Reina Efímera

Casi ahogada

 

Seguimos avanzando, pero no pude dejar de pensar cómo había sido tan estúpida. Ninguno de los dos mencionó algo. Observé mis manos sucias, el sol se hallaba al centro del cielo. Habíamos atravesando varias arboledas. Íbamos a trote lento avanzando entre un bosque húmedo y más iluminado por bastantes arbustos con frutos. A la distancia se escuchaba una caída de agua.

—Jon, creo que cerca hay agua ¿verdad?

—Sí, hay una cascada y un río que desemboca al mar. 

—¿Está muy lejos?

—No, de hecho, lo cruzaremos para llegar antes del anochecer. No podemos perder más días.

Quería atrasar el viaje lo más que fuera posible.

—Bueno es que, creo que necesito, usted ya sabe…

Pero él habló antes que terminara de decir lo que quería.

—Quiere pasar al río, para lavarse. 

—Sí, exacto —Contesté muy apenada.

—Iremos sin demorarnos mucho.

Asentí con la cabeza positivamente. Habían pasado muchísimos días desde que no me había aseado debidamente, realmente lo necesitaba. Tal como él había dicho a una distancia no muy lejana llegamos a la cascada. El agua se vertía cristalinamente en un lago precioso. El ambiente era más que perfecto para pasar un descanso agradable.

—¡Vaya es muy alta, es enorme! —Exclamé sintiendo la brisa del agua.

—Sí, es una de las cascadas más altas que he visto.

Se desmontó y me extendió una mano ayudándome a bajar. Me dirigí al borde del lago en una carrerilla. Me quité el calzado, luego me paralicé.

Me dio cierta pena desvestirme frente a él, sobre todo porque siempre me ponía en riesgo y le daba problemas. No era lógico meterme al agua, sin tener ropa seca. Concluí en dejarme puesto mi viejo camisón únicamente, para no preocuparme tanto por ropa seca. 

A hurtadillas dirigí una mirada atrás para saber dónde estaba. Se encontraba con Bruno, el caballo pastaba tranquilamente. Unas bolsas de cuero relucían sobre la silla de montar de su lomo. Jon parecía acomodar algo, de ahí sacaba algunas prendas. Reconocí el fardel de tela que contenía mis cosas. Me quedé más tranquila al saber que efectivamente contaba con ropa seca.

Todo desde la orilla se veía igual, el agua clara con algunos peces nadando. Supuse que sumergirme en cualquier parte sería igual.

Me senté primero en la orilla para sentir que tan fría estaba el agua, mis pies se introdujeron percibiéndola helada, pero podía tolerarlo sin problema. Tomé aire antes de lanzarme, me deslicé hasta caer suavemente al agua, estaba convencida que no me cubriría por completo. Pero al hacerlo, escuché la voz de Jon llamarme con impaciencia. 

Tristemente para mi percepción, el agua era muy profunda. Me introduje hasta sentir el fondo, y aunque el agua era clara, la corriente sí que era fuerte, me arrastró enérgicamente sin que pudiera hacer algo; igual no podía nadar. En el pánico mi cuerpo se movía bruscamente, y sin saber cómo me asomé a la superficie. Justo en ese instante Jon venía a mí corriendo a gran velocidad, saltó al agua, pero en mi agonía volví a sumergirme.

En el fondo pude ver como su cuerpo perfecto venía hacia a mí nadando a gran velocidad, trataba de contener la respiración, sentía como el aire se me escapaba en grandes burbujas de aire. Se acercó a mí, y con fuerza me tomó por la cintura. Con mi rostro por fuera del agua, respiré. Me tenía bien atajada contra su cuerpo.

Lo primero que enfoqué fue su rostro, esas facciones majestuosas, sus labios rojos, su piel clara y perfecta, esos ojos como el firmamento en pleno día; azules que muestran sólo la gloria del cielo.

A pesar de tenerme consigo, no le fue difícil aferrarse a una rama gruesa que se encontraba en el paso de la corriente del río. Su cuerpo había quedado colisionado contra ella, a duras penas logré fijarme en detalles, estaba concentrada en él sin poder apartar mis ojos. Ambos de mis brazos se aferraron a él. Tuve que dejar de verlo con tanta admiración al notar su ceño fruncido.

—Princesa, ¿en qué estaba pensando?

—Jamás pensé que sería tan profundo —Contesté aún hechizada en su mirada.

—La corriente del río, es muy peligrosa. Nunca haga algo así.

—Sigo creyendo que cualquier ropa le luce bien —Ignoré su advertencia, recordando el atuendo que le había dado Fernán; el cual todavía usaba.

Sonrió al oírme hablar como boba.

—¿Por qué lo dice?

—Porque es verdad. Jon gracias por salvarme.

Hizo un gesto de estar de acuerdo conmigo y con una fuerza asombrosa me cargó, sentándome a la orilla del río, luego con gran facilidad salió él del agua también. Al estar de pie en tierra firme, me extendió su brazo sin dudar se lo di.

Caminamos a paso lento, hasta llegar muy cerca de Bruno. Mis ojos se encontraron con su torso al descubierto, los pantalones empapados y sus pies descalzos. Nada en él era imperfecto e indigno de no ser admirado.

El agua se me escurría, sentía hasta la mucosidad de mi nariz pasar por mi garganta, pero eso era lo de menos. Gracias a mi descuido una vez había sido rescatada por Jon.




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