucho ver a Jon cabalgando a mi lado, se quitó la capa y me la entregó. Me sentí mucho mejor, al verme abrigada tomó la delantera. 

Observaba el atardecer ya convirtiéndose en el crepúsculo, mis ojos se fijaron al cielo y ese nudo en mi garganta simplemente creció. Por primera vez en mi vida, no quería que el día terminara, cerré mis ojos. Al frente una pequeña arboleda se asomaba. 

«Dios por favor necesito ser fuerte» Susurré para mis adentros.

No había terminado de abrir mis ojos cuando una voz en quedito me habló. Sentí mi cuerpo subir de altura, mientras el caballo galopaba a trote ligero sin cambiar su ritmo de andar. Unos brazos fuertes delicadamente se posaron sobre mi cintura.

—Con esa fe moverás montañas. 

—¿Nigromante? ¿Eres tú? Estoy desvariando. 

—No, no desvarías.

—¡Dios mío, como llegué a tus brazos! —Respondí horrorizada.

—Sh sh sh. No hables fuerte —Ordenó

De manera extraordinaria estaba sobre su regazo, sentada al frente. Él iba trepado sobre Galimatías.

—¿Estoy dormida?

—No…— Su voz parecía un susurro conteniendo una carcajada. 

—¿Qué ocurrió, entonces? — Quise saber, ya aturdida.

—Un pequeño truco. No te preocupes Jon no tiene idea que estoy aquí, de lo contrario estaría casi muerto —Respondió sin soltarme.

—Nigromante, conoces a Jon desde hace mucho ¿no es cierto? 

Mi pregunta sonó muy confianzuda sin duda, pero ya no tenía nada que perder, sabía que no faltaba mucho para llegar. Doblé el cuello para poder verlo.

—Sí, y también sé que te interesa —Respondió sonriendo con picardía.

Me sonrojé a más no poder.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.